Carnaval de la Tercera Edad

Miguel Oscar Menassa, 2011

 

 

ATADO A LA SILLA ESTOY

He cometido el error
de haberme casado ya
con una mujer celosa
y que envidia lo que hago.

Me tiene atado a una silla
y tan cuidadosa es
que ella me da de comer
una papilla por boca.

Y atado a la silla estoy,
cuando la noche despierta
ella baila para mí
y hasta llega a desnudarse
para que nada me falte.

Y cuando yo le digo:
amada, ámame a mí,
Ella sonríe y me dice:
ahora vamos a dormir.

Y es tan celosa la pobre
y envidiosa de mis sueños
que trae una silla
y le dice a la muchacha
que la ate, que la ate,
que nos ate a los dos juntos.

Y la muchacha nos ata
y roza su cuerpo al mío,
me guiña un ojo
mientras con la soga
da vueltas y vueltas
alrededor del cuello
de mi muy amada
y apretando y apretando
la dejó morir ahogada.

Ahora ya estamos solos,
sentenció la muchacha,
y si a usted no lo mato
es porque mucho lo amo.

Tres largos años mirando
cómo usted
hacía con la señora
varias clases de amor,
y ella lo besaba de mil maneras
y las cosas que usted hacía
en verdad me enamoraban.

Y cuando le pregunté
por qué no me desataba,
Ella comenzó a reír
y así, riendo, me dijo:
usted ya lo ha demostrado,
tratándose del amor
sentado lo hace mejor.

¿Desatarlo para qué,
para que pierda
su encanto?

De ninguna manera,
yo no lo desataré
y vendré al anochecer
para hacerle el amor
como la señora hacía
cuando la pobre vivía.

  

Índice Siguiente