PEPE ENCADENADO
Vengo a
decirle,
señor abogado,
que mi mujer
me tiene encadenado.
Me levanto a
las seis
y lavo los platos,
las bragas y las blusas
y, con una sonrisa,
me plancho la camisa.
Levanto a los
niños,
los llevo al colegio
después voy a mi trabajo
y, por fin, estoy contento.
La llamo a
las tres
y ella, bostezando,
me reprocha
que yo no fui capaz
de llamarla más temprano.
Le digo
“querida…”
y no me deja hablar
y me escupe por teléfono
un veneno mortal.
La jefa me
pregunta
si me pasa algo
mi mujer, le digo,
que no me deja hablar.
Ya le dije,
Pepe,
que con las mujeres
debe comportarse
como manda la ley.
Así que ahora
siga trabajando
y, cuando llegue a casa,
la saluda a Lola
como corresponda.
Vengo a
decirle,
señor abogado,
que mi mujer
me tiene encadenado.
Después, a la
noche
cuando llego del trabajo,
ella y tres amigas
leen muy tranquilas.
En bragas las
tres amigas
y ella con el camisón,
yo saludo impertinente
para verles bien las tetas
y me voy a la cocina
a preparar la menestra.
Ahora viene
un amigo
de las cuatro señoritas,
el pobre no sabe hablar
pero tiene tal grandeza
que ha conseguido un trabajo
como caña de pescar.
Mientras las
cuatro mujeres
y el gran mudo se divierten
yo me quemo en la cocina
con las judías calientes.
Mientras con
aceite
me curo la mano,
se quema la menestra
y mando todo al carajo.
Vengo a
decirle,
señor abogado,
que en mi cerebro,
ya la he matado.
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