FREUD Y LACAN -hablados- 5

Miguel Oscar Menassa -2014

 

 

LA NEGACIÓN 
 

“La Negación” es un texto de 1925. Freud ya había escrito su segunda tópica en 1923, ya el concepto formal abstracto inconsciente ha transmutado en la nueva formalización de Ello, Yo y Superyó.

No solamente tenía escrita la segunda tópica, sino también “Introducción al Narcisismo” (1914), “Más allá del principio del placer” (1920), “Duelo y Melancolía” (1915),” el caso Schreber” (1910), “Totem y Tabú” (1913) y “El final del complejo de Edipo” (1924). Es decir que a la teoría psicoanalítica freudiana solamente le faltaba el trabajo sobre “Construcciones en psicoanálisis” (1937), los ajustes de la teoría de “La sexualidad femenina” de 1923 y 1931, los ajustes de la “Escisión del yo en el proceso de defensa” (1938) y poco más. Ya está montada toda la teoría psicoanalítica.

Hasta aquí, había varias producciones míticas, por ejemplo la producción del deseo. Ya sabíamos, por “La Interpretación de los sueños”, que había una corriente continua, la necesidad, que se caracterizaba por producir una energía, por producir una tensión que era calmada por un objeto real. Si había una tensión, debemos suponer que había una huella mnémica de esta tensión y a esta huella mnémica la íbamos a llamar huella mnémica de la necesidad. Si la tensión de la necesidad era capaz de saciarse con un objeto real, íbamos a tener la huella mnémica del objeto que saciara la necesidad.

Freud especula –por eso se le llama mítico, porque hace una especulación, porque dice cómo debería haber sido el origen del deseo– y agrega: debemos suponer que cuando el niño percibe simultáneamente la huella mnémica de la necesidad y la huella mnémica del objeto que calma dicha necesidad, produce su primera experiencia de placer. Después de producida la primera experiencia de placer, cada vez que surja la necesidad surgirá una fuerza tendiente a reproducir la situación de placer.

Sobre esa construcción mítica es fácil después suponer y hablar de las etapas o fases de la libido. Porque como tengo una concepción mítica de que el deseo cabalgará primero sobre la necesidad, no es muy difícil después decir que la primera etapa de la libido es la etapa oral, en tanto que sabemos que es la boca del niño el aparato que lo conecta con la realidad.

Si el aparato que lo conecta con la realidad es la boca, debemos suponer que gran parte de su necesidad se ve agotada, se ve calmada por el acercamiento de la realidad a su boca. No es difícil suponer, desde esta concepción, que lo primero que se va a erogeneizar, lo primero que va a desear en el niño, es su boca, porque ahí donde más necesitaba, ahí donde más saciaba su necesidad es donde se va a desencadenar esa fuerza del deseo tendiente a reconstituir la experiencia de placer. A esto que acontecía después de la primera experiencia de placer, Freud le llamó deseo inconsciente.

Un inconsciente es éste, el de “La Interpretación de los sueños”, del que podríamos decir casi sin contenidos, en tanto faltaba escribir la sexualidad de 1905. Todas las precisiones teóricas de los estudios de la metapsicología, el fundamental libro “Más allá del principio del placer” de 1920 es donde Freud ya altera de alguna manera, o redefine, las características instintuales. No hay más varios instintos, el Eros no está en contra de los instintos de conservación del Yo sino que la preservación del Yo forma parte del instinto erótico. Habrá instintos eróticos, pero no cualquier Eros sino el Eros de Platón, esa fuerza totalizadora que más allá de los cuerpos, o sin importar mayormente la existencia del cuerpo, puede ser ella misma forjadora de la existencia, en tanto, su puesta en funcionamiento hace posible la conceptualización del deseo. Es el libro donde se decide que la dialéctica intersubjetiva, es una dialéctica entre los instintos de vida y de muerte, es decir, una nueva formalización que alcanza la característica de la vida y la muerte.

Ya tenemos aparato psíquico, ya tenemos concepción de fundación del deseo inconsciente. Para mostrar que ya estaba todo prácticamente realizado escribe en 1923 “El Yo y el Ello”, donde va a haber un aparato psíquico con contenidos conceptualizados más complejamente, pero lo interesante es que tiene contenidos.

Ya estamos en condiciones de juntar hechos, situaciones y de pensar, por ejemplo, que el momento donde se une la huella mnémica de la necesidad con la imagen mnémica del objeto que calma la necesidad y acontece el deseo inconsciente lo podemos juntar con el hecho de la represión. Es decir, eso ocurre cuando acontece la represión ¿por qué?, porque en los textos subsiguientes a “La Interpretación de los sueños” habíamos llegado a la conclusión de que no había deseo sin construcción edípica. Si es verdad que el deseo se genera míticamente sobre el canal de la necesidad, es verdad sólo después de la generación edípica. No es cuando el niño toma la teta que ahí tiene deseos o ahí se monta sobre esa necesidad el deseo.

Al investigar sobre la represión vimos que el mecanismo constitutivo del aparato psíquico, la represión, se verificaba en la disociación de una totalidad afectiva. Lo que hacía verdaderamente el mecanismo de la represión era separar el afecto, la carga, de la representación, la escena. Éste es el modo de la represión, la disociación de la representación de su energía correspondiente.

Habíamos estudiado la represión en el año 1900 y la habíamos estudiado en 1915 en los trabajos de la Metapsicología. Habíamos concluido que la representación reprimida jamás tendría acceso a la conciencia, la represión de la representación es absoluta. Lo que se hace consciente, dice Freud, es la energía libre liberada de estas representaciones, esa carga de afecto montada sobre una representación aceptada por la conciencia. De esa manera se producía el fenómeno que después fue llamado por Freud la transferencia intrapsíquica.

La transferencia intrapsíquica decía, como concepto: que una carga se liberaba de la representación prohibida para el sistema de la conciencia y se transfería a una representación aceptada por la conciencia. Hay una frase que dice que el deseo es metonímico, quiere decir que el primer movimiento de transformación del deseo es la metonimia, el desplazamiento. Por lo tanto, el proceso real del trabajo inconsciente produce, como tal, efectos de conciencia que no son el inconsciente sino que son el efecto-producto del trabajo inconsciente.

Entonces, decíamos que el inconsciente sólo era posible de ser visualizado por sus efectos de conciencia o, como bien dice el psicoanálisis, por las formaciones del inconsciente: el sueño, el acto fallido, el síntoma, el lapsus. Y el mecanismo de aparición era: de aquello que se había reprimido, sólo la carga, sólo el afecto podía acontecer en la conciencia pero unido a una representación diferente de aquella que lo había producido. A la conciencia lo que llega es la energía del deseo, es el afecto del deseo.

Por eso que Freud en “El Yo y el Ello” explica bien que no hay manera de hacer consciente lo inconsciente sino por medio de la interpretación psicoanalítica. Como el deseo es inconsciente exige que el método, para su apropiación, sea la interpretación, es decir, la generación de algo inexistente. Freud dice: conocer, conoce la conciencia, por lo tanto para conocer los contenidos inconscientes es necesario que estos contenidos inconscientes arriben a la conciencia. Pero como esto no es posible –sino que lo que es posible son las formaciones sustitutivas del deseo–, la única manera de hacer consciente lo inconsciente es por medio de la interpretación psicoanalítica.

