FREUD Y LACAN -hablados- 5

Miguel Oscar Menassa -2014

 


MÁS ALLÁ DEL PRINCIPIO DEL PLACER  

III

“Más allá del principio del placer” es un texto clave, incomprensible en su totalidad aún para Freud, en tanto cuando a él le toca decir qué opinaría si le preguntaran acerca de lo que acaba de decir, es decir, de la existencia de la pulsión de vida y de la pulsión de muerte, él diría que ni está en desacuerdo ni está de acuerdo, que el sabe que con tonterías no, pero con cosas importantes, siempre está el fantasma del investigador que tendenciosamente hace arribar las cosas al lugar del deseo del investigador.

Freud que fue el que abre el campo, el nuevo continente de lo inconsciente, se daba cuenta de que si él no tenía algún deseo, el deseo del analista, era absolutamente imposible generar el campo. Freud en este texto, además, cuando lo está escribiendo, pide que le permitan cierto grado de especulación.

Esto de las interrupciones nunca termina de ser desagradable del todo, porque en este texto precisamente, Freud dice que sólo vivimos por las interrupciones que se van produciendo en una tendencia natural de la sustancia viva a morir. Es decir, que las interrupciones, los errores, son los que consiguen que no se produzca el cortocircuito, que rápidamente llevaría a la muerte. Que si no hay error y no hay interrupción, la sustancia viva tiende a no serlo. Entonces diría: “agradezco infinitamente vuestra llegada tarde y lo incompleto que va leyendo el texto”. 

No me lo hagan muy serio, porque si me lo hacen muy serio yo mismo no puedo pensar. Si ustedes creen que todo se lo voy a decir yo, están casi perdidos.

Lo explica el texto, estoy hablando de “Más allá del principio del placer”. Si se llama Más allá del principio del placer ¿cómo va a comenzar el texto? Todavía no lo hemos leído, estamos leyendo a Freud, 1920 ¿cómo tiene que empezar el texto?: Explicando que los fenómenos psíquicos se conducen espontáneamente regulados por el Principio del placer.

Esto es ya sabido en psicoanálisis, dice Freud, en tanto que para mostrarles como abre el capítulo, dice: “en la teoría psicoanalítica ya suponemos que los procesos psíquicos están regulados por el Principio del placer”, es una cosa sabida. Freud ya plantea este problema en “El Proyecto de una psicología” en 1895.

No es una cosa nueva el Principio del placer, es una cosa ya establecida. De cualquier manera, Freud aquí tiene una sutileza, una fineza para volver a repetir lo que ya sabemos. Trae nuevamente a Fechner en algo que para mí es excepcional, la frase que él consigue articular con su manifestación. Que entre el límite del placer y el límite del displacer que son dos límites diferentes, existe una zona de indiferencia estética. Después, no nos vaya a preocupar poder leer en Freud que aquello que está entre percepción y conciencia, fuera de toda representación óptica, fuera del aparato óptico con el cual se representa el aparato psíquico, ha de ser el inconsciente.

El hecho que el Principio del placer, en el cual no voy a tener el placer de ahondar hoy, porque me imagino que ustedes tienen como una filosofía de lo que es el Principio del placer, es el mecanismo tendiente a respetar una cierta armonía posible. Es decir, todo lo que sea aumento de tensión, podríamos leer todo lo que sea significante, va a producir un desarreglo tal, que hará intervenir el Principio del placer para que mediante alguna de las figuras del lenguaje, recupere el equilibrio perdido. Éste Principio del placer, primitivo, no demuestra ser, dice Freud, el dueño de todo el funcionamiento psíquico. En primera instancia, porque que haya una tendencia a un fin, no quiere decir de ninguna manera que este fin se consiga y aún, como nuestra experiencia personal nos demuestra, una vez conseguido el fin, no lo logramos totalmente.

Entonces, es inexacto, dice Freud, pensar que el Principio del placer es el que regula el aparato psíquico.

Cuáles son las causas, se pregunta Freud, inhibidoras del funcionamiento del Principio del placer, es decir, cuáles son las causas psíquicas que perturban el mecanismo del placer y en lugar de placer, hacen aparecer displacer. Freud aquí es contundente. Hay un sufrimiento, un displacer normal, le llama así. Normal que quiere decir, en el registro en el que Freud está viendo las cosas, creíble.

