4 de febrero de 1977,
Madrid
te escribo para decirte
que todo va mal.
La ley,
ese fuego eterno que hizo posible al hombre puede,
si se quiere,
ser también su propia destrucción.
En ciertas posiciones, amada,
deberías saberlo,
sus llamas,
sus lenguas de pasión,
pueden arrojarte definitivamente al vacío.
Recordarás seguramente en el vacío,
el tiempo en que mis pequeñas palabras
lamían tu ser
y eras propicia al goce.
¡Oh! voluntad de los amantes y sin embargo
nada será posible.
Vientos de la locura desvían las llamas
contra tu propio corazón.
Tu llanto,
inseparable y vigoroso llanto,
pondrá otra vez mi cuerpo contra el exterminio.
¡oh! mi pequeña enamorada muerta,
mi cuerpo está en peligro
se incendia vanamente.
La ley,
reposa ahora en mis genitales,
el incendio es total.
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