Estamos en 1925, después de haber trabajado veinticinco años, de demostrar que hay una disociación del afecto de la representación, que el afecto se desplaza y se condensa y aparece en otra representación posible de hacerse consciente, Freud nos dice que el mecanismo de la negación vence ese sistema estipulado, condensa una excepción a la ley.

El trabajo de “La Negación” comienza con una frase simple diciendo que hay pacientes que le dicen al psicoanalista: “Va usted a creer ahora que quiero decir algo ofensivo para usted, pero le aseguro que no es tal mi intención.” Freud desprende que ésta es una frase donde el paciente le dice “me gustaría tanto, doctor, reprimir este sentimiento hostil que tengo para con usted” y concluye que la negación es el levantamiento de la represión de una manera diferente a como la habíamos pautado. Es la excepción de la regla que habíamos trazado tras veinticinco años de trabajo. Además de la transferencia intrapsíquica, donde el afecto se monta sobre una representación apropiada al sentir consciente, hay otra manera de que los pensamientos inconscientes advengan a la conciencia, esto es, a condición de ser negados.

La negación permite que llegue a la conciencia una representación intelectual, pero no levanta la represión, porque la represión subsiste en forma de negación. “No vuelvas tarde querida” esconde un profundo deseo de no verla nunca más. “Yo no quiero ser estúpido” incluye una duda acerca de serlo.

 

Freud dice precisamente que la negación es un alzamiento, en alemán es una aufhebung, de la represión –si aufhebung es alzamiento que supera, contiene y conserva la gestalt anterior como la aufhebung hegeliana–, es decir, en este caso la negación superaría, contendría a la represión, pero la superaría.

Hay una frase, cuando Freud señala precisamente que es la aufhebung de la represión, donde dice “Con ayuda de la negación se anula una de las consecuencias del proceso represivo: la de que su contenido de representación no logre acceso a la conciencia”. La negación hace ingresar a la conciencia el intelecto, es decir, la representación de lo reprimido. Entonces, dice: “Vemos cómo la función intelectual se separa en este punto del proceso afectivo”. ¿A qué llama lo afectivo? No a lo afectivo que nosotros llamamos, sino a lo afectivo primordial, y lo afectivo primordial es el principio del placer y la represión que en ese nivel se constituye.

Entonces, el fenómeno que se verifica no es el de una interpretación, el fenómeno que se verifica no es el de la reminiscencia de un recuerdo donde puedo ponerme a llorar o a reír según la carga afectiva del recuerdo, porque lo que se me aparece ahora en la conciencia es la representación, es lo intelectual que se reprimió en la represión primaria. Es decir, que aparecen en mi conciencia negadas –por eso la represión subsiste– las primeras representaciones que fueron reprimidas en la represión primaria para que se constituyera el sistema inconsciente.

 

El profesor llega tarde a clase y dice: “no era mi intención llegar tarde a la clase”, el paciente asociando libremente nos dice que tiene miedo de decir algo que sigue porque vamos a pensar que es un perverso o, por último, cuando estamos a punto de interpretarle que esas palabras que dice que le dijo su mujer la noche anterior son parecidas a las que su madre le decía cuando él iba al colegio, el sujeto nos dirá “no vaya a  creer que estoy pensando en mi madre”.

Estos simples ejemplos de negación, ¿quién de ustedes no pueden recordar entre ciento cincuenta mil y cuatro millones en sus vidas? Freud dice que por esta simpleza, el paciente consigue separar el afecto del intelecto.

Pero la negación es más que un mecanismo. Freud intenta decirnos aquí que es la génesis del pensamiento; más, es la génesis del juicio, y como después nosotros vemos en el aparato adulto, el juicio –que según la filosofía son los juicios de atribución y de existencia– es absolutamente imprescindible para que se detenga el pensamiento y se pase a la acción; es decir, sin juicio el sujeto no podría salir de sí, no habría con que detener el pensamiento y a esta función tan vital para el sujeto Freud le da como origen la negación.

El juicio sería aquello, aquella pulsión que levanta la represión en uno de sus aspectos, al hacer llegar una representación reprimida a la conciencia, a condición de ser negada. Aunque no acepte la representación, la representación aparece en el espacio de la energía ligada, es decir, aparece en el espacio de las otras representaciones preconscientes. El juicio, entonces, gana esos elementos imprescindibles en el cumplimiento de su función que sin el mecanismo de negación serían absolutamente imposibles, quedarían regulados por el mecanismo de la represión y necesitarían de un disfraz, de una deformación, necesitarían transferir la energía libre a representaciones preconscientes aceptadas, es decir, nunca entrarían como verdad al pensamiento.

Aquí es donde funda Freud, sin la alteración del psiquismo del sujeto, como acontecería si se levantara la represión, la génesis del pensamiento. Esto quiere decir que donde digo “no”, donde niego, para que sea posible la aparición de la representación, ahí lo que ha ganado es el pensamiento, es decir, se ha violentado la represión, el sujeto es un sujeto social.

Hay un sistema de pensamiento regido por el principio del placer, lo que pasa es que la negación –ahí está porqué digo que es el inicio de la vida social del sujeto– se escapa de la represión y se aleja de la dialéctica del principio del placer. Lo que antes era me gusta, no me gusta, se transforma en: es conveniente, no es conveniente, en: es adecuado, no es adecuado; es decir, ingreso en lo social, está el otro presente, está la ley presente. Antes de la negación no está la ley presente, ¿Por qué? Porque todo está sometido a la represión y al principio del placer; es decir, al me gusta, no me gusta, lo incorporo, lo rechazo. Ese es el mecanismo primitivo y mediante el mecanismo de la negación el pensamiento se libera de la represión y queda desligado de la dialéctica del principio del placer.

Antes del trabajo de “La Negación” Freud escribe “Los dos principios del suceder psíquico” (1911), donde lo fundamental es que con el acontecimiento del principio de realidad, que no trabaja para la realidad sino para el deseo inconsciente, el sujeto cambia, sustituye la represión por la discriminación. Es decir, que el sujeto, cuando engarzaba en el principio de realidad, en realidad se abría paso a la acción porque sin discernimiento no hay acción. Por lo tanto el principio de realidad hace posible ahora un sujeto social pero, en lugar de reprimirse para serlo, tendrá un nuevo mecanismo que será el de la discriminación, mecanismo que le abre al hombre las compuertas de la acción en tanto sin discriminación no hay acción sobre la realidad objetiva, es decir, que sin principio de realidad no hay acción sobre la realidad objetiva.

No sé si ustedes tuvieron la oportunidad de leer “Los dos principios del suceder psíquico”, pero el principio de realidad es la máquina de puntuar el deseo. Sin principio de realidad el deseo humano no sería humano y sería un magma, serian un montón de frases que no solamente no estarían articuladas sino que precisamente carecerían de puntuación. Es decir que el principio de realidad es el que viene a transformar en escritura la vida del hombre, es el que va a parentizar una situación del deseo para transportarlo, para correrlo dentro de la frase a otro tiempo de la frase donde sea posible su realización.

