FREUD Y LACAN -hablados- 5

Miguel Oscar Menassa -2014

 

 

LA SEXUALIDAD

APORTACIONES A LA PSICOLOGÍA DE LA VIDA AMOROSA

II

 

Estamos trabajando las “Aportaciones a la Psicología de la Vida Amorosa”. Habíamos visto aquella situación en donde el hombre masculino elige su objeto sexual guiado por el perjuicio del tercero.

 Antes de seguir, si ustedes tienen alguna pregunta, o alguna elaboración posterior a la clase dada sobre el tema…

 El niño dice siempre: es posible que tus padres y otras personas hagan eso, pero mis padres no. Me imagino que éste debe ser el motivo inconsciente, esta frase, que impide que ustedes hablen acerca de las relaciones sexuales guiadas por el perjuicio del tercero, en tanto el niño niega las relaciones sexuales de los padres precisamente, como inicio o como fundación de este perjuicio.

 Entonces, es posible que tus padres y otras personas hagan eso, pero mis padres no. Para poder entrar en la clase de hoy, habíamos dicho que había dos componentes, uno era el perjuicio del tercero, y otro era una segunda condición de amor a la prostituta, o a la mujer fácil, y habíamos llegado al lugar donde el primero podía fundamentarse en la relación edípica, y habíamos terminado la clase con la frase donde Freud decía que la segunda condición, esto es, la liviandad del objeto elegido, no parece poder derivarse del complejo materno.

 Esta frase forma parte de la retórica freudiana, en el sentido de hablar como si hablara el interlocutor, es decir, que Freud comienza habitualmente sus escritos y dentro de sus escritos los puntos y aparte, reconstruyendo en el texto, una versión que no es de él sino de lo que él supone que es su interlocutor, es decir, la medicina, la psicología, la filosofía, de la época en que él está escribiendo estos escritos.

 Quiero “aburrirlos” con una página y media para ver cómo él llega a la frase –yo pasaría de esto que les acabo de decir, que es una retórica freudiana–, pasaría a la frase que él realmente quiere decir que es la siguiente: el hecho de que la madre haya otorgado al padre el favor sexual, le parece al niño constituir algo como una imperdonable infidelidad. Quiere decir, que también elegir a una mujer por su liviandad, dice Freud, está fundado en el complejo de Edipo.

 Lo que les quiero mostrar ya que se trata de la vida amorosa la clase de hoy, la vida amorosa de Freud, es decir la sexualidad en la retórica freudiana que le permite ir desde la frase que le hace decir a su interlocutor, a la frase que él en realidad quiere demostrar.

 “El pensamiento consciente del adulto ve en la madre una personalidad de intachable pureza moral, y nada hay tan ofensivo cuando llega del exterior, o tan doloroso cuando surge en la conciencia íntima como una duda sobre esta cualidad de la madre. Pero precisamente, la decidida antítesis entre la madre y la prostituta ha de estimularnos a investigar la evolución y la relación inconsciente de estos dos complejos”.

 Freud llama a estas dos cosas: dos complejos. Pone “madre” y “prostituta”, entre comillas, y dos líneas más abajo dice: estos dos complejos, éstos dos prejuicios, estos dos modelos ideológicos incluidos dentro de las tendencias sexuales del sujeto, pueden transformarse, en tanto son complejos, son neuróticos, son ideológicos.

 “Pues sabemos ya de antiguo, que en lo inconsciente suelen confundirse en un solo momento, lo que la conciencia nos ofrece antitéticamente disociados”. En el inconsciente pueden encontrarse, en un solo objeto, dos que la conciencia nos los muestra disociados.

 Tal investigación nos conduce al período en que el niño llega ya a cierto conocimiento de la naturaleza de las relaciones sexuales de los adultos, período que situamos en los años inmediatamente anteriores a la pubertad, revelaciones brutales, de franca tendencia depresiva y rebelde, se inicia el infantil sujeto en el secreto de la vida sexual, destruyendo la autoridad de los adultos, incompatible con el descubrimiento de su vida sexual. Lo que más impresiona al niño es la aplicación de tales revelaciones de la vida de sus propios padres, así, no es raro verle rechazar indignado tal posibilidad diciendo a su iniciador: es posible que tus padres y otras personas hagan eso, pero los míos no.

