Poesía y Psicoanálisis (1971-1991) Miguel Oscar Menassa -1995

 

1987- BUENOS AIRES

FUNDAMENTOS ANTOLÓGICOS DE POESÍA
Y PSICOANÁLISIS
Primer Congreso Internacional de Poesía
y Psicoanálisis

Los hechos sólo existen después de ser interpretados. 
Si es posible el poema es posible la vida.

Ser nada es una tontería frente al juego que propongo:
      Diluirse en otros sin tener ninguna filosofía de la dilución. Pero, todavía,
no es eso, tampoco es algo más.
      No es un suspiro ni el viento que lo traza. Tal vez, la nostalgia de un suspiro que no fue trazado.
      No hubo viento, pero algo se movió en el mundo.
Fue el no de lo que es. Ni vivo, ni muerto. Un abismo entre ambos. Un no tocado por la vida. Un es rajado de lado a lado por la muerte.
      Pero no es exactamente así sino de sesgo, o bien, envuelto en torbellinos, donde la fuerza, la brutalidad del viento impide toda marca.
Soy ese registro imposible.
Un rayo de luz que no se registra como luz.
Un velo que se cruza definitivamente antes que ocurra nada.
Después alguien imagina lo ocurrido que nunca ocurrirá
y nadie considera verdadero ningún momento,
sino aquél que nunca ocurrió.
En plena noche ella sigue siendo mi luz
y descansar
me parece absurdo en su presencia.

Ella produce luz cuando vibra su cuerpo,
cuando su cuerpo tiembla de volcanes perdidos,
de volcanes abiertos cual pestilente herida,
escupiendo y llorando,
calientes tempestades de silencio.

Abro los ojos para verla temblar
y Ella me enceguece con su luz. 

Cuando su cuerpo recorre los escándalos de la noche,
cuando su cuerpo se detiene, violín interminable,
en infinitas notas imposibles,
como una música loca de silencio,
la luz, infinita luz, se enceguece a sí misma.

Al compás de los últimos movimientos de su cuerpo
todo es gris.

Como cuando la lluvia te parte el corazón,
como cuando el invierno,
las heladas razones del odio, en tu cuerpo,
hacen fracasar todo temblor, todo sueño.

Y el gris es más que la soledad,
más que el silencio,
como cuando las piedras se defienden de las piedras,
como cuando la noche estalla de oscuridad y sombras.

Reina la noche y, sin embargo,
Ella, todavía, es poesía.
Animal de luz, bestia del tiempo,
baila para mí, última danza.
Se contornea y salta entre la muerte y la locura,
sin brusquedad, como danzando entre corales,
como danzando entre nubes ardientes de plenitud.

Su cuerpo es el amor,
es el amor que nos lleva más lejos que la muerte.
Amor de amores, más imposible aún, que la locura.

Amor no sabe nada de la vida,
es una carne abierta a las palabras más pequeñas.

Amor no reina sobre nada,
danza sin esperar respuesta,
como si la vida fuera su compás.

Furtiva
entre la espesa niebla donde se pudre el tiempo.
Envuelta en mis palabras más hondas,
clavada o crucificada por el amor, sonríe, 
abierta como una nube partida por el sol.

Yo era el inefable hombre de las cavernas,
buitre feroz en busca de carroña,
caía, con toda mi destreza,
sobre tu pequeño tiempo muerto entre la niebla
y me lo comía.