Entonces, el principio de realidad es el instrumento con el cual el hombre puntúa, pone los signos de puntuación a su deseo, parentiza, pone entre corchetes, puntos, comas, puntos y comas, puntos suspensivos.

Quiero decir que sin principio de realidad no habría goce. Y si algunos investigadores llegan a pensar que el goce del hombre y de la mujer tiene que ver no con el falo sino con el pene del padre, el pene real del padre, no hay tanta equivocación en estos autores. Son autores muy modernos en el sentido que para que exista goce tiene que existir –dicen ellos– la interrupción de lo real, y la interrupción de lo real no es el falo, es el pene del padre.

 Es decir, que lo real que interrumpe la célula narcisística es el pene del padre. Por lo tanto, el pene del padre sería el rastro biológico de esa interrupción, pero además sería la interrupción del placer narcisista. 

Sin relación –y esto evidentemente es una metáfora– con el pene del padre, el hombre, la mujer, tienen dificultades para ingresar en el circuito del goce. Pero tienen estas dificultades porque tienen dificultades para constituir el principio del discernimiento, el principio de realidad.

Este es el aparato psíquico que tenemos: un aparato psíquico que reprime mediante la disociación del afecto y la idea, que pone en funcionamiento el afecto, que el afecto se desplaza, es decir, se transfiere, luego se condensa sobre otro material sustitutivo y aparece bajo esa forma en la conciencia. Este objeto que se transforma de esta manera sólo es posible construirlo materialmente mediante la interpretación. Sin el principio de realidad este aparato seria un aparato  animal que estaría permanentemente en la célula narcisística, en el mundo del placer. 

Sin interdicción no hay goce y no hay humanidad. Es un sistema tal que se genera en la interdicción, que se genera puntuando –vuelvo a insistir– lo posible. No que se genera en lo posible, sino que eso posible es aún puntuado, desviado, corregido, retrasado, desplazado.

Es decir, que el manejo del principio de realidad, la mala puntuación de la vida de un sujeto es diagnosticada por el psicoanálisis como enfermedad.

Cuando Freud habla de discriminación ¿de qué está hablando? Está hablando, por ejemplo, de un Yo débil y ¿por qué débil? Porque no discrimina, porque aquello que tendría que pasar en la pelea con la persona amada pasa en el cuerpo, eso es por falta del principio de realidad, es decir, falta de discriminación. El sujeto, con un Yo débil, donde tiene que poner el Yo no puede y pone el cuerpo, enferma el cuerpo, es una confusión, una falta de discriminación.

 Un ataque de celos inespecífico, delirante, que no tenga nada que ver con la realidad es un problema de discriminación: confundir a la persona amada con mi madre cuando yo tenía dos años y me abandonó por primera vez para ir al mercado y además me di cuenta que tenía una íntima relación con el verdulero.

El principio de realidad instala la discriminación, y la discriminación se refiere a lo real objetivo y a la realidad psíquica, también a la discriminación entre una necesidad, una demanda y un deseo, en el sentido que un psicótico alucinando puede llegar a alucinar un biberón y morirse chupándose el dedo. Por lo tanto decimos que esa persona no tenía principio de realidad, pero que el principio de realidad no era que se chupaba el dedo creyendo que era un biberón, sino que no discriminaba que él tenía 35 años y no ya 6 meses de edad, no sólo que no discriminaba el biberón del dedo sino que también había un desfasaje de indiscriminación temporal y espacial.

No es descabellado pensar que el mecanismo de la negación sólo puede instalarse en el sujeto cuando el Yo deja de estar gobernado por el principio del placer. No es descabellado pensar que el principio de realidad al servicio –y no como se cree, oponiéndose– a la realización de los deseos inconscientes, imponga el mecanismo de negación para poder captar una dimensión sin la cual la realidad no es posible. Y la dimensión que se capta o que se captura en la negación es la dimensión simbólica. Es decir, que en el principio del placer y en la afirmación erótica del inconsciente, el hombre jamás constituiría humano. Freud constituye humano ahí donde el principio de realidad viene a poner un límite al principio del placer en el inconsciente y el  “no”, el símbolo de la negación, aparece como representante de Tánatos, es decir, del instinto de muerte, a poner un límite a Eros, al sentido afirmativo erótico del inconsciente. Y aquí –dice Freud– es donde se genera el pensamiento humano. Sin el mecanismo de negación, según Freud, producto del Yo, no habría inteligencia.

Parece que hay un equilibrio entre el principio de realidad y el principio de placer. Habíamos dicho que el “no” era el representante de la pulsión de muerte que venía a poner un límite a la pasión de vida, a la pulsión de vida. Todo Eros es la muerte también, si no viniera Tánatos a decirle que no a Eros, Eros nos mataría, nos tendría todo el día haciéndonos la puñeta con la boca abierta esperando que alguien nos ponga una uva o un pedazo de caca en la boca, eso es el principio del placer, eso es Eros sin Tánatos. Para que Eros dé goce, como a veces da, tiene que tener la interrupción de un “no”, tiene que tener mezclado junto con él a Tánatos. 

Por eso Freud dice que es un insulto que le digan que su teoría es sólo una teoría sexual, en tanto le están diciendo que si sólo es sexual el hombre no existiría, que el hombre existe porque hay una ambivalencia deseante, una ambivalencia instintual en donde Eros es interrumpido, para que no muera, por el instinto de muerte.

Cuando se deja de lado el principio del placer es porque ya ha acontecido el principio de realidad, porque ya ha acontecido el “no”, sino no se puede dejar de lado el principio del placer. Loco, loco es cada vez más cerca del principio del placer en estas alternativas que estamos viendo hoy. Sano, sano es un equilibrio, porque principio de realidad y todo principio de realidad es neurosis.

Es el neurótico el que tomando la ley del padre se la carga sobre los hombros y quiere hacer cumplir la ley a todo el mundo y a él mismo. Por lo tanto, todo principio de realidad hasta anular el principio de placer, eso es neurótico.

Lo interesante es ver en este texto que si no hubiese un mecanismo de negación todo sería del orden del principio del placer, es decir, todo sería un Yo guiado por el principio del placer.

Principio del placer que, como ustedes saben y ya dijimos antes, acontece primariamente y esto quiere decir: hubo una vez una historia de un Yo, de un sujeto, que recibía estimulaciones físicas, biológicas, que producían en él descargas motoras y que solían ser contenidas por descargas motoras correspondientes desde lo real. Es decir, había un yo primitivo cuya ambición no podía salir del campo de lo necesario, en tanto, lo que demandaba en su descarga motora podía ser satisfecho en todos los casos por una descarga motora correspondiente, es decir, si tenía hambre con comida, si tenía frío con abrigo y si tenía sed con agua y si lloraba a las tres de la mañana porque no podía respirar, el llanto no se calmaba dándole de comer o besándolo, sino que el llanto se le calmaba meciéndolo, es decir, movimientos precisos para desencadenar en el otro movimientos precisos, campo de lo necesario.

Freud dice, de tanto necesitar es que el yo obtiene un placer, de tanto necesitar la huella que imprime en él su necesidad y la huella que imprime en él el objeto que calma su necesidad, van a constituir a ese sujeto, al coincidir simultáneamente, la primera experiencia de placer.

