FREUD Y LACAN -hablados- 5

Miguel Oscar Menassa -2014

 

 

EN PSICOANÁLISIS, NADIE ENSEÑA NADA A NADIE,
EN LA SEXUALIDAD TAMPOCO

 

El término Supervisión, llamado en algunos estados psicoanalíticos Control, significa el psicoanálisis del psicoanalista, en el intento de no controlar, sino de rectificar el deseo. Porque no se puede controlar aquello que deberá ser, en su pulimento, como tal, el instrumento de transformación, por lo tanto, fracasarán en el intento de transmisión del psicoanálisis ambos límites. Todo aquello que sea libre fracasará y todo aquello que sea autoridad, fracasará.

Esto lo digo porque psicoanalistas franceses vinieron a hablar a Madrid acerca de la autoridad. Me imagino que habrán querido decir que el psicoanálisis que ellos ofrecían a Lacan, impidió que el pobre psicoanalizara el problema de la autoridad y de ahí el fracaso de las escuelas lacanianas.

 Ni libertad, ni autoridad. Ni libertad, ni esclavitud, porque habíamos visto que cuando la dialéctica del amo y el esclavo nos cobija, es porque no habíamos podido dejar de ser hegelianos, es decir, soporte del estado prusiano alemán. Por lo tanto, si yo me rijo en mis relaciones de poder acerca de una dialéctica donde el deseo comienza en una falta, padezco de ser alemán y no freudiano, sino prusiano, que son dos cosas diferentes.

 Lo que también les quiero mostrar es que el estado actual de investigación psicoanalítica impide que cualquier practicante del psicoanálisis piense que no se tiene que psicoanalizar, porque ése está pensando que la ciencia psicoanalítica está acabada, cuando en realidad, recién comienza.

 Como ejemplo van mis veinticinco años de psicoanálisis y sin embargo lo continúo, curso gratuito el 10 de febrero, es decir, Menassa insiste en que su propio psicoanálisis es muy importante para alcanzar el honor de ser didacta de la Institución Escuela de Psicoanálisis Grupo Cero.

 No es un problema de autoridad, éstos psicoanalistas mencionados, habían transformado al cuerpo en personaje, cuando para Freud el cuerpo era escenario y escenario quería decir: tiempo, que el cuerpo era el tiempo en el cual transcurrían los fenómenos psíquicos.

 No hay verdad, por lo tanto no hay erótica del poder, porque para que haya erótica del poder, tiene que haber verdad. En el psicoanálisis hay verosimilitud. Y verdad, cuando se halla una verdad, vaya a saber qué sucias intenciones políticas tengo sobre la vida de ese otro, que no me pertenece, cuando por ley del contrato debo alienar mi tiempo precisamente en esa libertad, si yo detengo como psicoanalista una verdad como verdad.

 Por lo tanto, si de la verdad me interesa sólo su transformación, el poder que está requiriendo la escuela francesa de psicoanálisis, requiriendo autoridad, es la erótica de la cual carecen, porque sin psicoanálisis, juntando las matemáticas y el poder, no hay sexualidad, sino que hay sexualidad infantil inconsciente reprimida.

 Quiere decir que uno sólo es capaz de amar su propio cuerpo o el cuerpo de su propia madre y eso, como también ocurre en los animales, vamos a llamarlo sexualidad animal.

Algo que no ocurre en los animales es poder amar y desear, algo que esté más allá de su cuerpo y del cuerpo de la madre, a eso lo llamamos sexualidad humana.

 A ella no se puede acceder de ninguna manera, por ahora, sin psicoanálisis.

 En una de las conferencias iniciales, yo dije algo que ustedes no entendieron, acerca del psicoanálisis del didacta: Si una institución psicoanalítica no se ocupa del psicoanálisis de sus didactas, no es una institución psicoanalítica, porque supone que el psicoanálisis termina, que hay gente que no lo necesita.

 Al psicoanálisis no lo necesita nadie, produce problemas, trastornos, no ven que yo creía que conocía a las mujeres y no reconocía a las mujeres, ni a los hombres.

 La discusión que queda planteada y abierta es si hay que reducir el tiempo del psicoanálisis o como dice el poeta, aceptar que el psicoanálisis ocurre en otro tiempo.