Y, ahora, como yo mismo compruebo, después de haberme introducido, no consigo enhebrar una sola frase que me resulte lo suficientemente importante como para verla incluida en mi ponencia de apertura al Primer Congreso Internacional de Poesía y Psicoanálisis.
       Me decido, entonces, por lo que debería ser más fácil para un creador: el invento, el tajo preciso en medio de la nada, pero tampoco resulta del todo. Un congreso me digo, es algo importante, internacional. No se puede en un congreso andar haciendo tonterías y, es mejor, en estos casos, guardarse los pequeños inventos para situaciones más íntimas.
       Hago lo de siempre para ver si alejo los temores. Escucho repetidas veces el mismo tango. Hasta que la palabra sangre, me digo y el tango es un solo de violín. Algo imposible de ser producido sin pericia y así, casi antes de comenzar me lo digo claramente, para la ocasión no han de valer puras improvisaciones.
       Vencido por esa verdad sencilla de mis primeras aproximaciones al tema, trato de sumergirme en viejas cuestiones, viejos libros, viejos deseos. En el asado sólo veo sombras, porque el pasado es duro y negro para un hombre que sólo ama la libertad.
       Paseo la mirada por mi casa en Arganda del Rey, a 27 kilómetros de Madrid y a más de 10.000 kilómetros de Buenos Aires y algo se tranquiliza en mí. El violín, ahora, acompañado por un piano solemne, me hace recordar los grandes salones, las grandes bienvenidas. Esas tardes, esas noches donde nos íbamos a dormir y nadie había muerto.
       Quiero imaginarme, sin embargo, que si me he dejado llevar a esta situación de presidir el Primer Congreso Internacional de Poesía y Psicoanálisis, algo me veré obligado a decir del tema, o, por lo menos, sin dejarme llevar mucho por mis imaginerías, intentar una secuencia lógica, algo ordenada, de los pormenores y saberes que me fueron llevando a esta situación donde tengo que presidir lo que no existe, lo que sólo existirá después. La existencia de lo que me toca presidir en esta oportunidad es relativa a un algo que, todavía, no fue dicho.
       Antes que la poesía y el psicoanálisis produzcan entre nosotros una situación inconcebible, quiero agradecer la inteligente ironía de estar presidiendo un congreso auspiciado por la Embajada de España, país donde vivo desde hace doce años, en Argentina, país donde nací y viví hasta los 35 años.
       Agradezco el auspicio de la Embajada de México, porque en México vive y escribió casi toda su obra el Poeta Germán Pardo García, por quien reconozco haber sido influido de una manera brutal.
       Agradezco el auspicio de la Embajada de Colombia porque Germán Pardo García nació en Colombia y en Colombia fue donde por primera vez, auspiciado por el Dr. Luis Schnitmann, me animé al tema que hoy nos convoca.
       Agradezco el auspicio del Fondo Nacional de las Artes, porque me siento
artista.
       Agradezco a La Sociedad Argentina de Escritores, porque su auspicio al congreso ha generado en mí la esperanza de que algún día podrían llegar a considerarme un poeta argentino.
       Agradezco casi con lágrimas en los ojos al Instituto de Cooperación Iberoamericana, porque siento que, por fin, mi trabajo de los últimos doce años comienza a ser reconocido. Y digo que comienza porque mucho he trabajado. En los doce años que vivo en España he publicado diez libros, he fundado la primera escuela de psicoanálisis de Madrid con el nombre de Asociación Escuela de Psicoanálisis Grupo Cero, Primera Internacional de Poesía y Psicoanálisis y he participado activamente en la producción y publicación de los 18 números de Apocalipsis Cero, los 3 números de Leyendo a Freud y el número extraordinario de la revista Grupo Cero en el año 1978, donde se publicó el Primer Manifiesto Internacional del Grupo Cero, con el nombre de «Entre tantas una manera de comenzar».
       Agradezco a las compañeras y compañeros que se han movilizado desde sus países de residencia, o bien desde sus tareas habituales, para compartir con nosotros lo que pretendemos un nuevo decir.
       Y agradezco por último, con honor, el auspicio a este Primer Congreso Internacional de Poesía y Psicoanálisis de la Secretaría de Cultura de la Nación porque de esa manera la Democracia Argentina auspicia el futuro ya que si algo podemos decir de nosotros, tendríamos que decir que somos especialistas de lo que todavía no fue. Artífices de lo que como futuro nos toca vivir hoy:
