LA LEY DEL TALÓN
Yo soy Pepe y
por amor
hasta aprendí la lección:
que un hombre debe saber
ganar y, también, perder.
Si tú la
engañas
ella podría
con tus mismos argumentos
engañarte a ti, también.
Y si tú le
pegas
porque es más chiquitita
está permitido
comprarse un revólver,
pegarle dos tiros
y decirle al juez:
al tratar de matarme,
el cabrón resbaló
y dos tiros se pegó.
Recuerdo
haber ido
a la policía
llorando y con la cara
hecha una porquería.
Vengo a
decirles
que mi marido
me pega cada día
hasta con bastón.
No sea
exagerada,
me dijo la psicóloga,
y el policía dijo:
lo tendrá merecido.
Allí,
desesperada,
al darme cuenta
que nadie me escuchaba
pensé seriamente
comprarme un revólver
y al llegar a casa
matarlo y adiós.
Cuando llegué
a casa
él ya me esperaba
con una escopeta
detrás de la puerta.
Él se acercó
como para besarme
pero en realidad
quería matarme.
Yo, tomando
impulso,
saqué la pistola,
se la puse en los huevos
y le disparé.
Después en mi
casa
me duché tranquila
y me puse ropa
como para salir.
Pero me tumbé
en la cama
y me sentía muy libre
y al comprobarme viva
creo que fui feliz.
Cuando llegó
el madero
yo saltaba en la cama
y decía en voz alta
¡¡¡mirad qué maravilla!!!
¡¡¡mirad qué viva estoy!!!
El policía,
listo,
dijo que estaba loca
y la jueza de turno
me dio la libertad.
A partir de
ese momento
mis amigas me admiraban
y los hombres, pobres hombres,
me temían y lloraban.
|