Hay una máquina de displacer creíble, es decir, normal, objetivable y esta fuente de displacer objetivable, es el Principio de realidad. Principio de realidad que como tantas veces dijimos, no trabaja para la realidad, sino que trabaja para el Principio del placer, pero al Principio de realidad le pasa lo que a mí con ustedes, que trabajando por ustedes, trabajando para el Principio del placer, los voy educando, es decir, los voy haciendo renunciar. Trabajo para él, pero a costa de que él renuncie a lo perentorio de su pedido, es decir, el Principio de realidad establece las pautas, las normas y el tiempo de realización del Principio del placer, que no es cuando sube la tensión, o cuando una cadena significante me recuerda que soy un ser vivo y entonces reacciono descargando para sentir placer, sino que el Principio de realidad, ordena y educa, domestica, como dice Freud, el mecanismo. Pero no es que trabaje para la realidad, trabaja para el Principio del placer.

“No lo hagamos aquí, querida, delante de todo el mundo” eso es el Principio de realidad. Como ustedes ven, no trabaja para la realidad, no dije: “ No lo hagamos que está prohibido”. Entonces, le enseña al Principio del placer eso que después en la vida tanto cuesta, renunciar a algo para poseer otra cosa.

Y hay otra fuente normal del displacer, dice Freud, una más. Otro modo normal de displacer en el cual ustedes también se van a ver absolutamente reconocidos, son los conflictos. Da una explicación sencilla sobre los impulsos: algunos impulsos no le convienen al aparato y entonces se instala el mecanismo de la represión, pero el mecanismo de represión es también su contrario, es el retorno de lo reprimido. Si hay represión, va a haber retorno de lo reprimido. En Junio, en el Congreso sobre psicosis, vamos a ver que esto es absolutamente fundamental, porque en la psicosis no hay nada que retorne. La diferencia fundamental entre la psicosis y la neurosis es que en la primera no se trata de un encuentro en el orden de lo no realizado, como en la neurosis, en tanto hay represión, entonces el encuentro no es en el orden de lo no realizado, sino que en el proceso psicótico no hay encuentro. En la neurosis, cuando hay retorno de lo reprimido, es decir, cuando cualquier impulso reprimido tiende a expresarse, produce displacer, es decir, algo que debería haber sido placer no es sentido como tal y ése es el problema del neurótico. Un placer que debiera haber sido placer no es sentido como placer sino como displacer.

El descubrimiento primero es el Principio del placer. Antes de “La interpretación de los sueños”, y eso guía toda la obra de Freud, todo lo que se desprende, todos los mecanismos defensivos del Yo provienen del Principio del placer, están aunados a él, porque para qué va a haber represión, si no hay principio del placer. El Principio del placer instala la represión para no sentir displacer y ¿las resistencias del yo para qué son? Las resistencias del yo en el psicoanálisis se producen por la existencia del Principio del placer, porque me resisto a que aparezcan contenidos inconscientes que me produzcan displacer en la conciencia, entonces instalo los mecanismos de defens del Yo, hago las resistencias en psicoanálisis. Fíjense en la importancia del mecanismo del Principio del placer. Freud aquí dice que es injusto, es inexacto decir que la vida psíquica está regulada por el Principio del placer.

Tan revolucionario es este texto para la obra freudiana, que Freud cuando lo termina de escribir dice: “si a mí me preguntaran, no estoy seguro”. Pero Freud demuestra ser un investigador y entonces continúa avanzando sobre todos aquellos lugares del sujeto psíquico donde se puede tender a demostrar que eso que ocurre está fuera del Principio del placer. Entonces hay dos hechos semi-normales que son el Principio de realidad, que produce displacer y, pasa a estudiar las neurosis traumáticas. En realidad no mucho de ellas, sino simplemente para llamarnos la atención sobre que la vida onírica que padece una neurosis traumática, lo lleva al paciente a reintegrar el momento del trauma. Después de decirnos sobre la neurosis traumática, como ustedes habrán leído, porque no quiero entrar en estos temas, cosas muy importantes. Como por ejemplo, que en un accidente automovilístico es más traumático no tener herida que tener herida, más traumatizante psíquicamente. Poder diferenciar la angustia de lo que él llama susto y de lo que él llama miedo, que nunca nadie ha tocado jamás, que después de escritas estas concepciones no han podido ser ni tocadas por más que muchos, algunos de ellos grandes como Lacan, intentaron hacer progresar esta teoría.

Que si bien progresa, hay situaciones que Freud ha descrito tal cual parecen ser, que es una ilusión porque las cosas no son de ninguna manera. Para hablar de miedo, tiene que haber un objeto exterior, es decir, el miedo sería casi el mayor grado de elaboración, en tanto proviene del exterior y se refiere a un objeto existente. Sobre la angustia, Freud piensa que es precisamente algo tan particular del sujeto psíquico, que en última instancia, la angustia es lo que previene del trauma psíquico. Es decir, si hay angustia, hay señal. Si hay señal, no puede haber sorpresa que es lo que necesita la acción traumática para ejercer su poder.

