Ahora
que el sexo y las drogas están de moda es hora de partir.
CANTEMOS
la muerte ha llegado y vive entre nosotros.
Goce infinito para quien olvide las cálidas ideas del sol y de las
certidumbres.
Morías
mi pequeño animal para que me fuera dada la muerte.
Aprehensible, cotidiana también ella
como una puta o como una mirada.
Morías mi pequeño animal envuelto en el invierno.
El calor de tu cuerpo resquebrajó la helada
el calor de tu cuerpo resquebrajó mi ser.
Sé que las realizaciones no bastan.
Sé que hice todos los deberes mal.
Quiero volver desesperado a los lugares donde empezó el error.
Sé que no podré. En
esos territorios nada es posible.
Todo ocurrió porque sí, las causas son obvias y, sin embargo, las idas
y vueltas hacia el pasado son mi regocijo y mi calma.
Me matarán
sé que me matarán
y sin embargo miro dulcemente hacia, los días donde ya no estaré y
escribo para aquel hombre que sin saber quién habla escuchará mi voz.
Te escribo desde una mañana, desde una
mañana verdaderamente gris.
Una mañana que se hizo gris a causa de la muerte.
No tengo en mi mirada nada de luz. Amo los archipiélagos nocturnos
y
los lugares donde el hombre renuncia definitivamente a vivir.
Distraigo mi ser con las palabras de mis hijos que me recuerdan que
lo
terrible ya sucedió.
Todo es el desorden de la fiebre.
Fiebre y locura, castigos esperados.
Castigos del alma.
Y ahora por fin definitivamente locos, nos dejaremos hacer el
bien.
Qué imaginación puede tener un hombre que vive entre cuatro paredes.
Morir es fácil, quién será el próximo.
Y entonces vi el horror. Sólo su muerte podía ser más importante que
mi poesía. Sólo el final de su plan más importante que mis
acercamientos a la verdad.
Veníamos a darnos cuenta, precisamente el día de tu muerte, que la fe
era necesaria, que en algo era importante creer. Que ciertas palabras
(que aunque nosotros sepamos no significan nada) deben significarlo
todo.
Pensé y lloré todo el tiempo. Pensé en la libertad de mis alondras,
en la libertad de mis pájaros celestiales.
Tu carne era mi carne.
Brisa de mar, atlántico de noche.
Tu carne era mi palabra en la tierra.
Tu muerte es el lugar donde mi mente estalla.
No habrá tiempo más justo para el hombre, ni libertad, ni nada.
Estamos encadenados.
Misteriosa y cruel es la palabra que no pronunciaremos. Además, la
justicia terminaría con nosotros. Imaginemos las mujeres iguales a los
hombres. Imaginemos justas las balanzas de los sexos. Probemos el
horror; hagamos la revolución a fondo: borremos las diferencias de los
rasgos.
Frente a tu muerte, han de venir los cálidos estúpidos, los
hambrientos, a preguntar por tu salud. Esta vez les diré que estás
muerto. Que se acabó la joda de tu cuerpo. Que te mató la vida, la
ausencia de palabras. Te prometo buscar entre las mujeres amadas los
misteriosos hongos de tu piel. Les pediré que hablen de tu fuerza, les
pediré que hablen de tu imbecilidad.
Amigo, el vino no será suficiente.
Amigo, muero de tu misma muerte: No creo en nada.
Tenemos para decir cosas de casi todo el
mundo. La mayoría de nosotros habla por lo menos dos idiomas.
A los 35 años se tienen los recuerdos y sólo algunas posibilidades.
En este momento el reino de los estúpidos está cerca. Ellos tienen
pasiones exageradas. Son peligrosos.
Solamente estas posibilidades, y no otras, no significa: ni que sean
pocas, ni que tengo pensado luchar mucho por ellas.
Yo sé que un hombre, una mujer, alguna vez tendrán mis mismas
intenciones. Ese día corregiré mis defectos.
El cielo es gris en estos días cerca de la primavera. Los espejismos
acechan y el que no sufre porque tiene sufrirá porque no sabe y nada es
mejor.
El viento suave de primavera y los primeros soles ahondarán el dolor.
Un cuerpo acribillado por la noche no tiene misterios.
Los misterios son necesarios para el amor.
Cuando el amor muere, no caben dudas, el sol ilumina todos los
misterios. El amor es necesario para vivir.
Despojarnos de todas las máscaras es en definitiva un gesto sin
sentido.
Diré la verdad en cuestiones de amor.
Hablarán mis errores.