 Por ejemplo, catorce años después de comenzar mi tratamiento, vi a mi primer psicoanalista, me dijo que me veía muy bien, y yo le dije que a él lo veía muy viejo. Simplemente porque yo me había estado psicoanalizando catorce años y él, como era didacta, se había dejado de psicoanalizar. ¿No ven cómo los cargos jerárquicos van envejeciendo? No puedes expresar. Yo soy el que te cuida el horario, yo no puedo incumplir porque te tengo que vigilar.

 Una ley donde el didacta pueda incumplir igual que el candidato, pueda cometer lapsus, donde se demuestre que no solamente Doña María tiene inconsciente, porque viene de la calle y nunca nos vio a nosotros. Como si el didacta, en esa larga experiencia en esas cosas de la psique, hubiera perdido, en ese viaje, el inconsciente.

 El didacta va a morir, ha ascendido a la cumbre… !NO! 

Tiene que cumplir una función, tiene que ir detectando lo posible y lo imposible en psicoanálisis. Tiene que ir fantaseando que se va a quedar veinte años, treinta años en esa función. Porque como es función de pasaje, tiene que dar una parte de su vida en eso.

La discusión del problema técnico de cómo acelerar el lento progreso de un análisis, nos lleva a otra cuestión más profundamente interesante, ¿existe algo que pueda llamarse terminación natural de un análisis?

 No.

 Existe la curación de un síntoma en el sentido preciso de lo que significa la palabra curación para el arte de curar: la medicina. Es decir, que no vuelva a aparecer el síntoma y ni siquiera que el síntoma se condense o se desplace en otro síntoma, que al ser estudiado pueda ser atribuido al mismo modo de producción que el síntoma curado.

Curación sin recidiva y sin transferencia.

Que esto ocurra como beneficio secundario, quiere decir no que te curas del síntoma si dios es bueno y no te curas del síntoma si dios es malo, quiere decir que curar el síntoma no es el objetivo del psicoanálisis, pero que, cumpliendo sus objetivos entre las situaciones que se verifican en la vida del paciente, en las relaciones con su mundo, se verifica la curación.

 Es un beneficio no secundario, sino extraordinario. Algo que me dan de más por cumplir con mi trabajo, algo que sin proponérmelo en mis propios objetivos, acontece.

 Tanto es así, que Freud dice que psicoanálisis es si el paciente es capaz de llevar a su vida, fuera de la consulta, los interesantes resultados de las interesantes investigaciones con su psicoanalista, si no el psicoanálisis no se da por cumplido.

 Si yo descubro, después de veinticinco años de análisis, que maltrataba a todas mis relaciones porque nunca pude superar aquel abandono, habrá sido psicoanálisis, si yo, a partir de determinado tiempo psíquico, comienzo a experimentar en mi discurso, transformaciones acerca de mis relaciones. En esas transformaciones se me podrá interpretar que esas transformaciones tienen que ver con aquella interpretación. 

Los psicoanalistas habían huido de la política y de la sangre, cuando nuestro querido maestro Enrique Pichón Rivière decía que el psicoanalista tenía que ser un militante.

 El psicoanalista, después de varios años de psicoanálisis, tiene prohibido hablar de temas importantes, de temas siniestros, tiene que hablar de necedades para que sea posible el psicoanálisis.

 Recuerden, el psicoanálisis es una ciencia de efectos: parte de lo más tonto, de la repetición más banal; no es que tuve erección porque ella es una hembra bárbara, tuve erección por la ceja, por el ruido que hizo al sacarse las bragas… Por lo que sentí en el ascensor, no porque acabo de matar a mi mujer en la mitad de la semana.

 Tenga la galantería, para que esto sea un tratamiento psicoanalítico, de no mencionarme los escándalos que hace.

 El que no llegó a ese tiempo del análisis se siente hasta burlado, yo digo no, lo que pasa es que para decidirse a seguir psicoanalizándose, después de cierto tiempo, uno tiene que aceptar las reglas del juego. Liberado de la pena o la tristeza o la frigidez que traía al tratamiento, tendrá que volver a elegir ¿Qué?, jugar al juego del psicoanálisis. 