De esta manera Freud diferencia tres grados de sensaciones frente al peligro, bastante distintas. Pero a Freud le llaman la atención los fenómenos paradójicos y entonces dice ¿porqué si la vida onírica del traumatizado lleva al paciente a reintegrarlo a la situación traumática, la vida despierta no? En la vida despierta, todo lo que hace el sujeto traumatizado, es alejarse de la situación traumática mediante elaboraciones, racionalizaciones, olvido, juego, diversiones. Es decir, como si Freud dijera: hay algo que se traumatiza en el trauma o la función onírica se traumatiza, en tanto escapa a la regulación del Principio del placer o se ponen en evidencia las tendencias masoquistas del yo inconsciente, porque son soñadas.

La neurosis traumática no necesita para establecerse, de un trauma real, no necesita que haya guerra, (aunque él la estudia en la guerra) para que haya neurosis traumática, ni choques, ni accidentes automovilísticos, ni peleas con los novios o las novias.

Cualquier cosa que venga del exterior y perfore –por decirlo de alguna manera– la barrera de protección de lo psíquico, que ya vamos a ver qué es, produce los efectos de la situación traumática. Es decir, que una situación traumática puede ser producida por una ambición en la acumulación de significantes. Voy a mi psicoanalista a fin de mes, y él, en lugar de cobrarme me da 50.000 pesetas, eso puede tener la característica de una situación traumatizante. Entonces, hay algo en la neurosis traumática que escapa a la regulación del Principio del placer, el abandono a aquel suceso, porque no se trata de hablar de las neurosis traumáticas, porque ya las trata en otro lugar, y entra en el divino Fort-da, es decir, entra en el juego de los niños, en ese juego que después tantas veces tantos autores han repetido, han tratado de estudiar, han tratado de ver, ese juego donde se supone el momento primordial de esos acontecimientos fuera del Principio del placer.

La observación clínica, que a mi entender es muy importante, es que el niño jugaba a tirar objetos, es decir, jugaba al o-o-o, jugaba a poner fuera, jugaba a hacer desaparecer, eso era a lo que jugaba el niño.

Luego hay una coincidencia en que estando la madre presente, al irse la madre, el niño juega también a tirar objetos, con la coincidencia de la desaparición de la madre, podríamos decir así. Y muy pocas veces, entre ellas la vez del carrete, el niño completa el juego con la reaparición del objeto. Se iba la madre, entonces el niño tiraba el juguete o-o-o/a-a-a es decir: fort (afuera)/ da (aquí), y luego traía el juguete, el carrete que él sostenía con un hilo, lo hacía desaparecer a través de la cuna y luego, tirando del hilo, lo hacía reaparecer, traía el objeto que había tirado, que había expulsado; el juguete, el carrete.

Pero esto lo ha hecho muy pocas veces (el juego completo), generalmente repite sólo la desaparición del objeto. Entonces Freud se vuelve a preguntar por lo paradójico ¿porqué siendo placentera la segunda parte del juego, el niño repite más veces la primera parte del juego? Es decir, repite mucho más el hacer desaparece que el hacer aparecer.

Pregunta: Es decir, que antes de ese momento no hay adentro ni afuera, es él y el mundo una sola relación, dentro del Principio del placer no hay interrupción. Este juego sería de pasaje.

– ¿De pasaje a qué?

– Al sujeto.

– Si, a mi entender es la fase del espejo. Vamos a analizar el juego, decimos, cuando la madre se va, y yo quisiera que ustedes jugaran a eso, miren al compañero que tienen al lado y que el compañero agache la cabeza y hagan la cabeza como si fuera todo el cuerpo de la madre, y van a ver que pasa un fenómeno interesante. Yo la veo a usted, retire la cabeza, y entonces no la veo más a usted, veo a la señorita, es decir, si en la realidad no hay yo-otro, no hay nada de eso, entonces lo que me pasa es que se me hace un agujero en la realidad. Fíjese: yo me levanto, me voy y usted ve la pared que antes no veía. Entonces, el niño lo que repite es esa desaparición, ese agujero, pero con el agregado de que es algo que parte de él, es algo mutilado de él, en tanto si la madre era él, al arrojar los juguetes, da cuenta lo que son para él, son parte de él.

Entonces, él mutila una parte de él y la tira ahí, en el lugar de la desaparición, es decir, repite la Spaltung del sujeto. Eso que él desprende de él, va a caer en un lugar donde luego irán a dar todas las causas del deseo, es decir, todos los objetos pequeños a, como diría Lacan.