De los 35 años puedo decir que se tiene una cierta paz, la
incertidumbre es casi ya una cuestión teórica. Matar o morir es casi
lo mismo. Lo importante: saber por qué.
El hombre tiene que morir y de eso es bastante fácil darse cuenta.
El que las hace las paga y para darse cuenta de esto hace falta valor.
Cualquiera de nosotros puede morir.
¿Pero por qué uno primero que otro? Debemos averiguar con urgencia
estos detalles. Tenemos que saber que la escena de nuestra muerte se
repetirá incansablemente.
Si nos matan en la mitad del ejercicio, no todo habrá sido en vano.
Algunas palabras serán inmortales. No todo morirá con nosotros.
En estos casos los que heredan, heredan solamente la posibilidad del
goce, ya que el saber será inalcanzable para los que no se animaron a
morir.
Después de la catástrofe, los que queden podrán reconstruir y
todavía más, si son capaces de darse cuenta de la alegría aterradora
que invade sus almas al saber no ser víctimas. Pienso que a esta altura
lo que necesitamos es otra cultura. O legislamos el narcisismo o estamos
perdidos.
El señor salva las almas que le son
necesarias. Ni una más.
La dirección de los vientos es variable, pero sabemos, porque conocemos
sus nombres, que los vientos son pocos.
La utilidad o la inutilidad de los gestos será evaluada desde la pena
de muerte.
A todo aquel que merezca la muerte le quitaremos el nosotros.
Le daremos toda su libertad.
A los 35 años se aman tiernamente el
ocio y la locura y no los arrebatos acerca del ocio y la locura. Se
tienen sobre el ocio los deseos indestructibles, se sabe que la falta de
límites es perniciosa.
De la locura no sabemos nada.
Ella es un hálito.
La persistencia durante años de las sensaciones, es una ilusión.
La violencia nos apasiona en los otros, queremos conocer sus mecanismos.
Nuestra violencia tiene que ver con la palabra; quiero decir, usamos el
horror.
Escribimos siempre para el futuro. Sabemos que todo va a cambiar.
La noche es alta en nuestros
corazones cuando el que muere nos pertenece. Definitivo asombro en aquel
lugar de mi ser donde ya nada florecerá. Opaca persistencia. Reino del
horror donde la imagen infinita serán tus ojos claros y tu cuerpo
temblando cerca de mi cuerpo.
Yo sé que nunca más podré escuchar tu voz y sin embargo giros
endemoniados de mi ser proponen sin cesar un posible encuentro.
Ahuyento estas claras proposiciones de muerte y de dolor y juro en falso.
"Escuché tu voz
y las voces de las mujeres de mi país
me parecieron música bárbara.
Si la posición del amo me hizo escribir veinte años seguidos, la
posición
del esclavo terminará haciendo de mí un escritor.
Ser esclavo no es doloroso, más bien es fácil y normalmente placentero.
Y es aquí donde los demonios claman su venganza.
Ser esclavo tampoco puede elegirse.
Somos estas palabras que repetiremos sin cesar hasta la muerte.
Y somos estos dioses y estos excrementos que no nos abandonan.
Decidí entonces ser un idiota para perder todo el poder.
Habrá guerra, me dije, revoluciones, los necios creerán encontrar un
destino a sus vidas; mis hermanos seguramente condenarían esta
transformación y alguno de mis hijos me mataría limpiamente.
Cuando mi estupidez alcance su nivel más alto de expresión, cuando diga,
por ejemplo: EL AMOR ES TODO, mis tonterías serán tomadas por
descubrimientos o poesía. Las llagas de mi cuerpo por no saber quién
soy, serán confundidas con algún milagro o con algún ejercicio
espiritual para mostrar en carne viva lo que puede la eficacia simbólica;
la violencia sexual de la bestia se trastocará hasta transformarse en las
mediocres y mal concebidas anécdotas que se pasarán unos a otros y que
ninguno podrá jamás IMAGINAR modificarlas.
Todo será en vano, se pondrá de moda el amor.
Me harán algunos regalos (una postal con alguna consigna alusiva como:
"adelante maestro" o "la genialidad no tiene
compostura"; dos libros y casi seguramente alguno de ellos hablará
de la conducción de los grandes grupos.
Me regalarán también dolorosas estatuas hechas a mano.
Cuerpos humanos destrozados para que el rey demuestre su poder, su magia
inexorable, su elegancia para transformar el alma de los muertos, su fe,
su irrenunciable fe en el hombre.)