 Como corolario casi regular de ilustración sexual, averigua el niño al mismo tiempo la existencia de ciertas mujeres que realizan profesionalmente el acto sexual, siendo por ello generalmente despreciadas. Al principio no comparte tal desprecio, y lo que experimenta es una mezcla de atracción, de ahorro, al darse cuenta de que también a él pueden iniciarle tales mujeres en la vida sexual, que suponía privilegio exclusivo de los mayores.

 Cuando más tarde no puede ya mantener aquella primera duda que excluía a sus padres de las bajas normas de la actividad sexual, llega a decirse con lógico cinismo que la diferencia entre la madre y la prostituta no es en último término tan grande, puesto que ambas realizan el mismo acto. Las revelaciones sexuales han despertado en él las huellas mnémicas de sus impresiones y deseos infantiles más tempranos, reanimando consiguientemente determinados impulsos psíquicos. Comienza pues a desear a la madre en el nuevo sentido descubierto, y a odiar al padre como un rival que estorba el cumplimiento de tal deseo. En nuestra terminología decimos que el sujeto queda dominado por el complejo de Edipo.

 El hecho de que la madre haya otorgado al padre el favor sexual, le parece constituir algo como una imperdonable infidelidad. Cuando éstos impulsos no se desvanecen rápidamente su único desenlace posible es el de agotarse en fantasías, que giran alrededor de la actividad sexual de la madre, y la tensión provocada por tales fantasías induce al sujeto a buscar su descarga en la masturbación. A causa de la actuación conjunta de los dos motivos impulsores, el deseo y la venganza, predomina la fantasía cuyo argumento es la infidelidad conyugal de la madre. El amante con quien la madre comete tales intimidades, presenta casi siempre los rasgos de la propia personalidad, pero idealizada y situada en la edad del padre rival.

 Bajo el nombre de Novela Familiar del Neurótico, hemos descrito los múltiples productos de esta actividad imaginativa y su entretejimiento con diversos intereses egoístas de este período de la vida individual. Ahora bien, una vez conocido este fragmento del desarrollo anímico, no puede parecernos ya contradictorio e Incomprensible que la liviandad exigida del objeto, como requisito de su elección, se derive también directamente del complejo materno.

Entonces, entre que elijo porque ella le pertenece a otro y la elijo liviana porque ella fue infiel, ha nacido en mí conjuntamente con ello el deseo de redimirla. Porque si ella es de otro y también es una prostituta no voy a poder seguir adelante con mi amor, entonces hay una manera de continuar esta relación, dice Freud, ahora además de querer la de otro –perjuicio del tercero– y prostituta -perjuicio de que la madre tuvo que mantener relaciones con el padre-, la única manera de proseguir es redimirla.

 La tendencia a redimir a la mujer querida, no parece enlazarse sino de un modo muy indirecto y superficial de carácter consciente con las citadas fantasías que han llegado a conquistar el dominio de la vida erótica del hombre. La inconsciencia y la infidelidad de la mujer amada la exponen a graves peligros, y es comprensible que el amante se esfuerce en preservarla de ello, guardando su virtud y oponiéndose a sus malas inclinaciones.

 Sin embargo el estudio de recuerdos encubridores, las fantasías y los sueños, nos descubren también en este caso, una acabada racionalización de un motivo inconsciente equiparable a la esperada elaboración secundaria de un sueño. En realidad, el motivo de la redención posee significación e historia propia, y es una ramificación independiente del complejo materno, o más exactamente, del complejo parental.

 Cuando el niño oye decir que debe su vida a sus padres, o que su madre le ha dado la vida, surgen en él impulsos cariñosos unidos a otros antagónicos, de afirmación personal independiente, impulsos que dan origen al deseo de corresponder a sus padres con un don análogo, pagando así la deuda con ellos contraída. Sucede como si el sujeto se dijera movido por un sentimiento de rebeldía, no necesito nada de mi padre y quiero devolverle todo lo que le he costado.