       Una función poética articuladora del goce significante y de la muerte, por ser ella misma lo Otro de lo imposible y no lo imposible mismo, como se supone en toda la literatura sobre el tema aún en toda la obra última de Lacan. Es decir que la escucha analítica y hasta la posición del psicoanalista no alcanzan sino para que se pierda en el decir lo dicho por lo que se escucha. Pero eso no es lo que se interpreta. Lo que se interpreta, lo que irrumpe como acto, no depende tanto de la escucha como de la poesía.
       En un raconto que espero no me lleve más que dos páginas porque mucho es lo que siento tener que escribir esta noche, espero poder producir, aunque, todavía, casi cronológica; una secuencia.
       En 1971, redacté y firmé junto con SERGIO LARRIERA, FEDERICO SCHMIED, HORACIO VALLA, JORGE NONINI, ROBERTO MOLERO, WILLY  BRISTOW, el PRIMER MANIFIESTO GRUPO CERO. Hablo en este momento de mis antecedentes previos, porque yo fui el que escribió el primer manifiesto. Antes de la escritura del manifiesto, durante la escritura del manifiesto sólo una escena se me hacía importante, sólo una conversación podría ser recordada. Pichon Riviere, sentados los dos en el banco de una plaza, me dijo mirándome a los ojos, existe una articulación entre el marxismo, el surrealismo y el psicoanálisis que no termino de articular.
       Y si bien en el primer manifiesto recién nacíamos como grupo, ya aceptábamos el tiempo futuro anterior como tiempo del inconsciente, reconocíamos haber leído por lo menos dos textos bien leídos, la Interpretación de Feud y El Capital de Marx y luego llenamos toda la página con nombres de grandes poetas.
       El manifiesto por lo menos a los firmantes nos pegó fuerte. Estuvimos hasta el 74 en silencio, haciendo trabajos prácticos. En el 74 aparece la novela TERRITORIO LIBERADO de Sergio Larriera, que a su pedido prologo y al hacerlo intento definirnos como una relación sobre la que se genera grupo. En ese momento nadie dijo nada. Inmediatamente después de la novela publicamos el Número Cero de la revista Grupo Cero, con cuatro editoriales, Federico Schmied habló de lo real no simbolizable, Larriera de la perversidad estructural del deseo, Willy Bristow nos llevó a la desconcertante encrucijada donde o se pervierte el practicante o se pervierte la teoría. En mi editorial se oponían, aunque de manera ingenua, todavía, poesía y psicoanálisis bajo la faz inquietante del poeta y del psicoanalista.
       ¿El psicoanálisis tarde o temprano recurre a la poesía? 
       Para la poesía no fue necesario.
       Cuando todo está destruido no caben dudas, la única posibilidad es poética. 
       Seis meses después se publica el número uno con una sola editorial, donde aceptamos el sujeto como carente, determinamos que un poeta arriesga lo mismo que un soldado y reconocimos llorar por nuestros hermanos muertos, en diciembre de 1974.
       En 1975, publico mi primer libro de poemas en la Editorial Grupo Cero Buenos Aires, YO PECADOR. En uno de sus prólogos Sergio Larriera amenaza con matarse en caso que la poesía nos abandonara, yo por mi parte reconozco que la locura es una máscara y que más allá de todas las vueltas que estábamos dando, nuestro destino sería la palabra.
       En la novela de Federico Schmied, publicada ese mismo año, JUGAR CON FUEGO, en su prólogo nos burlamos directamente de la falta de pericia de los psicoanalistas de la escuela francesa (lacaniana) para psicoanalizar el cuerpo de sus candidatos.
        En febrero del 76 publico por mi cuenta y sin prólogo, un libro escrito totalmente bajo el impacto de la muerte de un amigo unos años más joven yo. En ese libro algo se rompe, como mínimo el poeta clásico que era hasta Yo Pecador, cuyos alejandrinos hicieron exclamar a grandes poetas españoles que Menassa había cogido el camino de Góngora, Berceo, Juan Ramón Jiménez.
        Escribo a pedido de una revista lacaniana un trabajo sobre perversiones, que titulo PERVERSIÓN O LA MUERTE DE LA PALABRA, que una vez escrito, no sé muy bien porqué tontos motivos, fue rechazado por los dueños la revista. Texto este que publicado en el 78 en Madrid, acompañado de texto titulado PSICOANÁLISIS DEL AMOR, es reconocido a doce años de haber sido escrito y a diez de haber sido publicado, por los organizadores del Congreso que nos reúne, como el acto de escritura que inaugura el campo específico del Grupo Cero: POESIA Y PSICOANALISIS.
        En agosto de 1976, todavía, en Buenos Aires, se presenta el libro de poemas AFROTIKI de María Chévez, que tiene como gracia haber sido la primera mujer que publicó en la editorial Grupo Cero Buenos Aires y, luego, se decide zarpar. Algunos a España, otros a Colombia, otros a Israel. En esa oportunidad escribo y luego leo 
LA CARTA DEL ADIÓS, que decía más o menos así:

Perseguido por todos los universos
más que Satanás, distinto de Dios,
enfriaré con mi maldad
los fuegos sagrados del infierno 
y encenderé pasiones  
allí donde la luz del bien refleje en mi mirada.

Diferente entre ángeles, superior entre demonios, no tendré paz.

Elijo partir por los caminos
donde anidan los corazones que saben del amor.  
La poesía nos acompaña.  
Águilas marinas y dorados cóndores guían nuestro paso.
Llevamos con nosotros la lepra. El que no se contagia,
ciega su ser frente al escándalo de la carne.
Buscamos el sonido impenetrable del tiempo,
nuestro destino: la palabra.
        Sólo me debo a ti, diosa enamorada. Esta vez, en esta oportunidad te trataré como se tratan, en los grandes templos, las grandes señoras.
        Escribiré tu nombre en páginas de seda.
        Me uniré a mil cuerpos, si es preciso, para que su voz, señora, disponga
de la carne suficiente para lanzarse, sin más, en busca del vacío de la muerte, y la mano negra del futuro.
        Y si algún día hace falta descansar, descansaremos.
        Haremos ejercicios respiratorios y, luego, dormiremos entre soles hambrientos de soledad y noche.
        Habrá misterios en nuestros sueños y al despertar tocarás el teclado del goce y de la muerte, sólo para mí.
        ¡Bestia enamorada! ¡Bestia enamorada! te haré tan alta, te escribiré tan profundo, que ya nadie podrá tocarte hasta el siglo que viene.
        A veces, lo reconozco te inquietan mis ambiciones y, sin embargo, bestia enamorada de mi cadencia, tu amor querrá que seas toda mía. Condenada por amor a ser inmortal entre mis versos, ya no podrás huir. Y cuando alguien te pregunte ¿qué haces ahí parada en el centro de mi vida? tú contestarás: No hay vida sin mí, por eso soy el centro de todo lo que ama. Por eso soy el centro de toda libertad.
        El mundo sé desploma, se hunde irremediablemente en el dolor. Deseo y plusvalía aman el corazón de la serpiente.
        Reencuentros taciturnos en brazos de la nada, eso fue todo el siglo:
        Mientras pensábamos en cuidar el pan, nos quitaban el alma.
        Hubo gritos y muertes y despedazamientos y todo fue inútil: mientras pensábamos en cuidar el alma, nos quitaban el pan.
        Poesía, Poeta, me ordenaban y, luego,
        cuando escribía versos o producía amor,
        disparaban sin piedad, feroces armas,
        contra la blanca paloma de la paz.

Yo soy la pluma que queda de esa historia,
un canto mal parido entre los muertos,
el trozo de verdad que viene de la carne,
la paloma inerte y despedazada
de paz, amor y libertad.
        Estoy en mí, estoy en mí, desesperado soldado de la muerte.
        Estoy en mí y me ahogo. Mí, me ahoga. Mí, siempre es los aullidos de mi muerte, en mí, la muerte se hace privada (quitada a la circulación). Ahí, en mí, es donde le pongo a un pedazo inocente de muerte en general, la semilla fatal de mi nombre, la señal de lo que me ha sido transmitido para trasmitir:

El hombre vuela, se hace nostalgia, vuela.

No vengo yo a escribirlo si soy el Otro.
Vengo a vivir agazapado esperando el sonido.
La aparición brusca de una huella dejada de lado.
Vengo transparente, con el deseo de ser atravesado.

Me dejo estar, dejo que la sed avance hasta el delirio.
Cuando la boca seca, cuando el desierto, cuando mi padre,
cuando la triste muerte compañera deja de aullar,
tiendo, tranquilamente, mi mirada por todo lo imposible.

Y no es que comience el verso o intente escribirlo.
Hay algo que me pasa que no registro, un fuego sin luz,
un alboroto interior, un algo más que mis palabras.

Y así, sin escribirlos, escribo versos.
Hay de golpe, cosas, en mis manos que no son yo.
Hay de golpe, cosas, en el mundo, que no son mi vida. 

Soy la pequeña luz que vuelve de la muerte. El pequeño canto animal de
las estrellas, el pájaro maldito que morirá cantando.

Y en diciembre de 1976, seis meses después de haber llegado a Madrid y para ahondar la rajadura escribo CARTA PARA LAS FIESTAS DE FIN DE AÑO, que intentaré, ahora, condensar en un poema:

Palabra a palabra construiré un imperio.
Soy un ser aislado, suspendido entre signos de puntuación.
Un sereno juglar de la belleza oculta, de los bienes perdidos. 

Alma me dicen y mi congoja llega hasta los límites del mar. 
Amor me dicen y se desgarra mi tierra en terremotos, caídas.

Soy un ser enamorado del pedazo de pan que me llevo a la boca.
Un solitario ser, amante del crujido del pan entre mis dientes.
Paz me dijeron y estalló frente a mí, la guerra, la vergüenza.
Paz, gritaban, mientras le cortaban las manos al cantor, al viento.

Soy mi Tristán, La Isolda, el ser vivo del otro, vieja soledad.
Esa vieja costumbre de saber recorrerme sin violencia, sin Dios.
Un punto en el centro del corazón, una coma colgando de los labios.

¡Libertad! Me gritaron, ¡Trabajo! me gritaron y libertad.
Fue divertido ver como se ataban hasta inmovilizarse.
Me agarré los huevos con las dos manos y zarpé.