Lacan decía, el psicoanalista tiene que aprender a hacer palabras cruzadas. Después se pensó que las palabras cruzadas era un juego de hombres solitarios, pero si no son palabras cruzadas, es algo parecido. Fueron palabras que se cruzaron, no fueron grandes movimientos, no fue aquella paliza descomunal de mi madre la que generó el odio que tengo por ella y por todas las mujeres y aún por mi propio cuerpo, sino que fue aquel gesto donde me di cuenta de todo.

 No eran las palizas que mi padre le daba a mi madre, las que me hacían pensar en la crueldad del hombre, en el sadismo, sino aquella vez cuando yo era muy pequeño y las relaciones sexuales eran por absorción y los niños nacían por el culo, cuando vi tener una relación sexual a mi papá y a mi mamá, pensé que eso era una brutalidad. 

Cuando uno dice, queremos ser libres sexualmente, hay que preguntar de qué sexualidad se quieren liberar. Si ser libres sexualmente es follar tranquilamente con la madre aunque uno esté estudiando abogacía, esa libertad mejor no darla, esa libertad debe ser psicoanalizada como deseo infantil reprimido, sin futuro social.

 El hombre se repite, por eso el psicoanálisis es interminable. El cuento de las matemáticas es un progreso en nuestro pensamiento, en tanto ya podemos decir que como se produjo el número natural hace tres mil años, hace tres mil años que el hombre está descansando. Después se copió y fue produciendo símbolos. Produjo muchos símbolos, pero con el mismo mecanismo de la producción del número natural: el símbolo lingüístico, el símbolo inconsciente, el símbolo físico, el social.

 El modo de producción era que estaba la realidad, que de ahí se despejaba un término y que había algo que ahora nombraba sin necesidad de estar en la realidad. Algo muy parecido a Dios, sin estar en el mundo, gobernaba al mundo. Algo que sin estar en la carne de las personas, tenía acción sobre la carne de las personas.

 Las más modernas escuelas actuales llegan a confirmar un progreso para la medicina clásica, dicen que en realidad los órganos sexuales no son los órganos sexuales, sino que los órganos sexuales son el cerebro, con lo cual no pierden la oportunidad de negar el psicoanálisis una vez más.

 Responder que no sabemos si habría cerebro sin sexualidad y que sexualidad, como estamos viendo, se constituye en el complejo edípico, en el pasaje de una sexualidad animal a una sexualidad humana.

 La institución familiar de la cual provenimos, nos indica como género la reproducción, por lo tanto, hay una animalidad inconmovible en nosotros que no solamente reproduce como los animales, sino que se organiza en familia para reproducirse. Lo único y más vasto que el hombre recibe como herencia del género animal, que supera en la escala de los seres vivos, es su manera de organizarse para construir familias para la reproducción.

 La discusión si es la mujer la que padece más que el hombre, o que el hombre, bajo la excentricidad del dominio, hace padecer, es una tontería. Es algo que el ser humano no ha superado todavía.

 Este discurso puede ser violento para nuestros propios oídos, en tanto provenimos de una familia y convivimos bajo algunas de las formas modernas que son la repetición del modelo de la familia animal.

 Una mujer tiene sexualidad hasta su primer embarazo. Después, no tiene más sexualidad hasta que sus hijos estén criados, entre ocho y quince años según las culturas; después tiene sexualidad si fue agraciada con haber comenzado su psicoanálisis alrededor del nacimiento de sus hijos, si no, no se salva del crecimiento de sus hijos.

 Si no fue agraciada con la oportunidad social del psicoanálisis después del nacimiento de sus hijos entra en la premenopausia.

 La premenopausia está caracterizada por una oleada de fulgores de todo tipo, por la presentificación de la muerte en la resolución de lo que está determinado culturalmente como su vida sexual de mujer, es decir, el tiempo en que ovula.

 Como las acciones de amor y deseo en la premenopausia están guiadas por el horror a envejecer y morir, sus frutos son lamentables, llenan las páginas de los libros de patología médica, pero no han construido ninguna historia de amor importante como para que algún literato quiera escribir las escenas sexuales que produce una mujer imbuida en el proceso social ideológico de la premenopausia.