Bajo el dominio de éstos sentimientos constituye entonces la fantasía de salvar a sus padres de un peligro de muerte quedando así en paz con él, fantasía que suele desplazarse luego sobre la figura del emperador, el rey u otra heredada personalidad, quedando así capacitada para hacerse consciente, incluso para ser utilizada en la creación poética o de poder.

 Más por medio de un ligero cambio de sentido, fácil en lo inconsciente, comparable a la discusión consciente de los conceptos, la salvación de la madre adquiere el sentido de regarle o hacerle un niño, naturalmente un niño en todo semejante al sujeto. Este cambio de sentido no es nada arbitrario, y el significado de la nueva modalidad de la fantasía de salvación no se aleja de su primitivo sentido tanto como a primera vista pudiera parecer, la madre le ha dado a uno la vida, la propia, uno corresponde a este don dándole a ella otra vida, la de un niño en todo semejante a uno. El hijo muestra su agradecimiento deseando obtener de su madre, un hijo igual a él, lo que equivale a identificarse totalmente con el padre en la fantasía de salvación.

 Este deseo del sujeto de ser su propio padre satisface todos sus instintos.

No puedo creer que esté leyendo lo que estoy leyendo y ustedes permanezcan así, es imposible…

 Hay una leyenda dice Freud, escocesa, donde el sujeto no había nacido sino que había sido arrancado del seno de su madre, por lo tanto no conocía el miedo.

Yo la necesito con otro porque me recuerda aquella escena, pero al necesitarla con otro, la recuerdo liviana y engañándome, por lo tanto, la quiero prostituta para salvarla, cuando en realidad la necesito prostituta, para que además de con mi padre tenga relaciones conmigo, porque yo quiero regalarle para devolverle lo que ella me dio, un hijo.

 Es común en la consulta del psicoanalista en las relaciones de pareja, mostrar, ver materialmente esto que estamos hablando, como es por ejemplo el hombre el que va indicándole a ella los caminos del a infidelidad. Psicoanalíticamente visto el panorama, que el hombre le diga a su mujer despintada y mirando la televisión: vístete, píntate, salgamos a la calle…ya es el inicio de una combinación para que este hombre salga del aburrimiento sexual, en tanto no puede desear si ella no le pertenece a otro.

 El perjuicio del tercero, Freud lo dice, lo recordamos, va desde la presencia real, material del otro hasta la exageración de las tendencias seductoras en ella.

 En la paranoia, el perjuicio del tercero lo es constante, sin que nunca haya un tercero ¿quién se anima a enamorarse de la mujer de un paranoico? El paranoico te mata. El paranoico es paranoico porque nadie se anima a enamorarse de la mujer del paranoico, si no sería un criminal. El paranoico es paranoico porque cuando va a comprobar la realidad es un paranoico, no existe el engaño, si no sería un criminal.

 Sobre una degradación general de la vida erótica.

 Estamos mostrando la poca independencia del hombre masculino, así como en otras clases tuvimos que mostrar la poca independencia del hombre femenino en su elección de objeto.

 Elige el objeto si tiene otro, su padre, por lo tanto ella es su madre. La elige si es un poco más puta que santa, por aquella infidelidad primera de su madre, y ahora además para excitarse con ella, ella tiene que estar degradada, porque todo objeto que esté por encima de él, es su madre. Para evitar la relación incestuosa, el ama todo lo que es más grande que él, y desea todo lo que está por debajo de él. Es decir, si está por debajo de él, no puede ser su madre ni dios, por lo tanto desea, carnal, mundano, animal, hace esas separaciones. Todo lo que está arriba de él, la madre o dios, él ama, desarrolla los sentimientos cariñosos, de ternura.

 Esto produce impotencia en todos los casos. Esta forma de elegir el objeto produce impotencia, porque en la medida en que un hombre va creciendo, va abandonando a los seres inferiores que lo rodean, entonces tarde o temprano en esa paridad, el sujeto es impotente, a veces pasa a los quince, a veces a los veinte, otras a los veinticinco, y a veces a los cuarenta años.

 Cuando se le equiparan las relaciones ya no hay ningún objeto posible de ser denigrado, entonces si no hay objeto posible de ser denigrado, no tengo deseo, porque todo objeto enaltecido, equiparado, es mi madre o dios, con los cuales no se pueden tener relaciones sexuales como ustedes bien saben.