Y aquí dejo la secuencia ya que todo el material siguiente está a vuestra disposición y vosotros mismos podéis sacar vuestras propias conclusiones. Pero aún y tratando de afirmarme en mi decir, intentaré una versión escrita de lo que fueron mis primeros tiempos en Madrid. 
      Poco a poco voy estabilizando las cien mil relaciones que me fueron ofrecidas (al llegar a Madrid), en dos o tres personas; quiero decir que, más que un camino lleno de aventuras, elijo el camino radiante, y por eso, intransitable de la poesía. Donde todo deja de ser lo que es. Los nombres propios son sólo palabras de unión y los sentimientos se transforman, aunque parezca mentira, también en palabras. El cielo para la poesía no tiene contenido, sino simplemente cinco letras y queda bien cada vez que la frase necesite para continuar, una palabra de dos sílabas.

No estoy maravillado con mi vida.
      Estoy arteramente sorprendido por mi vida.
      Como si hubiese vivido para otros y, ahora, no sé qué hacer con todo este vivir que nadie quiere.
      Bienaventurados los pobres de espíritu, me decía, porque de ellos será el reino de los cielos y resultaba que los pobres de espíritu eran generalmente los peores. Perros hambrientos de pobreza fatal, sin espíritu. 
      Algún día la vida va a cambiar y me lo digo cada vez y cada vez que me derrumbo, no me derrumbo porque sé, que la vida va a cambiar. 

Antropófago de las horas libres, en mí vive el horror.
      Muerte.
      No quiero maldecirte porque otros te han maldecido y en mi locura por no hacer lo hecho, amada muerte, te bendigo. Reino a tu lado exactamente en mi provecho nuevas sombras de amor.
Soy un gusano vil, tratando de
arrancarse el pellejo, que por otra parte, todo el pellejo es él

Bienamada, te brindo este poema maltratado por el oro y la lujuria de comer y beber
Te brindo este poema como se brindan sémenes oscuros
Cristales y opalinas relucientes en la propia casa de la muerte
Aquí estoy amada, con la muerte, construyendo un amor que nadie pudo 
Atado por mis vicios a sórdidas cadenas,
soy el topo maligno que escarba por las noches los secretos del mar
Tratando de llegar y detenerme, tratando de ocultarme para no ser el vuelo de los pájaros...

Estoy cansado de bucear para adentro
Inmóvil
Apresado por la falta de cielo,
                                             de tanto bucear para abajo.
      Del brazo de la muerte llego por fin a la ciudad. La ropa raída por las excavaciones, 
la vista cegada por el polvo marino y las circunstancias. Y sé, también, que otras injusticias han caído sobre mis ojos para cegarlos en mi ausencia.

Con los ojos raídos, entonces,
      con las manos atadas a la espalda por las dictaduras.
      Habitante del sur, tengo las piernas cortadas por las democracias y te lo digo, hoy llegué a la ciudad y vine acompañado por la muerte. Me sentaré a la mesa de un bar céntrico y esperaré que todo se destruya, después elegiré entre los escombros las piedras fundamentales de mis versos.
      Comenzaré diciendo:
      Europa habrá de morir entre mis brazos, entre los sonidos, de mis pequeñas, garras latinas.
      A solas con la muerte en plena llanura nacarada,
      soy el jinete muerto que galopa y, también, el impacto fatal sobre el jinete. Soy el caballo negro que galopa y el amor abierto a las latitudes de la locura, a lo simplemente desconocido.
      Viene del sur dirán, es el poeta.
      Su amor ama la guerra y llegó a la ciudad acompañado por la muerte.

Yo soy el vértigo de las palabras que nunca me pertenecerán y ella, la que me acompaña, la muerte. ¿Qué quieren de nosotros? Yo soy un gusano vil y ella, mi baba. Arpegio de una nota dejada de lado y ella, un territorio donde sólo la muerte me acompaña.
      Soy un artista, un hombre con sentimientos flojos, intercambiables, inteligencia mutable, afán de lo distinto y ella, es el arte, que al saberse superior es indiferente a todo.
      A veces vamos por la ciudad como si ella y yo fuéramos el mundo. Se dan cuenta qué ferocidad raída, qué mirada ciega.
      Y ella me compra manzanas y flores y yo me las como si ella fuera mi madre.
      Se dan cuenta qué sagacidad, qué bruma.
      Vuelvo sobre mis pasos en el intento de contabilizar lo perdido, lo hallado.
      Trozos, espejismos alucinantes donde la razón y el tiempo, son
      pequeñas verdades.
      Comienzo por descubrir mis deseos:
      Amplias lunas mojadas por las certeras lluvias de verano,
      verano aquel donde sangrante y taciturno,
      besé tu nombre oculto entre las piedras.
      Zafiros,
      esmeraldas enronquecidas por la falta de amor,
      rodeaban tu cuerpo.
      Era hermoso ver cómo morías entre la blanca espuma de tu rabia.
      Atleta de mí mismo, corporal hasta con mis propias palabras, 
      me dije amar la belleza en otras circunstancias y te salvé.
      Después fue duro explicarte que a mí, no me importaba tu pasado y que tus pequeños intentos de ser nada, eran mal vistos por la muerte, mi dama, mi única compañera en la ciudad.

