22 Poemas y La Máquina Electrónica 
o Como Desesperar a los Ejecutivos
Miguel Oscar Menassa -1966

                                                                                                                                                    
LA GIOIA

Hubo la tierra anterior a nosotros, hubo la desesperación. Las palabras de bienaventuranza, el dolor, el sol. El amor era la nebulosa inexplicable. Hubimos de poner en su lugar las cosas y yo me puse un clavel en el ojal. Hablamos, hemos dicho ceremoniosamente que el agua salada de mar tenía capacidades antirreumáticas.
Mi vientre era dorado y delicioso al sol. Después, la confusión, leche de madre buena, teta grande, para despistar al enemigo. Nos quedamos solos.
Algunos árboles eran verdes para tus ojos, otros no.
Había, eso sí, lo recuerdo bien, algunos barcos.
Éramos dos niños desamparados y antes de hacernos el amor, orinamos, vos en cuclillas, yo parado con mi mano derecha en el bolsillo, el atrio de una iglesia. Vos tenías miedo y te mojaste los zapatos (todavía cuando respiro profundamente siento aquel olor), fue suficiente eso para comprender que ya nos amábamos. Vos lloraste, tus lágrimas coincidieron con la crecida del río Paraná, murió mucha gente ese año.
A partir de ese año tus ojos fueron el viento y ya nadie pudo comprender el tiempo de las lluvias. Tus ojos, con el agua, se ponían del color del mar que conocimos juntos; te regalé un gorro de capitana.
Algunos chicos del barrio que ya conocían tu agilidad, que te habían visto desnuda trepar los árboles, para arrancar las frutas más prohibidas, las deliciosas, cantaban cuando pasabas cerca de ellos:

Capitana Capitana
en el parque de Alabama
tu cintura es de plata
y te gustan las bananas.

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