Cartas a mi mujer

Miguel Oscar Menassa, 2000

 

 

3 DE DICIEMBRE, 12:00 H

Estoy en la ventana frente al mar. Llueve, el frío llega hasta mi habitación (que de paso lo digo, no se parece en nada a mi suite de Málaga).

El mar en este lugar del mundo, es marrón y vive en permanente agitación. Los niños corren por la playa bajo la lluvia como si el sol iluminara brillante.

Hoy desayuné con ella y me di cuenta mientras desayunábamos que ella es una joven y hermosa mujer. Mientras yo me daba cuenta, ella se fue a trabajar. A ver libreros, periodistas, a comerse, literalmente la ciudad.

A mí me alcanza con ver la garúa detrás de la ventana de la habitación del hotel “solo y triste por las calles” y me bebo de un sorbo una naranja paraguaya y miro detrás de la ventana llover sobre los jóvenes.

Que el mar sea marrón le quita infinitud, inmensidad.

Cuando joven hace más de 30 años yo me lo imaginaba rubio al mar. Rubio y esbelto con unos ojos abrillantados de locura.

En el mar, cerca del mar, hablando del mar o jugando en el Casino de Mar del Plata, desde donde se oyen las olas del mar, escribí mis mejores versos, produje mis más grandes amores.

La garúa del tango se ha transformado en una lluvia torrencial a orillas del mar. Insoportable.

Enciendo una estufita eléctrica que el conserje me subió a la habitación cuando ayer noche, al borde del congelamiento, reclamé por la calefacción.

Hace dos días que tengo inflamada la panza. Hoy me siento mejor. El cuerpo sólo lo padezco.

Cuando joven creía tener algún dominio sobre mi cuerpo, nunca, hasta hoy, pude pensar, que el cuerpo ejercía sobre mí, un dominio total.

La lluvia torrencial ha espantado a los jóvenes que jugaban al fútbol desafiando la garúa.

Dos enamorados caminan torpemente por la arena mojada y ella en lugar de estar aquí, conmigo, en pelotas, tocando la flauta dulce, para entretenerme mientras escribo, está en la calle, corriendo de un lado para otro, debajo de la lluvia, sonriendo, tratando de vender alguna ilusión, un libro.

La vida me fue deparando infinitas sorpresas. De golpe aunque me molesta la diverti-culitis (divertirme con el culo), me da hambre y pido un lomito de pan árabe y agua para saciar mi sed de venganza.

Sigue lloviendo, eso me da rabia. Toda la historia dependía de que yo, después de 30 años, mojara mi cuerpo en el atlántico sur.

Me doy cuenta que en Mar del Plata, el mar, a lo lejos es verde como en todos los mares.

Ayer estuve “después de tanto tiempo” en el Casino de Mar del Plata. Jugué a todo, ruleta, punto y banca y pase inglés. Gané 300 pesos.

Argentina me produce sensaciones ambivalente. Por momentos parece un país en crecimiento, otras veces me parece un imperio que cae irremediablemente.
Ni siquiera las olas del mar son las olas de mi juventud.

Me doy cuenta, viajaré sin rumbo por el mundo, buscando mi lugar, mi patria y nada encontraré.

 

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