 Menopausia que, como vimos, estaba asociada al envejecimiento y la muerte, pero no sólo a eso, sino asociada al ser mujer, por lo tanto, la menopausia no sólo significa que no puedo tener más hijos, sino significa: no puedo tener más relaciones sexuales o como mínimo no podré gozar más de mis relaciones sexuales.

 Cuando ella se da cuenta que el frotamiento del clítoris, la excita como cuando tenía diecisiete años, que su vagina se entreabre peligrosamente, ya tiene como setenta años, está a punto de morir. Una mujer afortunada, a punto de morir, descubre que, a pesar de no menstruar más, tiene sexualidad.

 En el hombre la cosa es mucho peor. Toda la sexología, sea del nivel que sea, hablando de la sexualidad, todos los detalles que dan es para que el pobre hombre masculino domine a la mujer, también sexualmente. No hay ningún consejo para que la mujer se las arregle con el macho. Sin embargo hay miles y miles de páginas que hablan de dónde hay que tocarla, dónde hay que besarla, para que goce en casa y no se vaya afuera.

 Les estoy contando un drama porque es la literatura que está en el imaginario que tenemos que transformar. Habrá que escribir un libro dirigido a la mujer, diciendo dónde sienten los hombres, que la mujer aprenda que es lo que los hace gozar y que partes del cuerpo les permiten ir elaborando su homosexualidad con una mujer.

Alguien se tiene que animar a descubrir cómo se puede dominar sexualmente a un hombre. Además es muy fácil porque el hombre ama a la madre; y por ejemplo dándole la teta el hombre se somete, algunos tiene prurito de chupar la teta, pero es resistencial, es como el prurito de ella de que la toquen aunque sepa que va a gozar.

 Hay cosas que no están en los libros de sexología, cuando deduzco que por las risas de ustedes, son prácticas habituales en todos ustedes que son los que escriben los libros de sexología, gente como ustedes.  

Parece que hay ciertas prácticas habituales sobre las cuales pesa el silencio. Tenemos que pensar, entonces, en un intento de dominio de una clase sobre la otra clase. 

Por lo tanto, como se dan cuenta, como va el hombre actual, el psicoanálisis es interminable.

 Imaginemos que con una transformación del imaginario, ¿habrá todavía, enfermedad mental?, sí, claro, pero seguramente si con el psicoanalista colaboran los medios de difusión masivos, las enfermeras, la pediatra, la maestra, el profesor, seguramente, los tratamientos psicoanalíticos durarían muy poco tiempo, el tiempo en que el paciente asuma la responsabilidad de decirse como llegó al lugar que llegó.

 Uno de ustedes me preguntó si el psicoanalista es un padre sustituto. Si el psicoanalista es el padre sustituto, yo estoy haciendo psicoterapia. En psicoanálisis, el psicoanalista es el psicoanalista y lo que yo estoy haciendo con él es una cosa transferencial que se va a diluir, por eso el padre sustituto es la psicoterapia. Eso no está mal pero no me estoy psicoanalizando.

 Freud dice, hay una manera de acortar el tratamiento, es el ejemplo de un varón: lo amenazo de castración, le digo, se acabó la relación nuestra a fin de año. El varón larga muchos recuerdos infantiles que arman su neurosis infantil. Freud dice que en ese caso, después el psicoanalista se tiene que mantener firme en la terminación del análisis.

 Yo creo que esto tiene que ser replanteado. Para que el otro crea que yo tengo autoridad, tengo que cumplir con mi palabra. Si no me deja ser su psicoanalista, precisamente, debo seguir los vaivenes de su palabra y no de la mía.

 El que tendrá que cumplir con su palabra en su propia vida es el paciente y no el psicoanalista.

 Esto es una ambigüedad de Freud. Un psicoanalista que no pueda soportar el psicoanálisis de su psicoanalista, no es psicoanalista.

¿Cómo es un psicoanálisis didáctico?

 Más que hablar es escuchar, ver si realmente el asco que creo haber psicoanalizado en mi terapéutico, aguanta para soportar las cosas que hace con su mente, su discurso y su sexualidad el didacta.

 El alta de un candidato es cuando descubre cómo se psicoanaliza el psicoanalista, cuando habla con su psicoanalista acerca del psicoanálisis del psicoanalista. Antes, no hay alta.

 

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