Si ustedes me permiten, palabras sartreanas para explicar el fenómeno serían: cuando el sujeto se da cuenta, no ya cuando el sujeto necesita y sacia su necesidad, sino cuando el sujeto se da cuenta que necesita y cuál es el objeto que calma su necesidad, en ese momento sobreviene la primera experiencia de placer.

Después de esta primera experiencia de placer –después por decirlo de alguna manera, porque eso del tiempo lo vamos a tener que estudiar–, cada vez que acontezca la necesidad acontecerá asociada a la necesidad, un impulso que tratará de hacer coincidir el momento de saciar la necesidad con la recuperación del haberme dado cuenta, por primera vez, de que era ése el objeto que calmaba mi necesidad. A este impulso que trata de restaurar o de restablecer en el acontecimiento de la necesidad la experiencia de saber de ella, se le llama deseo inconsciente.

Sin negación es un Yo regido por la ilusión de restituir la primera experiencia de placer, es un Yo al que no le va a importar que lo que ambiciona esté o no esté en la realidad.

Lo de los juicios, mejor explicado, es: los juicios pueden tomar, esencialmente dos decisiones, o atribuir o negar a una cosa una cualidad y conceder o negar a una representación la existencia en la realidad.

Estuvimos viendo el atribuir o negar a una cosa una cualidad, conceder o negar a una representación la existencia en la realidad es otro mecanismo.

Podríamos deducir que así como para que haya sido posible la representación tuvo que existir una identidad de percepción, aunque ésta permanezca reprimida, así como para negar esa condición de la conciencia, esa condición del yo, tuvo que haber existido la afirmación inconsciente de lo que se niega, así, para poder representar tuvo que haber habido una percepción de lo ahora representado sin necesidad de tenerlo delante de mí y a eso se le llama representación.

Esta representación no se convalida por el simple hecho de ser una representación, es un Yo muy primitivo al que le alcanza con representarse lo que ya vivió, es un Yo regido por el principio del placer, pero el Yo del cual hablamos es el Yo después de la segunda tópica, es un Yo que tiene que tener la gracia de establecer tres relaciones fundamentales para su devenir: con las pulsiones inconscientes del Ello, con las aseveraciones del Superyó consciente e inconsciente y por último una relación con lo real. Habría una cuarta relación que sería con la muerte pero que se verifica en la instancia de la relación que el yo tiene que mantener consigo mismo.

A este Yo de la segunda tópica le interesa que la representación tenga existencia en la realidad, lo que quiere decir que el chupeteo del niño alucinando la teta es diferente del chupeteo del psicótico alucinando la teta.

La diferencia es que cuando el niño alucina el pecho de la madre chupeteándose el dedo va a desencadenar, porque ese deseo está montado sobre la necesidad, una frustración, es decir, el dedo, que si bien es el objeto apropiado en tanto que el deseo es un impulso que no tiene objeto para el deseo, no es el objeto apropiado para saciar el hambre; por lo tanto, el niño primero alucinará el pecho y después llorará pidiendo comida. El psicótico morirá chupándose el dedo, no podrá dejar de alucinar, no tendrá hambre porque alucinará también saciar su hambre con la maravillosa leche tibia que sale del dedo. Un Yo primitivo en formación el del niño, un Yo primitivo desestructurado en el psicótico. Un Yo que, en principio, no le interesa que la representación tenga existencia de realidad, pero que luego le interesa y un Yo a quien no le interesa que su representación tenga existencia en lo real.

Yo sé que ustedes pensarán que soy exagerado en llamarle a ese Yo tan particular, que no tiene en cuenta que sus representaciones estén en la realidad, el Yo del psicótico, porque todos nosotros tenemos un Yo a quien no le interesa que las representaciones existan en la realidad. Por lo tanto ese Yo primitivo alejará de sí todo lo malo, pero confundiendo, y ahora van a ver el fundamento de la paranoia, todo lo exterior a su cuerpo como malo.

Quiero abrirlos a un pensamiento y me permito, para hablar del pensamiento inconsciente, el desorden que esto se merece. Es difícil de capturar, pero no es difícil de capturar que cada vez que digo “no” se agranda mi conciencia. Eso no es difícil de capturar, cada vez que digo “no tal cosa” se agranda mi conciencia, en tanto, como tengo un disgusto consciente por eso, sino lo nombro con el “no”, no lo puedo nombrar. “No me quiero pelear con usted”, no es que se vaya a pelear conmigo, no que sea afirmativa la pelea; pero está enunciando que le gustaría pelearse conmigo. No sé siquiera si lo desea, pero que le gustaría pelearse conmigo, sí.

Freud dice “el intelecto se separa del afecto”, pero no es que haya afecto por un lado e intelecto por el otro; es del aparato psíquico, principio de placer del cual va a surgir el pensamiento, de ese modo. Mediante el “no” hay una liberación, no de los afectos sino del intelecto, una liberación de las representaciones del proceso de la represión. Es decir, sin más, la puesta en funcionamiento de lo que nosotros llamamos pensamiento inconsciente. Tantas veces nos preguntamos cómo el pensamiento podía ser inconsciente, tantas veces nos preguntamos cómo el cogito cartesiano quedaba subvertido y por qué quedaba subvertido. Queda subvertido porque el pensamiento se producía donde uno no era, es decir, para el pensamiento el Yo nunca sabe, la conciencia nunca sabe, porque estamos viendo que sólo puede aparecer en ella el pensamiento inconsciente bajo forma negativa.

Eso que se afirma inconscientemente pero que, por afirmarse inconscientemente sólo puede llegar a ella, la conciencia, disfrazado en una negatividad que no le corresponde, es lo que inaugura el pensamiento del sujeto del inconsciente.

Se piensa en el inconsciente, donde no es. No donde le aparece el pensamiento, ahí no piensa, piensa en el inconsciente. En el preconsciente –van a ver que con la represión tienen la misma duda– yo veo los efectos de condensación y desplazamiento. Digo “soñé con una chaqueta verde” y me acuerdo de la señorita; veo que es un desplazamiento. Ese es el efecto de desplazamiento; eso que yo veo en el preconsciente, que puedo recordar, pero ese desplazamiento no es el desplazamiento del cual habla Freud.

El desplazamiento del cual habla Freud se opera en el inconsciente y lo que yo veo en el preconsciente, mediante la asociación del paciente, se llama efectos de desplazamiento, efectos de condensación. Pero la condensación y el desplazamiento han ocurrido en el sistema inconsciente, como pensamiento inconsciente.

El sentido se produce donde no hay sentido. Ahí donde lo veo, el sentido no se ha producido.

Ahora bien, este mecanismo primordial de la negación constituyente del pensamiento no tiene que confundirse con el caprichoso “no” del psicótico y nosotros podemos agregar, del niño.

No es el “no” a lo que me dice el otro, que es la negatividad del psicótico, sino que es sometiéndome al mecanismo de negación, hago ingresar en mi conciencia -no en la conciencia del otro- lo reprimido, porque la represión no es sobre los objetos; la represión es para que no aparezca en mi propia conciencia mis propias representaciones.