Y sin embargo, la noche ha comenzado, todos duermen. Estoy en condiciones de asegurar que todos los murmullos que percibo son producidos por mi propia alma. Nadie vive en mí, en plena noche, sino yo mismo. Soy una especie de rey durante la noche. Gigante de mí mismo sobrepaso todas las barreras. Soy la belleza y, también, el detective privado de sí mismo, cuya locura, esa pasión, lo lleva a investigar sin planes precisos de un lado para otro porque, en especial, no le interesa ningún resultado.
      Más que una máquina, de noche, cuando la oscuridad ha ganado, también, mi corazón, soy el eje, más importante de la máquina, fatalmente fragmentado para siempre.
      Soy el todopoderoso que mientras vomita, sonríe. Cuando los tiempos donde nadie se acerca (períodos en los que mi lepra se perfila como muy contagiosa) la soledad siempre me tira una cuerda para que me ahorque y, sin embargo, yo soy un hombre capaz de sacarse a sí mismo de sus propias casillas. En estas ocasiones llego a pensar que soy el vientre del nuevo hombre, y todavía cuando sea posible, me quedará aún la dura pena, de no ser el hombre nuevo, sino sólo su madre.
      Espejismos sin límites esta materia gris que me acoge
      ¡Qué locura!
      Tantas veces pensé Controlar mi cuerpo, administrar mis sentimientos. 
      Tantas veces pensé ser el mejor, rata negra y profunda, atada a sí misma,
roía mi cuerpo. Para demostrarme a mí mismo, la capacidad de reconstruirme, 
la elegancia cuando vuelvo de la muerte como si volviera de una tasca.
      De noche mis resistencias, son tenues niñas temblorosas, que más que resistir, recuerdan con su temblor que han sido vencidas. Soy un ogro temible y aún el que lo dibuja. Soy una Voz en medio exacto de las tinieblas y vivo acosado por mis deudas. Soy el pordiosero que clama venganza y no lo conseguirá. Me entrego a la alquimia de mi voz y me descompongo, aún, en partes más pequeñas. Soy el pequeño agujero donde tu rabia, conquista el universo. Soy el dedo de un pie, que te recuerda viejos olores campesinos. Soy el árbol prohibido y poseo los intocables frutos del saber y soy, al mismo tiempo, los frutos podridos que arrastra la corriente como pequeña carroña para pequeños pájaros. Soy la bestia rosada que tiñe con su maldad los ritos del amor y soy el más encendido rito del amor, la hoguera donde la reunión de los amantes concede la eternidad al mundo de las formas. Gritos espléndidos, fuegos de artificios desesperados, termitas enamoradas y salvajes, devoran lentamente a la rosada bestia de la maldad.
      Decir que es fuerte lo que me toca vivir, no es decir, prácticamente, nada. 
      Lo que me toca vivir es nuevo, inesperado. Salí de Buenos Aires el 21 de agosto de 1976. Como exiliado pero voluntario, más que un exiliado, un hombre que no sabe exactamente qué dirección irá a tomar. Todos me trataron mal, los que se quedaron por haberme ido sin necesidad de un lugar, y los que me recibieron, por llegar a un lugar donde, por lo menos aparentemente, nadie me necesitaba.
      Después de mil intentos desesperados, mil cartas a Buenos Aires sin obtener la respuesta deseada, mil caminatas por las calles de Madrid buscando el reconocimiento deseado sin hallarlo. Me recomendé reposo y con mis últimos dineros me compré una inmensa máquina de escribir y desde hace más de tres años ya no escribo cartas y tampoco salgo de mi casa. Médico antes de nacer, ya que mi padre lo deseaba así, me fui dando cuenta que la tristeza, la soledad, habían transformado mi personalidad.
      Sólo estos versos que voy a leerles son testimonio de mis transformaciones.
      Hubo días y noches que no encontraba consuelo y los versos se agolpaban como caballos furiosos en mis manos y mi boca sangraba de tanto querer detener las palabras como cataratas de fuego. Y todo lo que me dominaba estaba en mí, esos días, esas noches, digo, Cuando la página escrita era el único sobreviviente.
      Me vanaglorio de haberme permitido escribir estos espacios en blanco, que suelo producir entre verso y verso, entre realidad y realidad. No estoy para decir vengo del Sur, hoy más bien, quiero recomendarme un paseo por la ciudad. 
Ampliar mi corazón para que entren los nuevos monumentos. 
Ampliar mi corazón, engañar a la muerte, enamorarme por fin, de una mujer.
      Vivir doscientos años escribiendo no es ninguna broma, es una idea. Que con el correr de los años como todas las ideas tendrán sus fundamentos. Por ahora, lo entiendo, todo lo sostiene el deseo, la furia por escribir.
      Ella me lo dijo en una de las noches, si no puedo yo alguien podrá. Eso es un buen pensamiento, para llevar adelante la vida de todas las mujeres y de todos los hombres de la tierra. Es decir que más allá de yo, siempre habrá otro esperando mis ideas para materializarlas, esperando mis versos para vivirlos, esperando mis errores para rectificarlos, esperando mis silencios para cantar los mejores poemas sobre esa nada que dejé.

