PSICOLOGÍA ANIMAL Y ARTE

Miguel Oscar Menassa - 1975

 

CARTA a ENRIQUE IBALDI

Todos los 19 de septiembre estalla mi ser para repetir inexorable el momento primero. Sé que renazco para volver a morir en cada goce, en cada maldición, y sin embargo mi alma se regocija con estas ceremonias. Tu carta fue entonces maravilloso y vil regalo de cumpleaños. En ella un compañero hombre me recuerda que también mis otros tiempos me pertenecen, que mis otras historias serán para siempre mi pasado, que mis mitos ya fueron escritos, mi historia fraguada.

Gracias por tu carta y tu POEMA, porque ellos castigan sin piedad mis olvidos, porque algunas palabras tuyas acerca de mis otros tiempos desenmascaran la desconfianza de mi hombre por mi poeta. La desconfianza del idiota que ha hecho de mí la cultura, por la bestia que sólo ama los colores y el viento de primavera.

Escribir es doloroso y difícil para quien cree ciegamente en su escritura. Mi ceguera es saber que el amo absoluto es la muerte.

". . . buscar un estilo que sea un destino. . . ". Perdón, pienso que en el destino de ciertos hombres está todo, también el estilo.
Cuando los cien personajes que soy se juntan en el hálito de la locura y aún puedo escribir, mi estilo es el estilo de mi vida, estoy salvado, el futuro tiene que ver conmigo.

En cuanto a los nombres de tu corazón te diré que BRETÓN es mi gran amor, el interlocutor de toda mi vida, creo que lo será hasta el final; yo también, como él, tengo que ver con el destino de un movimiento; 

yo también, como él, pertenezco a un grupo de extraviados y de genios. Los dioses y la mierda habitan nuestros territorios.

Mis amigos repiten a coro junto con BRETÓN: "Nosotros queremos y tendremos el 'más allá' en vida".

DYLAN, la pasión de mi juventud, el hombre del alcohol y de la ruina metabólica. Con DYLAN aprendí la pasión, locuras juveniles, mi panza al sol, los líquidos orgánicos de 4.000 ó 5.000 putas bañando cada mañana mi cuerpo y mis palabras. Los licores cayendo por la comisura de mis labios, manchando mi ropa hasta el final, quitándole sagacidad a mi pensamiento, aquietando por fin la tan ansiada pasión, transformada ahora en delirio; la tan ansiada novedad, transformada ahora en una maldita repetición que nos llevará antes que a la creación a la nada. Las muertes prematuras me fastidian. No respeto a los muertos que murieron antes de saber su verdad.

MALLARMÉ, un recuerdo, como esos recuerdos infantiles que no siempre recuerdo y que tanto tienen que ver conmigo.

RIMBAUD es mi hermano, mi compañero; con él es con quien camino del brazo por las tardes hablando de pavadas.

RILKE todavía es un señor, un simple señor con el que me encuentro a veces en los libros.

Las máscaras, querido IBALDI, son necesarias para el amor. Despojarnos de todos las máscaras es, en definitiva, un gesto sin sentido.
Tendremos que soportar hasta el final, ser dos o más o todos los que soportemos ser. El hombre es imperfecto, su saber alcanza sólo por instantes la dimensión de la muerte.

Abrazo las palabras de tu carta y tu poema que fueron capaces de disparar en mí estas palabras que ahora escribo.
Encontrarse con nuevas voces y con nuevos oídos siempre es bueno, nos hará bien a todos; espero que seamos capaces de producir el encuentro,

aunque sepamos que el encuentro puede ser el comienzo de una nueva ilusión.

                                                                        15 de octubre de 1975

 

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