 Esta singular perturbación, la impotencia psíquica, ataca a individuos de naturaleza intensamente libidinosa y se manifiesta en que los órganos ejecutivos de la sexualidad rehúsan su colaboración al acto sexual. Hay como una anarquía, se independizan los órganos genitales, porque el sujeto tiene tendencia a la realización del acto y además tiene deseo.

 Se trata realmente de la acción inhibitoria de ciertos complejos psíquicos que se sustraen al conocimiento del individuo, material patógeno cuyo contenido más frecuente es la fijación incestuosa no dominada, a la madre, o a la hermana.

 Al someter un caso de franca impotencia psíquica a un penetrante estudio psicoanalítico, obtenemos sobre los procesos psicosexuales que en él se desarrollan los siguientes datos: a) el fundamento de la enfermad es de nuevo, como muy probablemente en todas las perturbaciones neuróticas, una inhibición del proceso evolutivo que conduce a la libido hasta su estructura definitiva. En el caso que nos ocupa, no han llegado a fundirse las dos corrientes cuya confluencia asegura una conducta erótica plenamente normal: la corriente cariñosa y la corriente sexual.

 La corriente cariñosa: amo lo que enaltezco, y deseo lo que denigro, entonces nunca tengo una conducta erótica plenamente normal, porque para eso tendrían que estar reunidas la corriente amorosa y la corriente sensual, dice Freud.

 Tendría que ser la misma persona que desencadena mi amor, mis tendencias cariñosas, maternales, filiales, y además mi deseo sexual adulto.

 Pero al tropezar aquí con el obstáculo que supone la barrera moral contra el incesto, erigida en el intervalo, tenderá a transferirse lo antes posible de dichos objetos primarios a otros, ajenos al círculo familiar del sujeto, con los cuales sea posible una vida sexual real. Estos nuevos objetos son elegidos sin embargo conforme al prototipo, la imagen de los infantiles.

 Pero con el tiempo atraen a sí todo el cariño ligado a lo primitivo. El hombre abandonará a su padre y a su madre, según el precepto bíblico, para seguir a su esposa, fundiéndose entonces el cariño y la sensualidad.

 El máximo grado de enamoramiento sensual traerá consigo la máxima valoración psíquica.

 La supervaloración normal del objeto sexual por parte del hombre.

 Dos distintos factores pueden provocar el fracaso de esta evolución progresiva de la libido. En primer lugar, el grado de interdicción real que se oponga a la nueva elección de objeto, apartando de ella al individuo. En segundo, el grado de atracción ejercido por los objetos infantiles que de abandonar se trata, grado directamente proporcional a la carga erótica de que fueron investidos en la infancia. La libido se aparta de la realidad, es acogida por la fantasía, introversión, intensifica las imágenes de los primeros objetos sexuales y vuelve a fijarse en ellos.

 La impotencia psíquica propiamente dicha exige premisas menos marcadas. La corriente sensual no ha de verse obligada a ocultarse en su totalidad detrás de la cariñosa, sino que ha de conservar energía y libertad suficientes para conquistar en parte el acceso a la realidad, pero la actividad sexual de tales personas presenta claros signos de no hallarse sustentada con toda su plena energía instintiva psíquica, mostrándose caprichosa, fácil de perturbar, incorrecta muchas veces en la ejecución, y además, poco placentera.

 Pero sobre todo, se ve obligado a eludir toda corriente amorosa, lo que supone una considerable limitación de la elección de objeto.

 Es decir, que todo objeto sexual que me vaya a despertar tendencias cariñosas es apartado de mí, por lo tanto se reduce inmensamente la posibilidad de elección de objeto amoroso.

 La corriente sensual permanecida activa, buscará tan sólo objetos que no despierten el recuerdo de los incestuosos prohibidos, y la impresión producida al sujeto por aquellas mujeres cuyas cualidades podrían inspirarle una valoración psíquica elevada no se resuelve en él en excitación sensual, sino en cariño eróticamente ineficaz. 