Todo el juego es para que aparezcan en el sujeto sus propias representaciones, entonces, un mecanismo del sujeto para que aparezcan esas representaciones sin las cuales no se puede pensar –la vida sería la mitad de lo que es, para que la vida sea todo lo que es– es la negación, que hace ingresar al pensamiento consciente representaciones de otra manera reprimidas.

“No te hagas daño”, ingresa en mi pensamiento la contradicción. Me gustaría que no te hicieras daño, pero por otro lado, al temer que te hagas daño, deseo de alguna manera que te hagas daño; se agrandó mi pensamiento.

“No quiero a esa mujer”, porque “quiero a esa mujer”, eso no me sale, no lo puedo decir, está reprimido, entonces al “no quererla” en mi pensamiento consciente, afirmo que la quiero; ingresa a mi pensamiento general la palabra querer y mujer.

¿Explico mejor? “No me gusta la masturbación”, hago entrar la palabra gusto y la palabra masturbación a mi pensamiento consciente que de otra manera no hubiesen entrado, porque lo que estaba reprimido era “qué ganas tengo de masturbarme”, eso no podía entrar. Lo que entra en el pensamiento es la palabra masturbación y la palabra gusto. En el caso de que el sujeto esté en psicoanálisis, el psicoanalista ya tiene dos palabras más para poderlo interpretar: que a veces algo le gusta y que ese algo que le gusta, a veces, tiene que ver con la masturbación. Miren todos los datos que tiene. Él lo único que hizo fue ingresar a la conciencia, mediante la negación, un prejuicio, es decir un deseo.

Freud dice: “¿Qué es lo que le parece a usted más inverosímil de la situación de que tratamos? ¿Qué es lo que le pareció más extraño y ajeno a usted?” “Darle un beso al profesor”, entonces él dice, eso es la verdad.

Cuando en el enjuiciamiento aparece la partícula no, ése es el sello de la represión; para Freud, tanto esto es así que se podría pensar que una interpretación es verdaderamente correcta, cuando el paciente dice “En eso no he pensado jamás” que quiere decir “esa es la interpretación correcta; doctor”. Es decir, abre el pensamiento, deja pasar a la conciencia lo reprimido a costa de ser negado; “Me pregunta usted quién puede ser esa persona de mi sueño. Mi madre, desde luego, no.”, podemos asegurar, dice Freud, que es la madre.

Da otro ejemplo, el neurótico obsesivo que en el tratamiento le interpretan un ritual, después él en su casa consigue interpretarse y dice “he tenido una nueva idea obsesiva y en el acto se me ha ocurrido que podía significar tal y tal cosa. Pero no es posible que así sea, pues entonces no podría habérseme ocurrido”. Ese “no podría habérseme ocurrido” del final, dice Freud, hay que tomarlo para decir que la representación obsesiva tiene ese motivo que él acaba de hacer ingresar en su pensamiento mediante el mecanismo de la negación.

Freud, que evidentemente hasta hoy es el más psicoanalítico de todos los psicoanalistas, insiste en su posición psicoanalítica en este capítulo y vean lo que dice: si le preguntamos al sujeto frente a cualquier situación “dígame lo que no le va a poder pasar, dígame lo que no soñó, dígame lo que no hizo con esa mujer, dígame lo que nunca jamás ocurriría conmigo” y si el paciente cae en la trampa de decirnos eso que nunca le pasaría, eso es lo que le está pasando.

Este sentido de la negación ha sido estudiado por varias escuelas. Es muy interesante el trabajo sobre La negación de Jean Hyppolite, que es un filósofo francés hegeliano. Hegel, en La Fenomenología del Espíritu muestra cómo el espíritu indeterminado, para transformarse en aquel espíritu que se va a desarrollar en naturaleza del principio al fin en la gestalt del espíritu, ese espíritu indeterminado, para constituirse en otra cosa que el espíritu, tiene que negarse. Y así, negándose el espíritu, alienándose en otra cosa, poniéndose fuera de sí, comienza su desarrollo. Es decir, el espíritu comienza su desarrollo como tal después de la negación. Se niega el espíritu a sí mismo para ponerse fuera de sí, alienado.

Este aparato hegeliano, donde tan bien explica la negación de su sistema, ha servido al resto de los investigadores para pensar este tipo de alienación. Lo que pasa es que a nosotros, la gente de la Escuela de Psicoanálisis Grupo Cero, se nos plantea un inconveniente teórico, porque nosotros hemos alterado ese concepto de alienación. Para nosotros Marx en El Capital, en el Método de la Economía Política, subvierte el concepto de alienación, instrumentaliza la subversión de la dialéctica hegeliana.

En el libro que les recomendé leer, “La Fenomenología del Espíritu”, podemos ver el proceso de alienación. Podríamos discriminar entre la alienación que pensamos nosotros y la alienación que piensa Hegel. Para Hegel el espíritu indeterminado se aliena, se pone fuera de sí y se aliena como naturaleza. La palabra naturaleza corresponde a las dos palabras “nathus” y “thelus” que quieren decir principio y fin. Por lo tanto, para Hegel, naturaleza no es natural, sino que alienarse en naturaleza es alienarse en un desarrollo que tiene principio y fin. Cuando se aliena en naturaleza tiene que negarse para desarrollarse como formación del espíritu, ahí aparecen las palabras que todos pronuncian, que son gestalt y aufhebung. La gestalt son todas las figuras de desarrollo del espíritu y la aufhebung quiere decir que cada gestalt contiene y supera la gestalt anterior.

Por lo tanto, el espíritu que se desarrolla como naturaleza, que llega a la autoconciencia –y ese es el hombre– después se desarrolla y como una gestalt superior viene el Estado, con lo cual nosotros leemos que el Estado supera y contiene a la autoconciencia. Por eso se dice que la teoría hegeliana, la filosofía hegeliana, es el sustento ideológico del Estado prusiano alemán. El Estado es a su vez contenido y superado por Dios que es Dios desde el principio y no producto de la demostración, por lo tanto se dice que la teoría hegeliana apostasía lo que dice producir.

El Dios hegeliano no es el Dios trascendente, es el Dios protestante, un Dios capaz de inmanar no de transcender, porque si no, es imposible el desarrollo de la cosa, del objeto. Sólo era posible el desarrollo capitalista bajo el amparo del Dios protestante, porque un Dios trascendente impedía la transformación de la cosa, en cambio un Dios inmanente era apropiado para que se permitiera la producción en serie de los elementos, la mercancía.

Cada objeto es Dios, cada hombre es Dios, Dios inmane en todo lo que se procesa, en todo lo que se pone fuera de sí para desarrollarse en un proceso que tendrá principio y tendrá final: la producción. Debemos suponer que el mecanismo de negación que describe Freud tiene algo que ver con aquél mecanismo que se puede observar en la dialéctica hegeliana. Si ustedes no conocen la dialéctica hegeliana es muy difícil discriminar y no hacer como hizo Lacan que creyó que el mecanismo de negación hegeliana era el mecanismo de negación freudiana. Cuando Lacan designa a Hyppolite para que dé la clase de La Negación de Freud, designa que Hegel sea el regulador del concepto freudiano, acepta, evidentemente, la dialéctica hegeliana del estudio de esta problemática.

En realidad nos olvidábamos de que el concepto de alienación para Marx no es el espíritu poniéndose fuera de sí, es el otro social poniéndose dentro del espíritu y haciendo trabajar a ese espíritu para otro que es su dueño, de esa manera tan indirecta.