Cuando el niño trae el carrete, que es lo que hace muy pocas veces, a mi entender es otro procesamiento del desarrollo del niño, es lo que se puede llamar por ahí el procesamiento del narcisismo secundario, es decir un momento posterior de la constitución en donde el Yo del aquí, no significa otra cosa, que el Yo se ha transformado en objeto. No ya lo que se desprende de mí es objeto, sino que el Yo del aquí, el Yo mismo es el objeto. Por lo tanto, creo que hay que replantearse seriamente estudiando el juego del Fort-da, si es correcto hablar de que se da un juego de presencias y ausencias, cuando en realidad parece un solo de violín, parece sólo un juego de ausencias.

Por lo tanto, no es el Principio del placer el que regula esta repetición del niño, tirando sus juguetes al foso dejado por la madre en la realidad. Lo que vuelve, no es la madre, si usted me permite, vuelve el Yo que había sido puesto en el objeto, y si se quiere complicar la vida un poco más, el niño en realidad, el niño que queda, el objeto ese que él tira, hace la vez de moi, de imagen.

Una vez tirado el objeto allá, hace de lugar del otro. Porque también esperar que en la fase del espejo haya un espejito y que el niño le sonría a la mamá… Vimos que la característica de la fase del espejo es precisamente que algo es captado del cuerpo del niño, puesto fuera de él, como el poner fuera de su juego, le dice, le indica desde fuera de él, quién es, cómo es.

 Freud dice que hay una situación esencial para el psicoanálisis en tanto es lo que el psicoanálisis estudia, y este párrafo no lo ha leído nadie, y que es la transferencia, digo porque esto es lo que estudia el psicoanálisis. En tanto esta frase puede llevarnos a nosotros a replantearnos pensamientos que se tienen acerca de la psicopatología, para decirlo de alguna manera, o de las estructuras clínicas y lo que Freud dice en este capítulo es “que no hay estructuración clínica fuera de la transferencia” es decir, cuando yo le pido al paciente que recuerde, él no recuerda, dice Freud, actualiza. Cuando yo le pido al paciente que recuerde, él transfiere. Pero hete aquí que la transferencia no es una mera representación de lo que recuerda, no es una mera sustitución del recuerdo, es algo que se produce sobre el deseo del psicoanalista y que no se podría producir espontáneamente en el sujeto. Vuelvo a insistir, no es cualquier deseo del psicoanalista, no son los deseos infantiles del psicoanalista los que permiten que haya psicoanálisis, de ninguna manera. Mi deseo ferviente de que usted asocie, repita, se equivoque, se interrumpa, desee, tenga “pulsiones del mal” y “pulsiones del bien”, hace que usted tenga todo eso. Pero no mi deseo, sino mi deseo de ser la función. 

Por eso que Lacan no se cansa de decir, que psicoanalista había uno, que era él, que no era total. Le tengo que dar la vida al psicoanálisis, que quiere decir: tengo que pensar mi vida en la disyuntiva filosófica a la cual me lleva la producción psicoanalítica.

Viene el paciente y Freud lo dice con una claridad meridiana, meridiana realmente, dice que en los primeros tiempos del psicoanálisis venía el paciente, nadie le había dicho nada, el paciente hablaba lo más tranquilamente, ni transferencia, no había nada. Tanto que el primero que tiene transferencia es Breuer, vamos a decir la verdad. Ana O. no tenía ninguna transferencia, Freud tampoco –Freud estaba ahí muy metido con los libros– y además, se sabía que el inconsciente se quería expresar y el otro expresaba rápidamente el inconsciente, pero la expresión del inconsciente, provocaba displacer. Así lo dice, no lo estoy inventando, eso lo dice Freud. Ese displacer genera las resistencias del Yo, por lo tanto, dice Freud, ahí nos fuimos de cabeza en el análisis de las resistencias.

Pero hete aquí que el análisis de las resistencias, tampoco nos llevaba, dice Freud, a pesar de que lo compulsábamos al paciente a recordar, a que viniera su resistencia, pero no obtengo el resultado que queríamos, de poner en vigencia el inconsciente, porque en el acto de interpretar las resistencias del Yo, aparecía la transferencia, es decir, aparecía eso nuevo.

Analizando todos los casos clínicos de Freud del principio, no hay ningún fracaso, pero sí son todos psicoanálisis incompletos, porque no tienen psicoanalizada la transferencia, tienen psicoanalizado el inconsciente, por decirlo burdamente, y el Yo, las resistencias del Yo. Pasa que de cualquier manera, Freud se da cuenta de que esta repetición, no es exactamente la repetición que él venía buscando. 