Cariño eróticamente ineficaz, es decir, impotencia. La vida erótica de estos individuos permanece disociada en dos direcciones, personificadas por el arte en el amor divino y el amor terreno o (animal). Si aman a una mujer, no la desean, y si la desean, no pueden amarla. Contra esta perturbación los individuos que padecen la disociación erótica descrita se acogen principalmente a la degradación psíquica del objeto sexual, reservando para el objeto incestuoso y sus subrogados la supervaloración que normalmente corresponde dar al objeto sexual real.

 Aquellas personas, por último, en quienes las corrientes cariñosa y sensual no han confluido debidamente, viven por lo general, una vida sexual poco refinada. Perduran en ellas fines sexuales perversos, cuyo incumplimiento es percibido como una sensible disminución de placer, pero que sólo parece posible alcanzar con un objeto sexual rebajado e inestimado.

 Descubrimos ya los motivos de las fantasías descritas, en las cuales el adolescente rebaja a su madre a nivel de la prostituta. Tales fantasías tienden a construir, por lo menos en la imaginación, un puente sobre el abismo que separa las dos corrientes eróticas, y degradando a la madre, ganarla para objeto de la sensualidad.

 La impotencia se verifica en otra forma clínica, que a veces nos confunde porque estos hombres tienen erección perfecta pero no sienten nada, psicoanestésicos los llama Freud. Realizan el coito, pero no sienten nada. Él lo compara a la frigidez. 

Freud enlaza estos casos de psicoanestesia masculina a la frigidez femenina, infinitamente frecuente, siendo el mejor camino para descubrir y explicar la conducta erótica de estas mujeres, su comparación con la impotencia psíquica del hombre, mucho más ruidosa. Prescindiendo de tal extensión del concepto de impotencia psíquica, atendiendo tan sólo a las gradaciones y su sintomatología, no podemos eludir la impresión de que la conducta erótica del hombre civilizado presenta generalmente hoy en día, el sello de la impotencia psíquica.

 Sólo en una limitada minoría aparecen debidamente confundidas la corriente cariñosa y la corriente sensual. El hombre siente casi siempre coartada su actividad sexual por el respeto a la mujer, y sólo desarrolla su plena potencia, vuelvo a insistir, con objetos sexuales degradados.

 ¿Se acuerdan de la sarracena de la película de Fellini? Ahí es donde uno más desea ¿Se acuerdan de la ronda que los chicos le hacen a la sarracena? La gorda de la película Ocho y Medio. Hay una gorda al principio, una escena muy erótica, los niños juegan a la ronda alrededor de la gorda, bueno, esos son los objetos que se desean.

 ¿Cómo termina esto? El asunto es que el sujeto regresa a la adolescencia, el sujeto impotente, y encuentra que ya tiene un desarrollo intenso, encuentra prohibida toda satisfacción, tanto en los objetos incestuosos como en los objetos extraños, quedan contaminados por un motivo o el otro.

 Es el inconsciente, no la conciencia, entonces por ejemplo, esa manera de cruzarse de piernas ya puede significar que ella sea una mujer liviana. Ni hablar de una falda con un tajo, después ella puede ser una intelectual, pero cuando yo era niño una falda cortada era una locura, había que irse a confesar cuando se veía a una mujer así en la calle. 

Público: Si uno era cristiano…

 – Si uno era cristiano, eran pequeños detalles. Las cejas, las cejas de Nélida Roca, que era una bailarina. Recuerdo las cejas. Voy por la calle y me enamoro de una chica muy decente pero que tiene las cejas de Nélida Roca, para mí es una prostituta porque bailaba, levantaba las piernas. Es el inconsciente, un detallecito, un olor.

 Me acuerdo una vez en un laboratorio grupal. Una chica se dio cuenta en el laboratorio por qué no podía soportar a los hombres afeitados, todos sus novios tenían barba, cosa que a ella además le molestaba.

 Pero los hombres que se afeitaban se ponían colonia. Ella dormía todas las tardes cuando su padre se afeitaba, se acostaba al lado del padre y dormía la siesta y olía el perfume de su padre. Situación que descubrió a los treinta años, después de tener por lo menos diez relaciones con hombres con barba. Vieron, ahí era un perfume, un olor, un hálito, un desvío, una cadencia, un movimiento, la forma de poner el pie cuando camino, el color de los ojos, la vivacidad.

