EL CIEGO Y LA NOVIA
Una día me
dijo:
Cuando me acaricias
amo tu ceguera
porque, si tú nada ves,
yo ya no tengo vergüenza.
Además, la
piel del cuerpo
y de las manos también,
cuando empieza la caricia
liberan un nuevo ser.
Cuando
comienza el amor
siempre viene acompañado
de la posibilidad de ver
que estamos embalsamados.
Ahí, donde el
tiempo
suele hacer sus ejercicios,
no me importa tu ceguera
porque es tu piel la que ve.
Pero cuando yo te muestro
mis tetas, algún cuadro,
un poema bordado
al estilo oriental,
o la curva elegante
de mi vestido claro
o las graciosas cintas
de mi blusita azul.
Ahí, miro tus
ojos
y pego un alarido:
la belleza en tus ojos
está muriéndose.
Por eso te
aconsejo
que nuestros cuerpos
puedan temblar, amor.
Abandona en
tus ojos
la ceguera,
pon la caricia en vuelo
y la belleza,
toda la belleza,
estará en mi piel.
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