Me llevarán con engaños a una fiesta íntima de coronación.
Me harán poner en cuatro patas.
Me harán decir que desprecio a las mujeres porque ellas aman mi piel de
niño y que amo a los hombres porque mi padre tiene perdido el horizonte.
Interrumpo por primera vez la ceremonia para decir que el culo no me lo
van a tocar.
Me gritan a coro que la homosexualidad debe ser superada.
Les digo que mi padre tiene setenta años y cuando hace el amor con una
mujer, en su cabeza vuelan pájaros.
Entonces me responden: danos a tu mujer.
Conozco bien a una mujer.
Morena, abierta como el mar, pequeña y madre, opaca en la violencia,
descuidada en ciertos gestos de amor.
Magnolia triste ciertas tardes de otoño cuando sus fantasmas particulares
le recuerdan los muertos por su patria.
Capaz de hacer el amor hasta saberse un animal feroz o un tulipán abierto
por el lento calor de nuestros cuerpos o un inmundo batracio. Posee como
don la crueldad del silencio.
Esa mujer dice mi nombre, Miguel, cada mañana y el sol le brilla en la
cabeza. Ama de mí, mi cuerpo, la savia de mi ser. Desea con su carne mi
pija, amada pija, mi Miguel, matame, teneme compasión.
Esa mujer no es mi mujer.
Ella se pasea por la casa como si lo fuera. Ama regar las plantas, bailar
el tango con su macho el cantor, el que no sabe cantar, el que siempre
tiene desordenados los sentidos, el que tiene 35 años y un solo dolor:
NADA NOS PERTENECE.
Ni el hambre, ni el horror. Ni los olores de la menta en Pompeya creciendo
entre mis manos.
Fatal, la guerra al fin será fatal.
El hombre perderá sus sentidos.
El hombre embrollará su corazón para siempre.
Y no tendrán clemencia, nos matarán uno por uno a todos.
El hombre está perdido. Tiene sus pies atados a la tierra, su cabeza en
el cielo, sus brazos extendidos a la nada.
Yo soy, para que ustedes sepan
definitivamente,
uno de los extraños casos del hombre y la bestia.
Paso mis días girando
locamente
entre las pieles femeninas y los olores de mi infancia.
Amo sin fe
las tardes donde el sol apacigua mis transformaciones.
Como un sereno amante
amo de mi los miserables territorios donde mi ser
se arrastra como lejana y tímida babosa
pidiendo un día más, un hálito de goce o de dolor.
Cuando la bestia se apodera de
mi
-sopla mi corazón o muerde ferozmente mis sentidos-
todo es azul y generoso como la leche del verano.
Arduo es el oficio de la convivencia.
Mi pobre hombre ama la muerte y la locura
su destino es morir y sin embargo
tiene en su corazón el recuerdo de las viejas pasiones.
Sigilosa,
sumergida entre los desperdicios y la sangre
-con la crueldad que da el silencio-
espera las catástrofes.
La bestia ama la soledad. La bestia no se rinde.
Otros lo han hecho y para
ellos también fue lo mismo. En esta encrucijada el suicidio es un acto
demasiado simple para mis delirios de grandeza.
La vida por la vida, una ideología demasiado fresca para mi edad.
Para colmo los ideales de que dispones son mediocres, la contracultura
tiene sus períodos de decadencia.
El amor, los hijos y esas otras cosas que hicieron mis padres, las hice yo
también al pie de la letra. Tal vez el drama es que yo amo la bestia que
hay en mí, le rindo pleitesías, le ofrezco sacrificios jóvenes y,
estúpidas vírgenes para que la bestia despoje de su sentido también a
la carne.
Vamos hacia los territorios donde mueren los guías.
Cada uno se guiará por su propia ceguera.
El encuentro con la verdad
siempre es un encuentro con la muerte.
Para habitar estos nuevos
infiernos que poseo
busco
nuevos demonios.
Demonios del olvido.
Conjurad el milagro:
que no quede en mi corazón piedra
sobre piedra que sean descifradas todas mis escrituras
que el viento azul
-viento otoñal donde la muerte
prepara sus encuentros-
nos devele el singular misterio de la carne.
Demonios del olvido, que ninguno sepa toda la verdad.
Cubrid con tempestades y violencias
el lugar de los hombres donde la muerte
es sólo
una palabra
más.
Días y días sin poder salir
de estos territorios donde el amo absoluto es una mirada vacía, unos ojos
resecos y ciegos.