Es decir, que la transferencia, aunque fuera un hecho nuevo que se producía por la presencia del deseo del psicoanalista, quedaba ordenada bajo el Principio del placer.

Era a la vez el único camino posible para llegar a la repetición, para llegar al “Más allá del Principio del placer”, es decir, para llegar a lo real inconsciente, para llegar a la pulsación del inconsciente, para llegar a la pulsión de muerte. Tanto es así que estuvimos viendo ayer o anteayer, con una candidata a psicoanalista de la Escuela, que, la traducción exacta de “Las pulsiones y sus destinos”, “Las vicisitudes de la pulsión”, en realidad son dos palabras, una es plural y la otra es singular. Que la singularidad del título, me hizo llegar a pensar que era La pulsión y los destinos de las pulsiones, en el sentido de que se puede llegar a leer en Freud en este texto que pulsión hay una sola, y que es la pulsión de muerte.

El resto de las pulsiones son pulsiones parciales, y tienen como único sentido interrumpir la pulsión de muerte. Si ustedes leen bien el texto, pueden llegar a leer en Freud, en este texto, esto que estoy diciendo.

Cuando llega a este punto, él mismo se da cuenta, de que hay algo que no captura, en el sentido de que entonces, si hay una pulsión de muerte, ¿esa pulsión de muerte es consustancial con la materia viva? Es decir, ¿existe esa pulsión de muerte en la materia viva desde el inicio de la materia viva o es una adquisición posterior de los organismos multicelulares? Estoy por decir que es una tontería que hace Freud, es el capítulo 6 del “Más allá del Principio del placer”, donde pierde como seis páginas explicando los protozoarios, que si follan y si se comen la sustancia sexual se mueren, y si no se la comen, no se mueren y si les ponen agua, viven, entonces, que nadie sabe nada, que los biólogos están muy perdidos en eso, pero que se supone que si se llegara a aceptar una pulsión de muerte, habría que aceptar inmediatamente, una pulsión de vida. Y además, las dos funcionando desde el principio de la materia viva.

Pero no hacía falta todo eso, en el sentido de que nosotros sabemos que el hombre está en parte fuera de la vida, que sólo articulado a la muerte, el hombre vive su vida. Que no hay, a mi entender, ninguna necesidad de discriminar en las células primitivas, una parte mortal y otra parte inmortal, como ya saben por los colegios primarios, donde está el soma y la sustancia sexual. La sustancia sexual vivida, experimentada como inmortal, en tanto si cumple la condición de unirse a otra sustancia sexual, consigue prolongar su vida, por que Freud va a definir después Eros, como aquello que une y como, en algún momento se puede llegar a leer, que Eros no es pulsión, Eros es instinto. Porque Eros, la existencia de Eros en el animal humano permite el mantenimiento de la especie. Por lo tanto, Eros se lo puede llegar a pensar como instintual, es decir, al nivel de la especie, y no al nivel de sujeto psíquico. La verdadera adquisición del sujeto psíquico, es decir, no instintual, sino pulsional, sería la pulsión de muerte. Pulsión y no instinto, porque para traducir instinto tendría que decir Instinct, y él escribe Trieb. En todo caso hacer toda la derivación que hace Lacan, pero yo no creo que sea necesaria, pulsión es un término lo suficientemente novedoso como para adscribirse a él.

Freud utiliza, creo que cuatro veces la palabra instinto en alemán, o diez veces y ustedes ven que en la traducción al castellano, es la única que se usa. Pulsión no sé si habla en algún lugar.

Les parece mentira que precisamente lo superior tenga que ver con la muerte. Lo que pasa es que hay algo inferior en nosotros, porque Lacan llega a decir “hay algo superior en el hombre que es precisamente lo que no está en el hombre, que es el lenguaje”, entonces, habría Principio del placer, que estaría relacionado con lo que vuelve -que no es lo que repite- con lo que retorna, que no es lo que se repite. Es decir, Principio del placer, que estaría absolutamente relacionado con la cadena significante. O si ustedes quieren, en el sentido de sistema. Y habría la repetición, más allá del Principio del placer, por lo tanto más allá de la represión, que no es la transferencia, y que es la repetición del encuentro imposible del sujeto con lo real.

Es decir, que la repetición no es otra cosa que lo que se llama, la pulsación del inconsciente, o sea eso que abre y cierra el inconsciente.

Freud dice: El Eros es espectacular, dramático, se hace sentir. Es decir cada vez que entra en actividad, Eros en el intento de unir partes, de unir fragmentos, hay displacer. Es decir, para decirlo con una clave conocida, hay un aumento de tensión. Cuando entra Eros en actividad, hay aumento de tensión, hay displacer. Es decir, que Eros siempre necesita de descarga para restablecer el placer.

