1985 -MADRID
EDITORIAL DE LA REVISTA «LEYENDO A
FREUD» N.º 0
¡Cuántas veces! me
pregunté a mí mismo, si era posible el mundo.
¡Cuántas veces! me
respondí sonriendo.
¡Cuántas
veces! me respondí gritando: mundo altivo y grotesco, te podremos
Claro
está, daríamos por ello toda nuestra energía. Nuestra propia vida y ciertas
precisiones de una teoría general, serían nuestras armas fundamentales.
En
principio, nos aconsejamos tomar distancia de los recuerdos infantiles;
conocer el amor; hablar; leer algunos libros; escribir algún verso. Y eso fue
todo.
Fuerza
y palabra unidas rabiosamente en cualquier dirección, parecía, al principio,
que iríamos a parar a la mierda, os lo aseguro. Después, el tiempo, nos llevó
de la mano, escribiendo, por el camino de la muerte. A los sobrevivientes,
más allá de modos y modales, nos otorgó un sexo, una palabra. Somos esas
caricias provenientes de las noches más negras. Un incalculable amor en medio
del desastre.
Aprendimos
rápidamente que sin mencionar a Dios es absolutamente imposible saber de quién
es el tiempo. ¿A quién pertenecen las horas? Los recuerdos de las horas pasadas, la ilusión de las horas por venir. ¿A quién
las horas del amor? Los vericuetos del tiempo del amor. ¿A quién pertenecen?
Espero
saber acogerme sin vergüenza a mi destino: Viví entre ellos, soy un grupo,
varias personas, tengo las palabras de todas las clases sociales posibles en
este tiempo. Fui todas las enfermedades. Toda la peste y toda la gloria posible.
Soy el más indicado para decir, para empezar a juntar lo que la dictadura, en
su afán de reproducirse, ha separado.
Pretendemos
una página en blanco permanente. Ese ha de ser nuestro lecho de amor y,
también, nuestro campo de guerra.
Y
para que a nadie, en el principio, se le ocurra pensar sobre lo que es, digo:
El
hombre es escritura. El resto, sin violencia, ganado taciturno esperando morir
en alguna quietud.
Escribiendo,
robándole esas horas a la vida, así hemos vivido nuestra vida. Os
invitamos a
vivir con nosotros en una página, entre palabras combinadas por muchos.
La
poderosa muerte unida a los vocablos más sutiles.
El
cruel espanto, el dolor más extremo, besados por la luz.
El
verso más antiguo bordado en tus cabellos.
Entre
palabras, por túneles secretos, hacia lo no sabido.
¿Dirigir
una revista de psicoanálisis?
¿Psicoanalizar
una revista de psicoanálisis?
¿Psicoanalizar
desde una revista de psicoanálisis?
¿Transmitir el psicoanálisis?
¿Amar
definitivamente la poesía?
Sólo
después sabré, sólo después sabremos.
Cuando
lo irremediable pregunte por sí mismo
cuando
la muerte venga anudada en un punto
cuando
el baile sonoro de los días detenga su mirada,
vendrán
de nuestra vida los saberes y, ahí,
ya
no seremos éstos, sino lo escrito.
No
vengo por nadie en especial, vengo por todos. Hablar y amar fue todo mi pasado.
París mi prehistoria, donde Lacan y hablar estuvieron de moda.
Muerto
Lacan porque hablar no era suficiente Madrid puesta de moda por los pequeños
parisinos que quedaron sin padre me deciden a todo: Madrid, mi pequeña Madrid,
el vientre exacto de mi lengua, no temas. Nadie podrá pasar, soy el que
escribe, el que vertiginosamente se adelanta en las sombras.
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