 Ahí es donde cometo el incesto, porque si para cometer el incesto me tengo que ir a acostar verdaderamente con mi madre, el psicoanálisis no existiría, porque eso ya está prohibido por la policía. El incesto lo cometo ahí, quedo transfigurado por haber percibido aquel olor, aquel silencio, aquel gesto, esa arruga, esa forma de tirarse el cabello para atrás, la onda que le caía sobre la cara… Me enamoro, me caso, tengo hijos con eso, no con mujeres y con hombres, por eso es importante la clase de hoy. Vivo al lado de gestos, de personas que no son personas, son restos de escenas pasadas.

 Nos faltaría hablar un poco de la impotencia y de un tema muy interesante que viene después que se llama “El Tabú de la Virginidad”, para terminar con las Aportaciones a la Psicología de la Vida Erótica.

 Ya que se trata de la vida amorosa, traje unos escritos sobre el orgasmo.

 “Ahora podríamos decir que me encuentro en una situación como cuando a punto de penetrarla, ella frunce los ojos como para mirarme de cerca a pesar de que estamos uno encima del otro, y recuerda que a la mañana, hace diez horas, no la saludé con alegría, y claro, en esos momentos no sé cómo seguir.

 A veces le pido por favor que se olvide de la madre.

 A veces la sacudo de los cabellos y le grito que la amo y que quiero tener un hijo suyo.

 Ella a veces se asusta y se entrega entonces al ritual del juego y la memoria.

 A veces, a veces, no hay manera de convencerla de que tenemos que comenzar todo de nuevo”.

 El orgasmo es la culminación del placer sexual. Se llamaría orgasmo entonces a toda culminación de un hecho humano, entre humanos, también el hecho genital.

 Hecho genital, que como sabemos, en sus dimensiones metanormales–anormales– hace posible el orgasmo en soledad, o bien poniendo en contacto parte del cuerpo de una persona con algún objeto inanimado o animal. Pero debemos decir que a pesar de las posibilidades siempre amplias de producirse, y contrariamente a lo que era dable pensar, el orgasmo no se produce tan frecuentemente y menos si hacemos depender su producción sólo de ciertas maniobras mecánicas o ciertas posiciones cinematográficas, ya que sobre el orgasmo pesan los más variados y múltiples caprichos humanos, todos ellos destinados a impedirlo.

 Digamos que Einstein nos ha ofrecido la posibilidad de la relativización de los fenómenos. Mirado desde la economía política, lo sexual es una resistencia a que el hombre se encuentre con su verdadero drama actual, su posicionamiento de clase y la transformación de los medios sociales de producción, de amor, de mercancías y de lenguaje. Pero mirado desde la intersubjetividad, ese sujeto peleando por lo social es un sujeto que se resiste a encontrarse con el drama de su sobredeterminación sexual. Y está claro que si miro por el espectrofotómetro, está claro que el que lucha por su posición social y el que se psicoanaliza por su posición sexual, son dos locos, dos ignorantes que están recargando su sistema nervioso de plomo y de manganeso, inexplicablemente…

 Público:…

 – Eso es porque mientras está la envidia está negado el trabajo del psicoanalista, es una cosa transferencial. Mientras hay envidia, lo que está negado es el trabajo, el pensamiento es mágico animista. Cuando supero la envidia, cuando hablo de la envidia, me doy cuentad e que estoy comprando a una persona desde hace siete años, y que me ha hecho bien. Entonces yo ahora empiezo a entender la noción de trabajo.

 Por eso es que a las mujeres les cuesta tanto trabajo psicoanalizarse, no es broma, tienen que incorporar a su vida la noción de trabajo, si no, no se pueden psicoanalizar, porque no hay hombre que no produzca ese trabajo con su sistema inconsciente, se terminó la magia.

 Entonces, tengo fantasías de lo que vine haciendo sin saber, que fui comprando el tiempo del deseo de esa otra persona para investigar acerca del deseo, por fin me doy cuenta de eso, que el otro fue mi empleado, no mi amo, mi madre, mi padre, sino mi empleado.