En cambio, Freud dice: el instinto de muerte es mudo, no es escandaloso. Lo vemos en la sorda repetición, lo vemos en el sórdido intento de destrucción del otro, lo vemos en el sórdido masoquismo.

Sórdido por sordo estoy utilizando, pero es más o menos parecido, si ustedes se golpean dos veces el pecho, no es necesario que sean tres para que haya conciencia, porque conciencia hay cada vez que haya una superficie que posibilite la existencia de una imagen, por lo tanto, para que haya conciencia, no es necesario que sean tres. En tanto muchas veces dijimos que si el pequeño niño hablara frente a su imagen en el espejo, diría: “yo quiero ser ese niño entero”. Por eso que algunos investigadores han llegado a llamar a este momento del niño, a mi entender, mal llamado, pero tal vez mal llamado porque tienen reminiscencias kleinianas, el protodeseo. Como un deseo anterior al deseo, como un deseo en embrión que se genera en esa irregularidad que se le produce al niño con su propia imagen, en el sentido de que si hablara, desearía ser esa imagen entera, ese cuerpo entero.

Es decir, Freud aquí plantea un hombre máquina, aquí deja de ser humanista definitivamente, en el sentido de que el hombre-máquina está menos limitado que el hombre-animal.

La repetición es la repetición de la decepción –llega a decir Lacan– frase que a nosotros nos viene muy bien para decir que realmente cuando tira el carrete, lo que repite es el agujero de la realidad. Es la disimetría fundamental entre el significante y el significado. La disimetría fundamental de la entrada del sujeto al lenguaje donde ya ningún significante corresponderá a ningún significado.

Pregunta ¿Corresponde el significante al significado? Claro, para la teoría saussureana del lenguaje, hay correspondencia entre el significante y el significado: el significado es la imagen iconográficamente representada del significante. Para el sujeto psíquico, esto no es así, nunca más hará coincidir lo que le pasó con lo que dice que le pasó. Nunca más podrá hacer coincidir lo soñado con el cuento del sueño. Nunca más podrá hacer coincidir, cuando les cuenta a los amigos las sesiones, la sesión que tuvo con lo que cuenta de la sesión y tampoco podrá reproducir en el psicoanálisis lo que le pasó con sus familiares en su casa. Se dan cuenta que así no se podría hacer psicoanálisis, se puede hacer psicoanálisis porque al psicoanálisis lo único que le interesa estudiar son los fenómenos psíquicos que se dan en el sujeto psíquico establecido en la relación psicoanalítica, donde se supone que sobre el deseo del ser del psicoanalista, se establece una relación que denominaremos transferencia, que es nueva y que el sujeto no puede vivir espontáneamente aunque se vaya a bailar con el psicoanalista. Esto es interesante, no se puede producir espontáneamente. Yo creo que el psicoanálisis tiene más heridos de guerra que la segunda guerra mundial. Las heridas de guerra del psicoanálisis son todas las interpretaciones que se hacen fuera del contexto psicoanalítico. Todo es error, toda interpretación que intenta ser, toda interpretación que intenta ser psicoanalítica fuera del contexto psicoanalítico, es errónea. Si yo me animo a veces a interpretarlos es porque la Escuela considera que psicoanalizarse y estudiar psicoanálisis son casi la misma cosa.

Pregunta: Hay en el o-o-o/a-a-a, lo que es una petición frente a una ausencia de objeto, la repetición es la demanda, es una re-petición, volver a pedir en el vacío, en el juego de ausencias.

Entonces lo que se instala es un volver a pedirle a ese agujero, a esa nada. ¿Lo que vuelve es el Yo y se instala el narcisismo secundario? – A mi entender, sí. El Yo no puede ser objeto para el sujeto a menos que esté instalado el narcisismo secundario. En el “aquí” se instala el narcisismo secundario, en la vuelta, en la vuelta de la libido, como ustedes la quieran llamar, libido objetal o narcisista.

Cuando el Yo es cogido, tomado como objeto. Esto es interesante porque Freud lo repite permanentemente, porque para él fue un gran descubrimiento. Si, él dice que de la prístina teoría psicoanalítica hay dos novedades que fueron fáciles de introducir. La extensión de la sexualidad y el narcisismo, porque el narcisismo era complejo, porque correspondía al Yo y el Yo se oponía a los instintos sexuales, entonces ¿como podía haber libido en el Yo? Ven que ahí él tuvo un problema teórico de lo que él estaba trabajando, porque él estaba trabajando que los instintos del Yo se oponían a los instintos sexuales y que los instintos libidinales eran los sexuales, no los del Yo, y de golpe, en el Yo hay algo que es libidinal y entonces lo que él descubre es que el Yo puede ser un objeto de esa libido y a eso le llamó narcisismo.