Ceguera frente a la cual lo bello pierde su poder. Territorio donde la
lujuria consiste en agotar las diferencias. Antro de los demonios y de los
malos espíritus maternales. Lugar donde el deseo pertenece al futuro.
Ojos ensangrentados por la visión de lo siniestro: Madres destrozadas por
la verdad. Agujereadas para siempre en el centro mismo de su ser. Ojos sin
piedad ocultos por el lodo la cálida mierda de primavera para no ver.
Matar para no ver.
Y la ceguera fue el destino del hombre.
Madre, devuélvenos la vista. Madre, el goce fue morir.
Nos anunciaron que después de
la muerte llegarán para habitar nuestra propia casa, los monstruos.
Debemos, como se sabe, construir viviendas adaptables. Sin jardines ni
albatros ni sospechosas miradas hacia el futuro. Todo está con nosotros.
Desde la soberbia de una mutilación ineficaz y su saber
hasta la vergüenza de nuestros padres ocultando sus genitales.
Padecer es morir, gozar es morir, por eso nuestras bajas pasiones se
transformaron en altas, luminosas, celestiales pasiones. Por eso es que
los pequeños animales de dos cabezas, buscan su lugar entre nosotros.
Aquí a mi lado la cabellera azul saliendo de sus labios y el corazón
desde los ojos, besa mi boca quien nunca habría de pronunciar una
palabra. El idiota gime y besa nuestros pies.
Alaba constantemente nuestra bondad. Ese todavía no es su lugar. tendrá
que insistir. Los monstruos viven definitivamente con nosotros. El idiota
lo sabe. Su transformación está próxima.
Huir o matar, dos alternativas demasiado complejas. El idiota cede
lentamente, ahora, y pronuncia sin fe la palabra papá.
El que predica en la montaña
será el predicador de la montaña.
El que come su pan desesperadamente
será el hambriento.
El que canta sin fe por las mañanas
y nos anuncia el porvenir
será el cantor
dulce cantor de pastorales
donde mueren las flores y el reino de los cielos
nos espera.
El que encienda los fuegos fatuos de la carne
para aplacar la incertidumbre de la bestia
será el censor,
será el hombre más triste de la tierra,
el hombre de las dunas, el de la ausencia de colores.
El que no pueda más,
el que no pueda bajar de los cielos
o ascender del abismo
será el poeta.
Si por lo menos pudiese
despreciar el lodo y pasar mi vida hasta lo último, en algún triste o
soberano hospicio con mierda y pis y olores de cloacas hasta en los
rincones más secretos.
Mi intimidad violada, mi intimidad hecha pedazos clama venganza. Lo que
vuelve es el olor de la carne, la carne no vuelve.
¿Siervo de qué tengo que ser ahora, siervo de qué?
Esclavo del arte, linda basura.
La medicina no cura estos males.
Médicos del alma, venid que os mostraré el secreto de la vida.
Soy esclavo de una mujer, vivo mi vida al compás de las contracciones de
su vagina azul que enfurece y se llena de locos arrebatos, sólo frente a
la muerte.
Ella no tiene piedad de mí.
Arranca mis testículos y pisotea uno por uno todos mis recuerdos.
Me hace confesar las malas porquerías. Yo confieso:
Lamí con mi lengua los culos más ajenos. Escupí con mi saliva los ojos
de mi amada. Bebí la leche de los pordioseros.
Tuve miedo, pedí perdón varias veces.
Al sol, me dejé estar al sol. Lo pensé casi todo.
aprendí por ejemplo que la palabra pija debe decirse en el momento
apropiado o no decirse.
Alegres, alegres fueron las mariposas que no retornarán. Amé con furia
los bordes de cada una de mis plantas. hojas de otoño en el jardín, no
significan nada.
La guerra de verdad, LA
GUERRA, no la entiendo.
Y vi morir niños pequeños antes de nacer, y vi nacer niños con
extravagantes mutilaciones, y vi morir una mujer entre mis brazos cuando
la violencia de un orgasmo sacudía mis vísceras y supe que el goce era
morir.
Y vi y vi morir, todos murieron en esa familia y todos murieron en la
guerra.
Ella ahora sólo desea la verdad. Mi sexo masculino es el único testigo
de su gesto. Ella no dudará en cortarlo.
Yo tengo que estar tranquilo, nada me pasará.
Ella, ahora, se ha quedado dormida en medio del camino, sus gestos nunca
alcanzarán la dimensión de la muerte. Doy patadas furiosas alrededor de
todo su cuerpo, clavo mis dientes en su espina dorsal, jadeo y salpico con
mi baba su cabellera azul, ataco sin piedad su rostro con mis manos, ella
me deja hacer, sé entonces que estamos a un paso de la muerte.
