Cartas a mi mujer

Miguel Oscar Menassa, 2000

 
 

JUEVES 30 DE OCTUBRE, 14:30H

Hoy me cuesta más escribir que días anteriores. Hace más de una hora que estoy a un metro del mar y, todavía, no he comenzado a escribir, ya me metí dos veces en el mar, pero escribir me cuesta.

Pienso sarcásticamente, lo que cuesta vale, frase que me lleva por un lado, a la publicidad que hace actualmente el Grupo Cero, tratando de enseñarle a la gente, en general, el valor del psicoanálisis y por otro lado al segundo apellido de Amelia, a la cuesta de San Vicente, a de Lucia Vicente, que sos vos, a “questa” ragazza é molto bella; partiendo la palabra, la C, podría ser la concha de mi madre, y las “huestes” de amores parecidos para desprenderme de tanto amor.

Y amor, amor de mis amores, poesía y tus piernas abiertas, siempre abiertas al sonido espectral de los tambores. El valor, terminé pensando, es lo que no se ve, por eso es fácil suprimirlo del pensamiento.

El valor de las cosas, el valor del trabajo, eso ya nadie, casi nadie lo tiene en cuenta.

De última, mi amor, lo que cuesta vale, equivale a decirme: ya soy un poeta, todos los esfuerzos, todos los sufrimientos, todo el goce, todo fue necesario.

 

Una mujer desnuda se introduce levemente en el mar. Cuando pasa a mi lado, me mira, sonríe, dice palabras, en un idioma desconocido, a las cuales yo contesto: Sí, muy frío, muy frío… Y ella se mete, como decía, levemente en el mar.

Siempre tuve que ver con mujeres extranjeras, hasta vos fuiste para mí una mujer extranjera. Yo había nacido en medio del asfalto, vos habías nacido en medio de la pampa. Yo era un hombre, vos eras una mujer, siempre fuimos extranjeros a todo.

Y, después, te lo digo, cuando te escribo, otros nombres me vienen a la mano, pero no los escribo, no tanto por lo que vos o yo podamos sentir o pensar de no ser únicos, que ya lo sabemos sino, precisamente, por lo que puedan sentir las no nombradas. Por eso sólo te nombro a vos y sé, al decirlo, que he caído en la trampa.

Tú podrías decir o declarar, según las circunstancias, que todas esas mentiras fueron publicadas sin tu autorización y cualquier otra podría decir que de no ser que algunas hubieran sufrido por no haber estado, ella hubiera estado.

Me sobrepongo de mi caída mirando al mar, hay algo infinito aunque no eterno en el mar.

Algo me sobrecoge en el mar y lo abandono.

 

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