 Público:…

 – La noción de trabajo, porque la burguesía lo que necesita es que quede reprimida la noción de trabajo. Claro, cuando yo le digo cinco mil pesetas, usted se queda en el mercado y dice: ¡Qué caro que es! Usted se queda en el precio, no en el valor. Usted no hace una reconstrucción del trabajo que me costó llegar a la palabra de cinco mil pesetas, eso no lo hace.

 Si abarcamos ahora con una ojeada general –dice Freud– todo lo que dijimos antes lo vamos a juntar en una frase, a ver si la podemos escuchar bien, los distintos elementos del cuadro descrito, o sea las condiciones de falta de libertad y ligereza sexual de la amada, su alta valoración, la necesidad de sentir celos, la fidelidad compatible no obstante con la sustitución de un objeto por otro, una larga serie, y por último la intención redentora, no supondremos probable que todos estos caracteres tengan su origen en una sola fuente.

 Sin embargo, la investigación psicoanalítica de la vida de éstos sujetos, no tarda en descubrirnos tal fuente común, su elección de objeto tan singularmente determinada y su extraña conducta amorosa tienen el mismo origen psíquico que la vida erótica del individuo normal.

 Se deriva de la fijación infantil al cariño de la madre, y constituye uno de los desenlaces de tal fijación. La vida erótica normal no muestra ya sino muy pocos rastros que delaten el carácter prototípico de dicha fijación para la ulterior elección de objeto. Por ejemplo, la predilección de los jóvenes por las mujeres maduras. En éstos casos, la libido del sujeto se ha desligado relativamente pronto de la madre, por el contrario, en nuestro tipo, la libido ha continuado aún ligada a la madre después de la pubertad.

 Me encantaban las mujeres maduras, me encantaban. Ustedes chicas ¿estuvieron enamoradas de un hombre mayor? ¿Sí? Y usted ¿estuvo alguna vez enamorado de una mujer mayor que usted, además de su madre?

 Público: De tres.

 – ¿Se casó después con alguna de ellas? ¿O buscó una mujer de su edad? 

Público: Con la cuarta.

– ¿Mayor que usted?, ¿También mayor que usted? ¿Y usted?

 Público: Sí, mis primeras relaciones, así amorosas, tendría dieciocho años y ella era una muchacha de veintiséis…

 Buenos, en estos enfermos, los caracteres maternos permanecen impresos en los objetos eróticos posteriormente elegidos, los cuales resultan así subrogados maternos fácilmente reconocibles.

 Habremos de probar ahora, que los rasgos característicos de nuestro tipo, tanto en lo que se refiere a las condiciones de su elección de objeto, como a su conducta amorosa, proceden realmente de la constelación materna. Nada más fácil en cuanto a la primera condición, la de la dependencia previa de la mujer o del tercero perjudicado, es evidente que para el niño criado en familia… bajo esta moral sexual cultural se producen estas ligazones libidinales. Lo que no va a cambiar en otra estructuración social familiar es el mecanismo infinitivo del deseo, lo que no se va a modificar en el aparato psíquico cuando cambie la sociedad es el desear, pero sí los modos de renuncia, por lo tanto, si se modifican los modos de renuncia al desear, lo que va a aconteceré n posibles circunstancias de transformación social, es que se produzca una modificación de la apariencia, es decir, de los sentidos manifiestos del trabajo inconsciente (que ya es bastante transformación).

 Es evidente que para el niño criado en familia, la pertenencia de la madre al padre, constituye un atributo esencial de la figura materna. Así pues, el tercero perjudicado no es sino el padre mismo. Tampoco resulta difícil integrar en la constelación materna la exagerada valoración que lleva al sujeto a considerar único e insustituible el objeto de cada uno de sus amoríos.