Yo no saldré de mi cubil aunque venga la guerra.
¿Qué hombre soy?, decidme, ¿qué hombre soy, de qué mierda estoy
hecho?
¡BASTA, PUTAS! el hombre hace agua por todos los costados.
Que se terminen de una vez las pruebas.
Abdico
no tengo fe,
ni religión, ni patria.
Mi más allá son mis amigos, mis mujeres, con sus sexos maltrechos, los
sexos de la guerra.
¿Mi muerte no es acaso la lista de mis muertos?
¿Cómo pudimos amar lo que
amábamos? La tibieza del gris, la parsimonia de las cabras, el azul, el
azul ya me tiene cansado.
Ella, ella es una potranca y basta. Su carcajada nunca puede ser un color;
veneno o leche. Ella tiene que ver con la vida.
Ella no tiene un viento que le rompe el pecho, ella segrega leche y orín
y es bueno su pasar.
Basta de porquerías, la primavera tiene también su sol. Sus tardes donde
mi hija camina lentamente hacia el colegio. Tiene las ilusiones de mi
madre por su hijo el poeta. Y ahora os digo; éste es el tiempo de
primavera y quiero que mi voz perfore sin mas el cuerpo de mi madre.
Ella habla de mi omnipotencia cuando mí función es hablar de sus deseos.
Me vine a vivir entre los pobres para poder ser un adelantado.
Y ahora la basura se me mete en los ojos. Cuando la ceguera sea total,
cuando me sienta uno de ellos, seré el rey. Rey de la mierda y de las
circunstancias favorables.
Habrá ganado la cultura.
Venid a mí, dulces mujeres, os entregaré la incertidumbre de mí ser,
vuestro será el horror de las amenazas, vuestros el pensamiento y la
locura.
La cultura acecha.
Venid disfrazadas de hombres.
Con vuestro sexo abierto en vuestras manos, con vuestras ilusiones muertas
en el pasado, sin fe y sin dios y preguntando por los amigos.
Os prometo que en cuevas inaccesibles para la ley os dejaré ser.
Y juntos miraremos hacia el futuro y hablaremos de nuestros hijos y juntos
transformaremos definitivamente nuestros sexos.
Habrá ganado la bestia.
Ya no vengo por la rebelión
de los miserables. Vengo por la rebelión de los sabios. Busco entre los
que tienen en su mirada el dolor del pecado. Busco entre los que ya no
saben más qué hacer.
Estoy crucificado y sin saber porqué. Y pienso que yo no fui quien se
bebió la sangre, ni malgasté el dinero con las putas.
Siempre fueron mujeres enamoradas y fieles, artistas del altar, las que
enturbiaron mi mirada.
Sé que la muerte es aquella vieja cuestión que
tengo todavía con mi padre.
Lo diabólico está en la encrucijada donde mi ser resiste. Amo el amor y
las llanuras, amo las ilusiones.
Soy mi dios y mi fiel y mis descubrimientos:
Sexo tenemos todos: los buenos y los traidores, los apaches y los
norteamericanos, los de mi bando y los del bando contrarío. Hasta mi
madre tiene sexo.
Entre las drogas que conozco: la coca-cola y el silencio, el alcohol y la
virginidad, la marihuana o la pimienta, el opio o las pastillas antíconceptivas,
las aspirinas o cagar siempre a las ocho en punto de la mañana. Nunca
encontré ninguna diferencia.
Ya lo sabemos
basura y lodo son para todo el mundo.
Ya lo sabemos
siempre decide el corazón.
No tengo que pensar mal de los seres queridos. Ellos pudieron hasta hoy,
son los mejores, el resto, vanas exigencias.
Lo que no entiendo es cómo nadie se da cuenta de lo qué nos pasa.
Aterrizar es peligroso. Ascender entre vaporosos pedos o pálidas
orquídeas es peligroso.
LA GUERRA LO APESTA TODO.
Yo es OSCAR MENASSA, MIGUEL es
una historia.
Cabrán en mi cabeza sólo aquellos que entren en mi corazón, ni uno
más.
Ellos serán mi nombre y mi
destino. Ellos serán mis palabras y ellos también serán mis cadenas.
Ellos serán los que me lleven al hospicio, ellos serán los que maten de
un soplo al corazón.
Ráfaga ligera.
Septiembre-octubre 1975
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