Poesía y Psicoanálisis (1971-1991) Miguel Oscar Menassa -1995

 

1988 -MADRID

EL GRUPO CERO MADRID PASEANDO
POR LA COMUNIDAD PSICOANALÍTICA
DE BUENOS AIRES

-¿Qué tal, Menassa? -me preguntó un joven candidato a psicoanalista. 
      -¿Qué tal, qué? -le pregunté a mi vez.
      -Vamos -me dijo el joven y colocó un doctor delante de mi nombre que me halagó-, ¿qué le parece eso de los lacanianos, qué le parece eso de llevar sus muertos hasta las últimas consecuencias?
      Yo, esta vez no contesté rápidamente, dejé caer un silencio que sonó fantasmático y le dije:
      -Si entre hermanos se pelean, los devoran los de afuera.
      -Y eso, ¿qué es? -preguntó el joven analfabeto y, entonces directamente lo miré a los ojos, allá de los ojos, lo miré de mirada a mirada, me acerqué como se acercan las aguas al hipopótamo que aún no la ha comido ni bebido y le dije:
      -Lacan ha muerto y, cuando esto ocurre, ha muerto un estilo ¿entendió? 
      -¡Los buitres! ¡Los buitres! -gritó el joven candidato y huyó despavorido.

 II

A sólo dos días de mi llegada a Buenos Aires volví a encontrarme con el joven que me sorprendió en el aeropuerto con sus preguntas, quien con una sonrisa hiriente y despojada me contó el cuento de Ariel, el joven extraviado o el día que la poesía se comió a todos sus amigos. Ariel había sido maltratado desde muy pequeño por la poesía y su rabia 
(al estilo de Freud) anal y a la vez masturbatoria, lo llevó a confundir la poesía con su propia madre. Esta confusión que arrastraría por siempre se manifestó en todo su esplendor cuando fue invitado a publicar, por sus amigos, en una revista, el odio por la poesía, su madre. En el escrito en cuestión, el niño extraviado aparece tocando sus pequeños genitales y gritando: Mamá, la poesía, es mala, puta y fea y yo tu pequeño Ariel, producto de esa deformidad soy estúpido, imbécil, estoy anonadado y quiero aprenderme de memoria todas las fórmulas de acercamiento a Dios. Y es por eso doctor -me dijo el joven del aeropuerto- que los lacanianos le temen a los poetas porque entre ellos, doctor, ¿quiere que se lo diga?, entre ellos, poetas, no tienen ni uno.
 

III

A los tres días de haber llegado a Buenos Aires participamos conjuntamente con Norma Menassa, María Chévez, Carlos Galanternik y Osvaldo Ortemberg en una mesa redonda en la Feria del Libro sobre el tema: Poesía y Psicoanálisis. Fue todo muy bonito, la sala llena de personas, muchas más de las que esperábamos, nuestro discurso caliente, la gente contenta. Tuvimos un sólo inconveniente: nuestros amigos de Catálogos nos habían prometido llevar todos nuestros libros a la Feria por las dudas algún concurrente -y concurrieron más de cien, a nuestra mesa redonda- deseara o ambicionara comprar un libro nuestro, se olvidaron sin darse cuenta nuestros libros. Así, que en la feria, todo muy bonito. Y eso que todavía no había terminado la jornada. Al salir se acercó nuevamente el joven del aeropuerto ahora para preguntarme sin ningún miramiento, por qué motivo yo no estaba de acuerdo con Miller, siendo éste, así dijo el joven, tan inteligente, tan bello, tan pulcro. Yo que eso lo tenía pensado desde que llegué, lo contesté rápidamente, sí, tan inteligente, bello y pulcro como Marlon Brando en Queimada.

IV

No estamos, he visto (algún día comprenderé) en ninguna de todas las historias que se cuentan de los últimos quince años en la Argentina y me da, en principio, mucha risa. Comprendemos la exclusión de las historias de la A.P .A. ya que nosotros nunca pedimos por eso. Con los lacanianos, «no sabemos» pero rechazan (mecanismo éste que puede ser leído en la disgregación actual que los somete) aquello que fue primordial en su constitución: la relación del gran Massota con el gran Grupo Cero. En cuanto a nuestros compañeros, perdonamos el olvido, pero por eso mencionamos que en el año 1971, yo fui uno entre otros, que firmé lo que se dio en llamar EL PRIMER MANIFIESTO DEL GRUPO CERO O MANIFIESTO DE ADHESIÓN AL GRUPO PLATAFORMA.

                                                      

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