1979- MADRID
CARTA ABIERTA O DEDICATORIA CERRADA A: BRISTOW,
LARRIERA, MENASSA, MOLERO, PEREZ, SCHMIED y VALLA
No me queda,
debo
decirles,
ni
una lágrima,
en verdad,
no
tengo,
tiempo
para el amor.
Me paso,
la
vida,
pensando
en el futuro.
Soy,
un gobernante,
lo
que se dice:
un
líder,
deseo entonces,
lo
que desea todo el mundo,
y sin embargo
mi fragmentación,
tiene
sus límites.
Buscar
busco el olvido,
sé,
que
en el pasado,
está la muerte.
Veo por la ciudad,
pequeños
trozos,
esparcidos,
de mi piel, mi propia garganta
en
cada garganta,
mi cuerpo,
deshecho.
Soy,
el
hombre partido.
Un pedazo de siglo
deseando
el estallido,
que pueda simular,
sin
par,
la atómica explosión.
Nací
en los comienzos del gran final,
soy
quiero decirlo,
un
hijo de la guerra,
estoy,
partido en dos:
amigos
y enemigos.
y por las radiaciones,
mi amor,
muta hacia el
odio,
constantemente.
El odio,
hacia la muerte.
Vale
decir,
que yo,
nací en un siglo,
que
al hombre le tocaba,
ser,
la materia prima
de
su propio instrumento.
Las ciencias,
contra
el hombre,
su
propio creador.
Siglo de la locura,
loco
vaivén, próximo al estallido,
entre dios,
es
eterno
y
dios,
ha
muerto.
Y algunos
son
capaces,
para
que dios exista,
provocar el final.
Alcanzar,
el
reino de los cielos.
MORALEJA:
Como
queda demostrado en el poema,
las drogas alucinógenas,
en
general,
como
así también,
la heroína,
morfina
y derivados,
opio
y aún,
las más capitalistas,
como la anfetamina,
la
cocaína
o
el alcohol,
drogas,
que como todos sabemos,
en
estos tiempos,
propician,
el hallazgo
de
nuevos espacios,
un,
más allá,
del
hombre.
Una
especie de cielo.
Son,
drogas racionalistas
creen
en dios.
Las ciencias en general,
en
tanto,
amenazan
al hombre,
con la destrucción del universo,
por
explosiones atómicas,
o bien,
un cambio de mundo,
mediante,
se
dice,
una modificación ética.
Las
ciencias,
digo,
creen todavía,
en
el fin del mundo,
son
cristianas.
Toda nueva manera de vivir,
que
propicie,
la
creación,
de nuevos espacios,
o
peor aún,
la simple
o topológica
modificación,
de los espacios,
previamente
constituidos;
deben,
despertar sospechas,
en
los antropólogos contemporáneos.
Lo estoy
diciendo,
así
como se lee,
el espacio,
es:
un problema de los dioses.
Un problema para el hombre,
el
tiempo
y ahí,
la
cuestión.
Acostumbrado
a
dividir los espacios,
crear,
o sublimar,
nuevos
espacios,
el
hombre,
deja pasar,
casi
sin darse cuenta,
el
inefable,
imponderable
tiempo,
y él,
estúpido,
maquinal,
va,
marcando,
las
horas.
Soy,
el que quiere,
detener
el tiempo,
en
el exacto momento,
de la plenitud.
Ni tiempo de nacer,
ni
tiempo de gozar,
ni tiempo de morir,
ni
tiempo de sufrir.
Ahora
promulgamos:
Jugar,
Jugar,
hasta
vivir,
tiempo
de todos.
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