Cartas a mi mujer

Miguel Oscar Menassa, 2000

 

 

7 DE DICIEMBRE DE 1997, MAR DEL PLATA
 

En Buenos Aires, me pasa lo mismo que en Madrid, soy un extranjero y encima, parece que eso va con mi personalidad.

Extranjero: Extraño, también a sus cosas.

Ella me ama, me ama y me lo dice con furia contenida.

Yo ya no doy más, vivo todo el día fingiendo: Hago de cuenta que me arrastro y así, consigo que me dejen volar.

Extranjero, extranjero, me gritan por la calle, en el Casino me gritan extranjero, el playero, la mina de la esquina, todos me gritan extranjero. Yo, a veces, me agarro los huevos con las dos manos y otras veces, me pongo a llorar, directamente. Pero nunca digo nada. Algo de razón llevan. Algo de verdad miente en sus labios.

Voy a comer en Buenos Aires y pido un puré de patatas, después voy a Madrid y me peleo con el mozo (que se llama camarero) porque todavía no consiguió el dulce de leche para mis postres.

Soy un extranjero.

A los hombres les hablo de amor.

A las mujeres las mando a trabajar.

Pienso que los poetas deberían psicoanalizarse y que los psicoanalistas se tendrían que dejar atravesar por la poesía.

Y las dos cosas son sumamente graves:

Un poeta enfermo puede llegar a confundir su enfermedad con el mundo y querer transmitir eso, su enfermedad.

Un psicoanalista sin poesía puede empobrecer la vida de todo quien lo ame. Familiares, amigos, colegas, pacientes.

Ayer en la presentación en Mar del Plata me pasó como me pasaba en Madrid al principio. El público estaba formado por tres mujeres que me acompañaban, 4 ó 5 personas interesadas en algo, un loco, dos imbéciles y tres amantes epistolares de El Indio del Jarama.
He triunfado, he triunfado, sólo sobre mí mismo.

Hoy, por fin está el sol y, sin embargo, no me dan ganas de bajar al mar.

Las tres mujeres que me acompañan, están comprando el pasaje de vuelta. A mí me gustaría quedarme aquí, en esta ventana, frente al mar, esperando el verano, el sol abrasador, la lujuria de las olas atlánticas.

He jugado 40 boletas de telekino. Si gano 600.000 dólares podría quedarme a vivir en Buenos Aires aunque, en verdad, si yo fuera un señor de 57 años, no necesitaría ganar ningún dinero en el juego como para poder vivir, de mi trabajo, en Buenos Aires.

To be or not to be, Oh Hamlet inmutable, decía Claudio de Alas y luego creo que el boludo se pegó un tiro en la calavera.

Me gustaría que todo lo que me pasa sea una fanfarronería, producto de mi megalomanía, como siguen diciendo ciertas amantes de mi juventud, cuando hablan del tamaño de mi pija, pero me doy cuenta que mi escritura lo tocará todo.

Nada de lo que se ve, tiene el valor que se le da.

Treinta, cuarenta años más, como siempre bromeo en mis escritos, son los años que necesito para que los psicoanalistas cuiden la salud mental de los poetas y para que la poesía sea la encargada de transmitir el psicoanálisis.

 

 

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