El concepto de alienación hegeliano dice que al hombre hay que devolverle cosas que el hombre ha puesto fuera de sí para alienarse. El concepto de alienación marxista dice que al hombre hay que quitarle cosas, aquellas cosas que le fueron puestas mediante los modelos ideológicos para hacerle hacer lo que el modelo dictaba, en lugar de hacer lo que su corazón aconsejaba.

El fracaso de las revoluciones socialistas se debe al estudio fragmentario del concepto de alienación. Los rusos y los cubanos son hegelianos, no pueden trabajar los modelos ideológicos porque creen que hay que devolverle cosas al proletariado. Cuando se le devuelven cosas al proletariado se le devuelve el trabajo incentivado, la burguesía que era lo que estaba fuera del proletariado, pero también la tenía adentro, ese adentro que tenía es lo que hay que quitarle.

Lo que quiero discutir ahora es si el ser del inconsciente es un ser carente. Entraría en una discusión filosófica acerca de esto que es algo hegeliano, donde el ser se patentiza, entonces el ser del inconsciente se patentiza en la carencia. Creo que esto es un criterio de verdad por revelación que se funda en Lacan, es un criterio de verdad hegeliano y el criterio de verdad hegeliano es por revelación, como la verdad religiosa donde la verdad se patentiza en el ser. Iba a entrar en una discusión filosófica, pero lo dejamos para la próxima clase. Son pensamientos que ya tenemos que tener, entre otras cosas para saber por qué la Escuela se decide por Freud cuando la moda era Lacan. Estamos en desacuerdo con Lacan fundamentalmente en el lugar donde él funda una filosofía que creemos ya fundada, que es la filosofía aristotélica, que después pasa por Hegel y Lacan.

 Marx, en El Capital, subvierte la dialéctica hegeliana, y esta subversión subvierte el concepto de alienación. Entonces el espíritu no se pone fuera de sí, sino que el espíritu se aliena cuando algo, otra cosa que el espíritu, entra en él y ahora un tiempo del sujeto, un ser del sujeto, trabaja en él pero para otro. Y eso es la alienación.

En el caso –pensamos nosotros– de la economía política para la burguesía, y en el caso del sistema inconsciente para el deseo de la madre. Ni siquiera para la madre, porque habíamos visto que el deseo no es deseo del Otro, sino que es deseo del deseo del Otro. Cuando el niño está frente a la madre no desea a la madre, cuando acontece el deseo habíamos dicho que es con la aparición del Otro, pero el Otro ¿Qué es el Otro? El Otro no es el otro, en realidad es el deseo de la madre.

Si la madre no tuviera deseo para ese Otro, ese Otro no aparece en la constelación edípica. Vimos que una madre poco transparente, una madre opaca que no deje pasar al padre hace que el niño no tenga padre, aunque lo tenga. Quiere decir que para que el niño tenga padre, para que tenga tercero, la madre tiene que desear a ese tercero. Por lo tanto, el deseo del niño acontece sobre un deseo de la madre, no sobre la madre, sino sobre lo que la madre desea.

De aquí lo irreductible a lo real del deseo. Habíamos dicho que el deseo no tenía objeto, habíamos dicho que la necesidad tenía objeto, que la demanda tenía objeto, el deseo no tiene objeto.

El inconsciente no tiene sentido y, en última instancia, su sentido es no tener sentido. Si ustedes se animaran a pensar conmigo podríamos ver el deseo no exactamente como algo precisamente humano sino algo intermedio entre lo animal que es la necesidad, y lo verdaderamente humano que es la demanda amorosa. Porque en la necesidad pido un objeto real para calmar una necesidad que tengo, y consigo con el objeto real calmar la necesidad, pero en la demanda amorosa yo le pido al otro que sea sujeto, es decir, le pido al otro que me ame. Le pido lo que no tiene para quien no es, le pido que sublime porque le pido que me dé algo que no tiene. ¿Cuándo se lo pido? En aquella encrucijada donde ella es el deseo de Otro. Y cuando yo le digo “dame ese deseo” y ella me dice que no puede darme al Otro, que no lo puede conseguir, entonces ahí, cuando me dice que no me puede dar lo que le pido, le digo que me ame.

Si me puede dar lo que le pido, para qué tengo necesidad de que me ame. Entonces, le pido que me ame cuando no puede darme, cuando me ingresa en un mundo diferente al de la necesidad, cuando le pido algo y no me lo da. Ahí es cuando le pido que me ame, que me dé aquello que no tiene, a mí, que no soy.

Para muchos investigadores y yo en algunos momentos de mi exposición –porque mi exposición no es esquemática– he planteado la situación de esta manera: es la demanda amorosa la sublimación humana por excelencia, por lo tanto el deseo nos queda no como algo exactamente humano sino como una situación intermedia entre la necesidad que desea cosas, el amor que desea sujetos humanos, que desea que el otro me ame, desea que el otro sea como yo sujeto de esa pasión, sujeto de esa frase. Le exijo al otro cuando le exijo que me ame, que él también esté sujeto a esa frase, a esa pasión, le pido que sea como yo: un humano que ame.

El deseo no tiene ningún objeto ni real ni humano, no tiene objeto. A la sed no le da lo mismo comer piedras, al amor no le da lo mismo que el otro no quede sujeto de la frase, que no lo ame. Al deseo no le interesan esas cosas, esto en tanto –como nosotros sabemos– el histérico desea que su deseo se realice como insatisfecho. No tiene nada que ver ni con la demanda amorosa ni con la necesidad.

El deseo del neurótico obsesivo exige que el deseo se realice como imposible. Es decir, que nunca tenga miras de realización, porque si tiene alguna mira de realización me vuelvo loco, si soy neurótico obsesivo. Por lo tanto, exijo de mi deseo que cada vez que desee sea imposible su realización.

Además si soy un histérico, como la consumación de un deseo en la realidad es la consumación del incesto tengo que requerir que mi deseo no se satisfaga jamás, que nazca, se genere y muera como deseo insatisfecho.

El deseo metonímico quiere decir que el deseo es inmoral. El deseo nace como perverso en tanto habíamos visto que para que surgiera y para que atravesara la barrera de la censura tenía que provocar una desviación: la famosa transferencia en donde pasaba de una representación a otra, es decir, elaboraba el primer rasgo de mentira, elaboraba el primer rasgo de un disfraz para poder surgir. Surgía desviado, pervertido, en tanto habíamos dicho que iba a aparecer en la conciencia cabalgando sobre una representación apropiada a la conciencia.

¿Ven que no le interesa nada al deseo? ¿Qué era capaz de mutar su ser para aparecer? Entonces parece que hay algo que le interesa al deseo: aparecer, producirse, realizarse, pero no le interesa bajo qué faz, y esto es fundamental. Tan fundamental es que Freud manda a buscar en los lugares más recónditos, en los lugares más inverosímiles y sólo ahí está el deseo.

Aparece en el sueño “tres más tres dieciocho”, y Freud dice que no importa que el efecto consciente haya sido un cálculo mal hecho, sino que lo que importa es que hay una operación de cálculo y eso indica una exactitud. No importa que la cuenta salga mal en la conciencia, lo que importa es esa sugerencia de que ha habido algo exacto, es decir algo calculado.