Y ese otro, todo lo espera de mí para transformarlo, para hacerle dar un paso más.
      Por ejemplo, cojo la enciclopedia británica y me la meto en el culo y ustedes ya saben todo el trabajo que costó producir esa enciclopedia y, sin embargo, luego vengo yo y me la paso por los huevos.
      Grandes hombres, grandes pensadores, me esperan cuando ya no estaré.

Sonidos de claves inexistentes arranco de mi voz.
      Belleza que sólo se produce, artificial, en mi canto.
     

Después también cosecharé limones y frambuesas y ya nadie preguntará nunca de donde provengo. Todos me amarán como algo íntimo, algo propio, y cuando alguien pregunte por mi edad, contestarán a coro, eso no se pregunta, el poeta nació con España.

¿Viste? el antiguo y famoso mundo
era una naranja exprimida y seca.
¿Viste el final?
Los muertos que veíamos caer a nuestro lado
éramos nosotros y la sangre era nuestra.
Y el futuro que aparecía despedazado, era nuestro futuro.
¿Viste el azul del cielo manchado de rojo carmesí?
era nuestro pecho y la pradera bombardeada
y los pequeños trozos macerados de carne saltando por los aires,
eran nuestro cuerpo, ¿viste qué horror?

Y sin embargo... renazco mi amor, renazco de las cenizas, como los pájaros más antiguos, como los más antiguos dioses. Renazco, mi amor, renazco con una fuerza inconcebible. Vengo de lo que podría haber sido mi muerte para siempre, tu falta de amor, y sin embargo, vuelvo casi ileso, con marcas, raspaduras, pero ileso. Nadie lo hubiera podido concebir de tal manera. Uno se imaginaba que después de ti para mí sólo era posible la muerte. Pero ella no quiso saber nada conmigo, era demasiado joven y poco conocido como para morir. Y aquí estoy amada, vengo a recordarte nuestros días pasados, todas las lujurias y todos los perdones. Vengo a recordarte con mis versos la,
infinita alegría de tu carne. 
      No temas, no haré ninguna confesión. A mí, la realidad nunca me interesó demasiado. Escribo con la sabiduría de saber que con cualquier tontería de la realidad podrás invalidar todos mis versos, pero de cualquier manera no renuncio a decir lo nuestro a mi manera.
      Fue bello, ves, no lo niego, fue sublime. 
      Yo también estuve enamorado de todas tus mentiras. De todas tus deformidades. Era bello ver, cómo reíamos de la muerte. Un día lo recuerdo perfectamente bien, me dijiste, tengo lepra en el alma, tengo todos los sentimientos picados por la sarna, me rasco de piojosa no de aburrida. y cerraste los ojos para decirme, ya ves querido, soy una puta fina, no tengo precio. Mi precio es el amor.
      Y claro, yo me enternecía, te veía una señora queriendo jugar al carnaval y eso me divertía mucho. Varias veces alquilé varios payasos, varias bailarinas para que tú fueras la marquesa del tango, la famosa colombina vestida de pierrot.
      Yo no tenía ninguna duda al respecto, pero tú querías ganarme retóricamente la batalla del amor. Te encerrabas en un mutismo alarmante, a veces
hasta pensé en consultar con tu marido o con tu padre, esas tardes en las que llegaba a sentir que en toda tu locura no había ni una sola gota de amor.
      No sé qué pasó, las cosas no nos iban mal. Hacíamos el amor seis o siete veces por semana. Fumábamos unos cien canutos juntos semanalmente. Éramos invencibles y de golpe te fuiste a tu ciudad natal, hablaste con tu madre y luego me abandonaste de tal manera que no te vi partir, que ahora podría hasta no recordarte, ¡qué barbaridad!
      Busqué desesperadamente entre los escombros
      y encontré escombros.
      Genios partidos en mil pedazos.
      Verdades aniquiladas por su fragmentación.
      Tanto culto a la poesía, también haremos de Ella un tirano.
      Cuando alguien me pregunte cómo lo hice, contestaré y no contestaré: no tuve dioses. No tuve almas. No tuve amores. No tuve encrucijadas.