 La condición de estos señores es que no son infieles, sino que cambian continua y permanentemente de objeto. Picasso era así, se decía de él que nunca estaba con dos mujeres, y cuando no soportaba a una mujer cambiaba de mujer. Era así, no era infiel, los otros de su generación eran más infieles, él abandonaba, terminaba la relación y comenzaba una nueva relación. Picasso, que también fue un niño tratado en familia, además de un genio. La importancia de darse cuenta de esto es que Picasso que era un niño criado en familia, fue Picasso, y que hay algunos que fuimos criados en familia y nos seguimos meando en la cama a los cuarenta años, eso es diferente…

 Nadie ha tenido más de una madre, y nuestra relación con ella se basa en un hecho indubitable y que no puede repetirse, para fundamentar el asunto del amor único. A pesar de tener una vida sexual “tan así”, esa vida sexual “tan así” por verificarse para que él se encuentre con su madre, no puede ser sino con una sola mujer a la vez.

 Si los objetos eróticos elegidos por nuestro tipo han de ser ante todo subrogados de la figura materna, nos explicaremos asimismo su repetida sustitución en serie, tan incompatible al parecer con el firme propósito de fidelidad característico de estos sujetos. El psicoanálisis nos enseña también en casos de distinto origen que aquellos elementos que actúan en lo inconsciente como algo insustituible, suelen exteriorizar su actividad provocando la formación de series inacabables. Es decir, aquello que en el inconsciente figura como insustituible, la madre, permite sustituciones en series del objeto amoroso, puesto que ninguno de los subrogados proporciona la satisfacción anhelada, porque el deseo inconsciente tiene como característica no encontrar en ninguno de los subrogados lo que desea, su satisfacción. Ya que como sabemos, la satisfacción del deseo inconsciente implicaría la muerte del aparato que produce el deseo inconsciente.

 Así, el insaciable preguntar de los niños en una edad determinada, depende de una sola interrogación, a pesar de que ellos preguntan por todo. Y la inagotable verbosidad de ciertos neuróticos, es producto del peso de un secreto que quiere surgir a la luz pero que ellos no revelan, a pesar de todas las tentaciones. Esta es la característica de lo que después en psicoanálisis se llamó palabra vacía, porque era: el paciente habla y se cura, y no, el paciente a veces habla para ocultar eso de lo que tiene que hablar. Como el niño que pregunta por todo, porque no quiere hacer la pregunta que realmente le importa para el desarrollo de su sexualidad.

 Freud hace una trampa en el texto, porque el interlocutor de Freud era un tipo peor que nosotros, cuando Freud escribía había alguien que lo escuchaba, eso siempre es así, cuando uno escribe, hay alguien que lo está escuchando. El interlocutor de Freud era muy racionalista, muy difícil de hacerle penetrar esta nueva teoría acerca de lo se venía estudiando desde siglos de otra manera. Freud hace una trampa en el texto y dice: la primera condición se debe a una causa única, al complejo materno. La segunda condición, esto es, la de la liviandad del objeto elegido “no parece” poder derivarse el complejo materno. 

Es como una trampa, porque el después va a demostrar que depende del complejo materno. Para que el otro lo siga escuchando…, entonces, si leo mal a Freud y me quedo en este renglón, no leo la siguiente página, pienso que Freud dice que querer a las prostitutas no depende de aquel antiguo cariño por la madre. En cambio si sigo el recorrido que vamos a seguir la clase que viene, nos vamos a dar cuenta que también amar la infidelidad de la mujer viene de aquel momento, donde ya vamos a ver por qué, el niño piensa que porque la madre tiene relaciones con el padre, es una prostituta.

 ¿Alguna pregunta, algún relato infantil?

 Así chicas, que vayan con cuidado por la calle, los hombres son capaces de hacerlas casar para poder amar, y hacerlas ser infiel para tener deseos sobre ustedes. Tengan cuidado porque son la madre, no mujeres. Porque aquí solamente se le vienen haciendo recomendaciones a los hombres, he visto, en las clases de sexualidad femenina que se les recomienda, tengan cuidado, si una mujer lo ve por la calle y le dice: padre, no le crea… Pero hoy viene consejos a las mujeres, que tengan cuidado con esos hombres que las quieren únicas, pero que a la vez las quieren infieles, y que las sumen en esa contradicción en la cual viven permanentemente, porque si son fieles no son deseadas, y si son infieles son maltratadas pero deseadas…Es difícil una cierta actitud…

 Continuamos la próxima.

 

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