Enfrentarse al deseo es transformar la visión de lo que veo, en tanto si miro o veo al deseo como estoy acostumbrado a ver las cosas de la vida, no veo al deseo inconsciente.

Que el deseo es perverso no quiere decir que el psicoanálisis sea perverso, porque el psicoanálisis no es sólo el deseo. Estamos viendo que este deseo que no desea nada, que le da lo mismo cualquier cosa, es sobre el que cae el principio de realidad, el discernimiento, y el símbolo del no.

Es decir, que el sistema inconsciente psíquico no es sólo el sistema inconsciente, es la articulación, para el Freud primitivo, de la conciencia y la inconsciencia; para el de 1923, la división del aparato psíquico en el Yo, el Superyó y el Ello, con el inconsciente en el Yo y con el inconsciente en el Superyó. O más modernamente: no hay procesos imaginarios, no hay procesos reales y no hay procesos simbólicos, porque los procesos imaginarios son procesos altamente psicóticos, los procesos reales son procesos altamente psicóticos y los procesos simbólicos, cuando son sólo simbólicos, son altamente psicóticos.

De la misma manera como ahora decimos que cada acto del hombre incluye una articulación de los espacios real, imaginario y simbólico, y no hay real sin simbólico e imaginario, y no hay imaginario sin real y simbólico, no hay deseo inconsciente sin principio de realidad. Por lo tanto, si una persona no tiene discernimiento, para el psicoanálisis no es una persona normal, aunque lo represente.

Sí, simple y doloroso; porque es muy interesante, yo estoy leyendo, les aconsejo que lean, el comentario sobre La negación de Hyppolite, ocho páginas, para que vean fundamentalmente el cuidado y el respeto con el cual él se acerca a este tema. Como temiendo, a mi entender, no poder darle la importancia que en esas tres páginas existen. Con temor de que en su disertación no pueda alcanzar a ofrecerle al público el valor fundamental que esta obra de Freud tiene en el pensamiento contemporáneo.

Porque además, él dice, cuando el paciente niega la negación - Freud no lo dice así, pero él dice- es el mecanismo hegeliano de negación de la negación, porque el paciente dice “no quiero a esa mujer”, después mediante la interpretación acepta que lo que quiso decir era que la quería pero la única manera de decirlo era negándolo, y aún así persiste la negación. Eso es la negación de la negación.

Sería fundamental para ustedes, con la lentitud que esto requiere, que leyeran algunos textos. Yo estuve hojeando la “Fenomenología del Espíritu”, el trabajo de Hyppolite, un trabajo de Lacan que se llama “Ciencia y Verdad”, el trabajo de “La Negación” de Freud y el primer apartado de “Esquema del psicoanálisis”, que se llama “Mundo Psíquico y Realidad Exterior”. No tanto para entender el trabajo de La Negación, que se entiende muy bien si ustedes no tienen prejuicios; porque si tienen prejuicios uno no entiende. Sin prejuicios, a ver lo que dice Freud: el mecanismo de la negación es un alzamiento de la represión que permite ingresar a la conciencia las representaciones reprimidas, cosa que antes no podía suceder de ninguna manera, porque lo reprimido reprimía precisamente la representación y se puede atribuir a este mecanismo la génesis del pensamiento humano, en tanto el juicio, la forma intelectual de la represión nace con el mecanismo de la negación.

Todos los textos esos que leí, fue para darle al tema la importancia que yo creo que tiene. En realidad cuando se habla del sujeto de la ciencia psicoanalítica, cuando se habla de la ruptura en psicoanálisis, a mi entender, el sujeto subvertido es el sujeto roto, es el sujeto de la negación, mecanismo sin el cual no existiría el ser social. Entonces, los textos que leí, los leí para resignificar el texto de Freud, no para entender, vuelvo a insistir, porque con una buena lectura se entiende bien lo que quiere decir, sino para reescenificarlo dentro de un contexto filosófico más general. Porque tiene su vigencia ahí, porque no sólo es importante para el psicoanálisis sino para muchas de las redefiniciones que son necesarias en el campo de la filosofía.

Está planteado todo el problema mítico del surgimiento del sujeto. Ya sé que es metafísica, pero es interesante para desarrollar presupuestos filosóficos de transformación de esa manera de surgir como sujeto. Es decir, con todas las complicaciones que esto tiene, en tanto Freud mismo tiene necesidad de discriminar en el capitulo la negación de la negatividad.

Freud para explicar esto, en los últimos seis renglones del texto, antes de terminar, quiere diferenciar esto de lo cual está hablando –del instinto de destrucción, del no y del Eros, del instinto de afirmación- de la negatividad de la psicosis, que ahora les voy a decir cómo lo nombra: “El negativismo de algunos psicóticos debe, probablemente, interpretarse como signo de la defusión de los instintos, por retracción de los componentes libidinosos. Ahora bien, la función del juicio se hace posible por la creación del símbolo de la negación que permite al pensamiento un primer grado de independencia de los resultados de la represión y con ello también de la compulsión del principio del placer”.

El juicio, dirá Freud, el arte de la inteligencia, es la disociación de los instintos, donde la negatividad correspondería a los instintos de destrucción o de expulsión del Yo y la afirmación correspondería a los instintos eróticos y al deseo de incorporación. Podríamos decir, por tanto, que el juicio es un más alto grado de simbolización, de lo

único que habla es de lo que el sujeto soporta como para incorporar y de lo que el sujeto no soporta como para expulsar.

No es –diría Freud– problemática la disociación de los instintos y su alteridad dialéctica, sino que lo importante es la negación de alguno de los términos del instinto de esa dialéctica, donde si Eros es aquello que corresponde al deseo inconsciente y es lo que siempre se afirma, y la negación corresponde al instinto de destrucción, la diferencia entre una persona normal y un paciente psicótico es simplemente que la persona normal soporta la dialéctica entre la afirmación y la negación y el psicótico solamente niega.

La diferencia, podemos suponer, con el psicótico es la represión de uno de los polos disociados, normalmente el Eros. No que tengan deseos particulares, no que no les pase a ellos y que a nosotros nos pase –o al revés– la disociación de instintos, sino que además en ellos acontece la represión de uno de los polos de esta relación dialéctica. Sin negación jamás se saldría de la circularidad psicótica del niño con la madre real, después vemos al paciente de 30 o 40 años ligado a esas representaciones maternales o paternales. 

NOTAS

¿Tienen alguna pregunta?

Pregunta: Sí, tengo una pregunta, para la negación. Freud dice que el “no” pertenece al instinto de destrucción y también dice que el inconsciente siempre es afirmativo. Eso no lo entiendo, porque si el instinto de destrucción tiene que ser inconsciente, no niega…

– Sí, lo que pasa es que la negación aparece en la conciencia. El “no”, como expresión del instinto de destrucción aparece en la conciencia.

Su pregunta es interesante porque lo que plantea cuando Freud dice eso, es otra cosa: que la afirmación es simple afirmación de Eros, pero que la negación no es simplemente destrucción; es decir, que esa dialéctica que Freud propone como simétrica, él mismo muestra que es asimétrica. Mientras que la afirmación es sólo principio de vida, principio afirmativo, la negación es más que el principio de destrucción, porque genera el pensamiento.