      No fue necesario hacer nada.
      Contestaré y no contestaré: el mal y la pureza se inclinan frente a mi respuesta que no responde nada.
      Es siempre un viento helado lo que define la situación como frágil. Es una fragilidad del viento lo que precisamente, permite que la poesía sea antes que la fragilidad y es una interpretación que la fragilidad soporte el ansia de tres sujetos.
      Cuando ya nadie se pregunte nada, estaremos todos muertos, las palabras también.
      Una pequeña verdad queriendo ser la expresión de una polémica contemporánea y futura.
      Si lo real verdaderamente psíquico es lo inconsciente, la verdad es el sesgo donde se constata dicha imposibilidad. Y su demostración habrá sido patente en cada signo de puntuación de cualquier escritura. 
      El método de interpretación psicoanalítico, al darnos las características del objeto que lo produce, nos dice: algo que no está en ningún lugar como tal eso, sino entredicho. Entre palabras. Entre nervios. Entre personas.
      En esta inexistencia todo es imposible. Desde un vacío a una plenitud.
      En esa invisibilidad cualquier movimiento es silencio. 
      En semejante silencio cualquier palabra (aún una palabra tonta) produce una interrupción. un punto, una desilusión.
      El saber suponía saber y ese fracaso, esa sombra rota, es verdad.
      Un timbre abierto a la ignorancia,
      un sentido, entre sujetos del inconsciente, lanzado hacia la nada.
      Hacia lo que no se podrá, hacia lo que no estuvo.
      No es una pieza clave lo que se busca, la pieza que se busca no existe, principalmente porque todavía no fue.
       La causa en psicoanálisis viene del futuro.
       Es decir que la transferencia no es sólo (si acaso lo fuera) la repetición ciega de estructuras pasadas, sino que la transferencia es, sobre todo, el desarrollo de su futura dilución.
       Allí donde Ello estuvo (la Muerte) yo he de advenir.
       Allí donde yo he de advenir estuvo, desde siempre, esperándome la Muerte.

Y soy americano y soy América. Mi voz es una voz americana.
Mis lujurias, mis locas ambiciones de volar, son americanas.
Y Madrid, mi querida, mis pequeños huérfanos parisinos,
no es Europa, ni lo será en mil años.

MADRID ES TROZO CENTRAL DEL GRAN DIAMANTE AMERICANO
la lengua que genera un don que la supera.
La increíble madre que se quedó sin dueño
y se deja llevar tranquilamente por sus hijos.
El tiempo no es el ser,
pero el ser no puede ser fuera del tiempo.
Y tiempo es una lengua, una escritura.

Yo soy, de piedra, el indio americano,
que no mató España en la conquista.
Vengo de un cielo, espléndido, sin dioses.
De una llanura, fértil, casi sin límites.
Soy el sangrante y hablador guaraní.
La lágrima límpida del maya,
el surco abierto, con firmeza, por el inca,
la tristeza infinita, de lo que no muere.

Soy el árbol, la fruta, la pérfida esmeralda.
Plata descuartizada, ametrallado cobre.
Montañas y mujeres saqueadas en nombre de Dios.

Soy de América la pluma diferente
indígena y galáctico, histórico y superfluo,
granítica presencia, hiel de los tiempos.

Aplastado por el hambre, crecí profundo,
llegué a tocar en el centro de la tierra,
en el borde, exacto, de la vida,
el fuego máximo, los calores extremos.

Fui expulsado del centro mismo de la tierra, 
por ambiciones de mineros y comerciantes.
Las aguas me llevaron hasta donde el océano, 
se repliega sobre sí mismo para ser el amor.

En esa negra profundidad turbulenta 
donde no había cúspide posible,
de la perfecta roca surgió mi cuerpo.

Pescadores y gobernantes me expulsaron del mar.
Y, aún, mitad fuego volcánico, tierra, mitad agua desesperada
Vuelo ahora, perfilándome viento, letra futura.

 

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