ATADO A LA
SILLA ESTOY
He cometido
el error
de haberme casado ya
con una mujer celosa
y que envidia lo que hago.
Me tiene
atado a una silla
y tan cuidadosa es
que ella me da de comer
una papilla por boca.
Y atado a la
silla estoy,
cuando la noche despierta
ella baila para mí
y hasta llega a desnudarse
para que nada me falte.
Y cuando yo
le digo:
amada, ámame a mí,
Ella sonríe y me dice:
ahora vamos a dormir.
Y es tan
celosa la pobre
y envidiosa de mis sueños
que trae una silla
y le dice a la muchacha
que la ate, que la ate,
que nos ate a los dos juntos.
Y la muchacha
nos ata
y roza su cuerpo al mío,
me guiña un ojo
mientras con la soga
da vueltas y vueltas
alrededor del cuello
de mi muy amada
y apretando y apretando
la dejó morir ahogada.
Ahora ya
estamos solos,
sentenció la muchacha,
y si a usted no lo mato
es porque mucho lo amo.
Tres largos
años mirando
cómo usted
hacía con la señora
varias clases de amor,
y ella lo besaba de mil maneras
y las cosas que usted hacía
en verdad me enamoraban.
Y cuando le
pregunté
por qué no me desataba,
Ella comenzó a reír
y así, riendo, me dijo:
usted ya lo ha demostrado,
tratándose del amor
sentado lo hace mejor.
¿Desatarlo
para qué,
para que pierda
su encanto?
De ninguna
manera,
yo no lo desataré
y vendré al anochecer
para hacerle el amor
como la señora hacía
cuando la pobre vivía.
|