Pregunta: Cuando Ana Freud dice: fresas, frambuesas, en ese hecho del lenguaje ¿se puede leer también el Yo como objeto? Porque la que habla dice: Ana Freud, fresas, frambuesas…

– Es más grande. Esa chica, a mi entender, lo que pide en el sueño, es lo que está todo prohibido para ella.

Pregunta: Digo simplemente ese uso que tienen los niños cuando para hablar de ellos se nombran.

– Si, como ella como parte de las fresas, como si ella fuese fresas, frambuesas. Ana Freud, fresas, frambuesas. Lo que pasa que ahí en ese caso, la intención del sueño, contado, como está contado y detenida la interpretación donde está detenida, evidentemente es la violación del incesto. Donde la niña soñando lo prohibido realmente atenta contra la ley del incesto. Nada más en el cambio de verbo, no aparece deseando comer fresas, aparece comiéndoselas. Aparece violando la prohibición.

Pregunta: ¿Entonces el concepto de repetición debemos entenderlo como un mecanismo inherente al proceso inconsciente?

– Sí, es necesario, como dice Lacan, buscar el punto nodal donde el inconsciente tiene que ver con las relaciones sexuales, ese es el deseo. Pero para que haya deseo, se tiene que repetir esa apertura, porque acuérdense que el sujeto psíquico entra en el campo del deseo, cuando ingresa al campo del lenguaje, pero estas son palabras. 

Con la castración el niño entra en el campo del deseo. El lenguaje, pero el lenguaje es la castración.

Pregunta: Parece que cuando trae el juguete, el niño está elaborando la castración.

– No, a mí me parece que no le pasa eso a ese niño, que no tiene nada que ver con la castración que todavía es asexuado el asunto.

Pregunta: ¿Dónde está el narcisismo primario si se elabora el secundario en la vuelta del juguete?

– El narcisismo primario es una cuestión en discusión. Una cuestión que se puede volver a plantear. Una cuestión que se puede volver a plantear cuando veamos Psicosis, sino, no tenemos cómo plantearlo, Freud no tiene como plantearlo, Lacan no tiene cómo plantearlo. A mí me parece que el Fort da está al nivel de la fase especular.

Pregunta: Si, pero como una retirada del objeto. Cuando la madre se va parece que el niño elabora ahí también la castración.

– Si, pero la pérdida de la madre no tiene nada que ver con la castración. No hay Edipo, no se hagan lío porque sino, no se puede seguir. No es que la madre se va y entonces el chico cae en los brazos del padre, o que el padre se va y el chico dice…como explica Freud “vete a la guerra” para quedarse con la madre, no hay. Eso pasa tres años después. En este momento no hay Edipo, así que no pueden pasar esas cosas. No hay tres, son dos, él y la madre. Por eso lo asimilo a la fase del espejo, lo asimilo al lugar del desdoblamiento del Yo, cuando el Yo es capturado por el otro, y entonces él siente que es el objeto, por eso tiene sentido decir que es el objeto “a”, sino no tendría sentido. No hay deseo ahí, por eso que se dice: hay protodeseo. Un proto-deseo que es teóricamente una cosa muy fea, decir proto-deseo, pero se dice porque no hay manera de explicar que ahí no hay deseo. No es que el chico desee, es una impronta, es una agresividad primaria. Me siento despedazado y me veo entero, siento mi cuerpo despedazado, pero en el espejo me veo entero. No hay elaboración, es una marca. Marca previa a toda identificación, dice Lacan. Lo otro como primordial es la imagen, es el primer otro que aparece, otro pequeño, otro con minúsculas. Lo interesante es esto, porque nosotros ahí si que fuimos un momento inteligentes y veíamos la pulsión de muerte como una adquisición del sujeto psíquico, eso es bastante interesante, porque después se muestra que en la castración se ingresa a dos campos o tres si ustedes quieren, al campo del deseo que trae como consecuencia el goce y la muerte, que no es muerte antes del deseo. Cuando el chico tira el carrete, es inmortal.

Cuando usted nace por el canal del parto, es todo nacimiento, cuando nace, cuando su mamá abrió las piernas y usted nació por el canal del parto, usted es todo nacimiento. Después, que haya muerte o no depende de las vicisitudes, depende de que usted atraviese la transición edípica, el objeto a, el sujeto, la castración. Pero cuando usted nace en el diván, entonces nace contenido, no por la moral de sus padres, sino por el deseo del psicoanalista y el deseo del psicoanalista, tiene límites precisos, el propio fin de su psicoanálisis. Por lo tanto, cuando usted nace en el diván de un psicoanalista, todo es transferencia, es decir, nacimiento, pero también muerte.

