Cartas a mi mujer

Miguel Oscar Menassa, 2000

 
 

JUEVES 30 DE OCTUBRE, 15:45H

Te escribo, ahora, desde la terraza de la suite. El sol es abrasador y, por otro lado, tengo que terminar la carta. Sólo me queda hoy, lo que falta de hoy, ya es la hora de comer, y mañana.

Dos días y una misión, terminar la carta pero, también hacer las maletas, volver a guardar los cien libros que traje para entretenerme, las 1.000 páginas que traje para corregir, las camisas, las corbatas, los calzoncillos sucios, también, de amor y terminar esta carta y despedirme del Casino.

Ahora espero la comida. ¿Quién me ha visto y quién me ve? Voy a almorzar una tortilla de espinacas y una ensalada de endivias. Brutal. Lo que me ha pasado a mí en la vida, mi amor, debe haber sido brutal. Terminé comiendo espinacas como Popeye, quiero ser fuerte, quiero ser fuerte pero, también, soy un viejo boludo. Cualquier pibe de 20 años lo podría decir.

He comido, he zanjado cuestiones fundamentales de mi cuerpo. Puedo ahora volver al sol, a la escritura, a esa tierra mansa que, siempre, fue el poema para mí. Esa infinita llanura sin principio, sin fin, sin esperanzas.

Esa mujer perfecta sin halagos, sin concesiones, siempre fue mía.

Y yo que, en definitiva, era un muchacho de barrio yo te amaba a vos, en ella, permanentemente. Y siempre éramos millones cuando hacíamos el amor. Hasta las estrellas envidiaban esa titilación incansable.


 

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