Cartas a mi mujer |
Miguel Oscar Menassa, 2000 |
26 DE ENERO DE 1998, MÁLAGA He pensado estos días en el mar, que no competiré más con los grandes diarios ciudadanos, las cadenas de televisión oficiales o de las otras, los Estados modernos y, tampoco, competiré más con otras escuelas o con otros grupos que, en realidad, lo único que podrían hacer bien es comenzar a estudiar conmigo. Yo, en realidad, compito y creo que ya he ganado, con mis amigos de juventud, con otros colegas similares, con algunos grupos de pensamiento, la mayoría de los grandes poetas y en lo que respecta al vivir, ya lo hago mejor que mis padres. Algo es algo. Después, todavía, queda que quiero ser un escritor. Eso, todavía, no lo tengo solucionado del todo. Y eso no quiere decir que tengo que ser bueno o grandioso. Como soy, para ser un escritor tengo que ser como soy, amar lo que me tocó ser, vivir de eso. Hacer escalas en mí mismo y decir: Yo reconozco este lugar, hablo las palabras de este sitio y cuando alguien me llame por mi nombre de pila, reconoceré con un saludo ese pasado y aceptaré haber vivido.
Haber sido todo tripa, todo
corazón, pero el resto del
tiempo, os aseguro, me la pasaré
volando más allá de mis versos,
para encontrar algo de paz (pan
para todo el mundo), un poco de
esperanza (algo de poesía con el
pan) y cantaré y con mis iguales
aceptaré cualquier tipo de
competencia y aceptaré perder,
cuantas veces sea necesario
perder, para aprender algo de la
vida, algo del goce. A partir de ahora con los poderosos, sólo dos cosas serán posibles, someterme o, cuando sea grande, hacer la guerra. El resto de las cosas, imposibles, educar, escribir, amar, andar por los aires, todo eso lo haré con las mujeres, con los hombres como yo, como tú, quiero decir, como mi mujer, como el frutero de la esquina o el camarero o la muchacha de la blusa azul, o la adolescente perversa que después de chupar con fruición, durante quince minutos, la polla de un hombre maduro le acusa, en su fantasía, de acoso sexual.
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