Por eso que Lacan dice: sin significante, el hombre puede hablar, puede morir, puede casarse, sin darse cuenta que murió, se casó o amó, porque sin significantes, uno no se da cuenta de esos estados del ser.

No digo que no haya pulsión de muerte, en tanto si ustedes revisan su vida, hay pulsión de muerte; estoy queriendo hacer una hermosa comida, y me corto el dedo cortando el perejil, cuando mi intención era hacer una buena comida para que comieran. Voy corriendo a ver a mi marido, tropiezo, caigo y me rompo la nariz contra la pared.

Toda una discusión que pone Freud ahí, que hay que estudiarla precisamente, y es ¿se muere por causas internas o por causas externas? Esto es importantísimo. Porque a Freud le interesa pensar que se muere por causas internas, es decir, que se muere a causa del deseo, que no hay patología para el sujeto psíquico, que hay psiquismo. Freud tiene esa tendencia, lo que pasa es que es temerosa en él por el momento en que la tiene: 1920-1930. Pero él tiene la tendencia a pensar que no hay biología en el sujeto psíquico o que la hay de una manera muy relativa. Por eso que yo dije: usted nace por el canal del parto, usted sabe que le está esperando un nombre y un apellido. Fíjese qué relativa es la biología. Cuando nazco por el canal del parto, me están esperando los deseos de mi madre, de mi padre, que si quieren una nena y yo soy un nene, que si me quieren alto, que si me quieren simpático, que si me quieren gordito. Ven que no hay ningún vacío biológico, no hay nada biológico, está todo contaminado por el ser de la palabra. En este sentido, el sujeto es un animal relativo. No debería entrar dentro de las estadísticas, es sujeto psíquico, en tanto estamos viendo que la vida depende de las interrupciones que opongamos a la pulsión de muerte.

Yo hoy estuve pensando en la drogadicción de los jóvenes. No hay ninguna alternativa verdaderamente válida, por eso no se sabe si es psíquico o social ¿Es un problema psíquico, es un problema social? Esto se resuelve a mi entender, sólo teniendo en cuenta la pulsión de muerte, sino, no se puede resolver. Porque sólo desde la pulsión de muerte le puedo dar una alternativa a alguien que se quiere matar de esa manera. Sólo plantado en la pulsión de muerte puedo entender lo que significa esa repetición de ponerse en contacto con algo que produce el cortocircuito esta vez, pero para que la muerte sea ¿Dónde lo veo eso? ¿Cómo lo analizo? Más allá de la alienación social, porque alienación social es porque hay dinero de por medio: hay caballos, hay contrabandistas, hay camello, camellito, camellazo ¿sino porqué sería una alienación social? ¿O ustedes creen que si dieran la heroína gratis en la farmacia, ustedes irían a buscar heroína y se la pondrían? No, están confundidos, habría la misma cantidad de drogadictos o menos, porque depende de alternativas psíquicas, no es una cosa social estrictamente. Depende de la pulsión de muerte. Evidentemente, una pulsión de muerte además desatinada, es decir, separada casi del Eros. Que Freud esto se toma mucho cuidado en explicar, que cualquiera de los dos instintos actuando por sí solo, lleva a la muerte, también Eros. Que hay un componente en la unión sexual que si no actúa Tánatos, no es posible.

Pregunta: ¿Se podría hablar de una relación dialéctica de dos contrarios?

– Si, o de una dialéctica infinitamente proporcionada sería, porque es en cualquier proporción, basta que no haya desunión.

El otro día les leí un diálogo entre Edipo y Tiresias, hoy tengo un diálogo que establecen Eros y Tánatos acerca de un joven que muere porque uno de los dioses baja a jugar con él y cuando se va, el joven queda extasiado mirando como el Dios parte y el disco con el que jugaban le da en la frente y lo mata. Entonces se quedan discutiendo Tánatos y Eros. Tánatos es el que le dice: ¡Pero qué cosa los dioses, el capricho de los dioses! ¡Para hacer crecer una flor, han matado a un joven! Entonces, es Eros el que le explica que eso es la vida, que esa es la vida de los dioses, y es muy interesante, porque en el diálogo final termina Eros diciendo: ¿Pero qué te pasa Tánatos? El que dice: ¡pero al menos lo hubiesen llorado como estamos haciendo nosotros! Y entonces, Eros le responde: “Tú pides demasiado, Tánatos”.

Gracias.

 

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