Poesía y Psicoanálisis (1971-1991) Miguel Oscar Menassa -1995

 

1987 -MADRID

EDITORIAL DE LA REVISTA «APOCALIPSIS CERO»
N.º 17-18

Aquí soy el que os habla porque no estaba destinado para eso.

He viajado a mi ciudad natal, he besado como cada vez que paso por Buenos Aires, a mi madre, he dicho mis mejores versos para los mejores oídos y estuve con el pueblo en la plaza y besé a una mujer en plena boca delante de todo el mundo. Un día antes de viajar a mi ciudad, Madrid, pasé por el manicomio de Buenos Aires, para que la locura, también, tuviera su poema. Le confesé a una periodista cierta verdad sobre el Grupo Cero y luego, volví tranquilamente a Madrid.
      En Madrid, recordé hasta llorar varias veces, los cánticos del pueblo, el buen decir de los periodistas, las frases célebres de mi madre de cuando yo era chico y hacía mis travesuras y escribí seis sonetos dedicados a mi primera patria.
      Después me entregué de lleno al servicio de inteligencia Israelí y me hice revisar hasta los huevos con la intención de demostrar que mis intenciones eran santas. Y así fue que mientras en Madrid, insisto, mi ciudad, se realizaba la gran comilona lacaniana, yo estaba en Jerusalén.
      Esta vez la carne iba a ser puesta a prueba. Me acerqué lentamente al Muro de los Lamentos y a medida que me acercaba me invadía un ritmo de rezo que se traducía en palabras que no eran de ningún idioma y así de golpe llevando mi concentración al máximo, conseguí ver la verdad de ese pueblo:
millones y millones de muertos le daban la razón.
      Cuando pude desprenderme del llanto infinito de los que me rodeaban, me descalcé y dirigí mis pasos a la mezquita de Omar y mi gran sorpresa debo decirlo, fue darme cuenta que esa voluntad de silencio, tenía millones y millones de muertos que le daban la razón.
      Después me arrodillé para poder penetrar en el sepulcro de Cristo y ahí, es bueno para todos que lo diga, rocé lo siniestro al ver que a tanta expiación el mundo entero crucificado le daba la razón.
      Me dejé caer sin fuerzas en el mercado árabe y tuve miedo varias veces que alguien me matara. Unas veces temí que me matara algún árabe por mi porte de europeo. Otras temí que me matara algún judío, por mi nariz aguileña, mi piel oliva.
      Nadie me dijo nada, nadie me miró, nadie reconoció en mí un semejante. 
      Había guerra era claro, los diarios sacaban noticias de eso, la televisión pasaba imágenes de guerra.
      ¿Pero cuál era la guerra? ¿Cuál?
      Le di un beso a mi nieta y le dije que era hermosa.
      Ya en el Aeropuerto de Ben Gurion, me encontré con un joven gaditano y no sé por qué se me ocurrió darle una palmada en la espalda y decirle ¡Macho, qué Patria tenemos los españoles! , y el joven, temiendo que yo fuera del servicio de seguridad del aeropuerto, me respondió azorado: sin embargo, Israel es muy bonito.
      El estado más bonito del mundo insistí yo, tratando de arrancar de esos labios una verdad. Ahora el joven gaditano con una pícara sonrisa en su rostro me contestó, sí, muy moderno, pero mezclado con la religión más antigua del mundo, y sonriendo todavía, me lanzó una pregunta franca. ¿Usted trabaja en Madrid? Yo tratando de evitar la mirada de una casamentera polaca le contesté sinceramente: de Madrid soy el dueño.
      Mire, le dije, cuando yo camino por las calles de Madrid, no es que todo tiemble, porque Madrid no tiembla nunca, pero cuando camino por las calles de Madrid algo se mueve en mí. No sé, una lágrima mía, derramada, tal vez, hace diez años, por no sé qué amargura. No sé, alguna música, algo caliente que tiene Madrid cuando camino por sus calles.
      Mire cuando yo escribo mis versos en Madrid, la ciudad, la capital de España, ¿entiende? el centro de la lengua castellana, se detiene en mis signos nos de puntuación
Cuando escribo Madrid y pongo un punto no hay cojones que me lo pueda discutir y si quiere saber de qué trabajo en Madrid, lea versos.
      Yo fui el que haciendo de Madrid mi nueva patria puse en el centro de su corazón los colores del verbo.

Aquí me planto y creceré y aquí echaré raíces
y tendré brotes que a su vez tendrán otros brotes.
Decreto a la reseca meseta castellana la patria del poeta.
Arrancaré perfumes de tus rocas
como de flores en la estación del sur
y alguien dirá: antes de los colores del Poeta
Vos, eras gris. Y yo recordaré haberte pintado los labios con mi nombre.

      Y qué, me preguntó amablemente una mujer hermosa en hebreo, acaso vino a Israel a fundar el Grupo Cero judío. ¿Qué es eso de la poesía y el psicoanálisis? Yo que a pesar de mis esfuerzos no pude captar todo lo que esa mujer me preguntaba, igual intenté una explicación. Soy poeta desde que tengo 15 años, no me va a hacer una cuestión también por eso; en cuanto Grupo Cero, sin intención de venderles nada, es un invento Hispano-Argentino, que a Israel le conviene. El Grupo Cero piensa que lo mejor para un hombre es una mujer y se rige para eso de la distribución del sexo y del dinero por ideas de dos viejos judíos Freud y Marx, del resto es fácil darse cuenta, ¿me entiende?
      Shalom, me dijo la bella mujer judía con una sonrisa.
      Shalom, shalom, le contesté yo moviendo todo mi cuerpo para saludarla última vez, mientras me llevaba por delante en el saludo, a un guardia civil que con su sonrisa de estar pensando en otra cosa me anunció con claridad que estábamos en Barajas. Aeropuerto Internacional de Madrid, mi ciudad.
      Y no es que por repetido el murmullo deje de ser canción: Grupo Cero Madrid es Poesía y Psicoanálisis y si usted estuvo a un palmo de entender lo dije, no me diga nada, vaya y escriba:

Vengo, esta vez, de los cercanos desiertos del oriente
y de las más luminosas capitales del sur.
Como es mi costumbre no vengo a decir nada
Vengo a dejar grabado lo que, todavía, no fue.

¿Habrá sido algún tiempo, mi escritura?
¿este verso que escribo de quién será?
¿Serán acaso, las voces lastimeras del muro?
¿el silencio del templo, la cruz de cristo?
¿El Argentino pueblo, pidiendo lo imposible?
¿esa mujer judía que me deseaba paz?
¿o el árabe taciturno que murió en Granada?

Y ahora decid, de quién son estos versos.
Se lo digo yo que soy quien los padezco
estos versos escritos en Madrid, son de España.

      Y para no dejar de lado el aspecto estrictamente psicoanalítico de la cuestión quiero escribir para terminar con un acto que dé comienzo a esta nueva aparición de APOCALIPSIS CERO, sobre lo que no sé, aún sabiéndolo:
      El Otro del Otro es La Mujer o cuando no, La Poesía y como queda con claridad expuesto, no tuve necesidad de recurrir a ningún metalenguaje para decir lo escrito.
      En cuanto al goce que habla nos suena viril, platónico, para decirlo en castellano. El goce de la mujer y de la poesía son dos acontecimientos, no hablan.

 

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