En la división donde lo afirmativo es Eros y lo negativo es el instinto de destrucción, en realidad él después habla de la negación como génesis del pensamiento. Por lo tanto, de eso desprendemos que hay una asimetría en lo que él plantea como simétrico: que mientras el “sí” es sólo afirmación, el “no” es algo más que destrucción, o no sólo es destrucción.

 Pregunta: Los instintos están en el inconsciente…

 – Freud aclara esta cuestión cuando habla del instinto de muerte y dice que es muy difícil capturarlo en la realidad del sujeto. Yo interpreto la tendencia a la unión como Eros, no es que aparezca Eros uniendo a las personas. Es decir, si lo real es lo verdaderamente psíquico, ya hemos dicho y lo volvemos a repetir, que lo real es imposible, al quererlo conocer el conocimiento transforma lo real en realidad objetiva o en conocimiento; es decir, deja de ser real, deja de ser saber.

 Lo que ustedes ven y atribuyen al inconsciente son atribuciones, son efectos del inconsciente, no aparece el proceso inconsciente.

 Por eso inconsciente es una interpretación que se le hace, no al sujeto sufriente, sino al sujeto de la ciencia, aquel sujeto determinado por la teoría analítica. Freud, en el capítulo de Método de la Interpretación Onírica explica claramente como un sueño tiene sentido después de ser aplicado el método psicoanalítico sobre él, si no, no tiene sentido. La vida que ustedes viven no tiene ningún sentido especial, tiene sentido cuando son capaces de someterse a ser el sujeto que requiere que sea la técnica psicoanalítica.

 Nadie va por la vida sintiéndose un sujeto hendido, donde en su hiancia, que le pertenece porque es parte de él, reina la muerte; nadie va por la vida así. Uno puede llegar a esa situación después de diez años de psicoanálisis, donde le demuestran que el vacío no se puede llenar con nada; pero los vacíos del ser viviente que somos, se pueden llenar hasta de materia, si ustedes quieren; el único lugar donde el vacío no se puede llenar es en el sujeto que define el psicoanálisis, tengo que someterme a su práctica, a su técnica.

 Pregunta: ¿Es como la válvula de escape del despierto, la negación?

 – La negación es como el sueño del despierto, en tanto hace ingresar de alguna manera en la conciencia, de manera jeroglífica, una representación. Levanto la represión pero no la levanto. El chiste es como una interpretación, si no me río no es chiste, si no capto la interpretación no es chiste. En cambio la negación ocurre sin que yo me dé cuenta. Es el levantamiento de la represión pero no lo es, porque una madre le dice a su hijo: “no te vayas a matar con la moto”, si le dices a ella “usted quiere que su hijo se muera” te da con algo en la cabeza que te mata. Estoy interpretando con todo este bagaje teórico que ahí, ella, deja pasar la representación inconsciente a costa de ser negada, tiene que haber una interpretación acerca de que eso es una negación, está en la conciencia pero negada. Si niega todo es un loco, porque tiene todo el mundo psíquico en la conciencia confundido con todo el mundo real y todo negado.

 Pregunta: ¿Cómo es eso de que un sujeto con un Yo débil, donde tiene que poner el Yo no puede y pone el cuerpo, enferma el cuerpo…?

 – Freud habla de un antes de la represión, ese Yo mítico tiene dos maneras de defenderse de lo pulsional, dos maneras que no son la represión, y que son la transformación en lo contrario y el desplazamiento al cuerpo.

 Hago un paréntesis, si ustedes me permiten. En estos mecanismos primitivos es que se basa toda la medicina psicosomática, o todos los intentos de los psicoanalistas de entender las enfermedades corporales, en el sentido de que toda una concepción preedípica, es decir, anterior a la represión, anterior a la castración, donde el Yo, para defenderse de los instintos, uno de sus mecanismos es el desplazamiento hacia el cuerpo; entonces, de esto me imagino que se desprende después, en los estudios posteriores que se hacen, que las enfermedades psicosomáticas tienen su punto de fijación en una fase del Yo preedípica, es decir, en una fase del Yo antes de la constitución del mecanismo de la represión.

 El aparato psíquico del cual hablamos se constituye todo a la vez, cuando aparece la amenaza de castración, para decirlo muy psicoanalíticamente, frente a los genitales castrados de la madre, ahí se constituye todo el aparato psíquico: la represión, la negación, la denegación, la fuerza contraria. Además, las cosas que ocurrían antes de ese momento cobran sentido a partir de ese momento. Si no, no tendrían ningún sentido.

Que la energía se desplazara al cuerpo, eso cobra sentido sólo después de la represión, sólo después de la instalación edípica. Es lo que estudio. Por eso que es el sujeto de la ciencia, no es el sujeto viviente, que nació y que no veía y después a la semana ve, y la mamá le da la teta, después se la saca. Es la sociedad capitalista lo

que nosotros estudiamos, la sociedad capitalista, ni siquiera esta sociedad capitalista. Porque cuando hablamos del valor y de la mercancía no tenemos en cuenta, como Marx lo dice, que aún en la sociedad capitalista perviven formas anteriores de comercialización, de distribución, de fabricación. Eso no se tiene en cuenta cuando se habla de la sociedad capitalista. Son modelos, modelos teóricos.

 Vamos a ir explicándoles la diferencia que hay entre el sujeto de la ciencia y el pobre sujeto viviente. Yo me casé con una mujer, tuve hijos. Después, cuando me someto al psicoanálisis, puedo ver que en realidad esa mujer es el perfume que mi madre se ponía los domingos para ir a misa. Hace 20 años que vivo con ella, tuve 4 hijos, tengo casa…, son dos cosas diferentes.

 No es licito ahora divorciarse de esa mujer porque el psicoanálisis ve que ella representa el perfume de mi madre en los días domingos. Sin embargo ustedes, por la cara que ponen, piensan que es licito pasar mecánicamente una interpretación a la vida del pobre sujeto viviente y no sé si se puede pasar directamente o mecánicamente.

 Que yo después que salgo del análisis, a ver si se entiende, tendría que poder convencerme de que eso que estuve hablando con ese señor es bueno para mí, es bueno para mi vida, para mi vida particular.

 No la vida que estoy viviendo con él, que es una reconstrucción, que es una construcción nueva, sino que además yo tengo una vida. Para mí sería mejor que usted estuviera encerrada en su casa y viniera a verme tres veces por semana a la consulta y en esa campana de cristal hiciéramos un proceso. Pero lo que pasa es que usted trabaja, tiene hijos, hace esto, está comprometida con esto, con esto otro, así que no. Eso tiene que ser tenido en cuenta. Esa discriminación tiene que hacerse.

 Pregunta: Usted ha señalado que Lacan funda una filosofía aristotélica y hegeliana pero ¿Lacan no es freudiano?

 – No donde funda una filosofía. La filosofía freudiana es la del inconsciente, no es hegeliana, no es una verdad por revelación, es una verdad por interpretación. En cambio, en el acto analítico lacaniano hay algo que se le revela al sujeto y el psicoanalista es el pasaje de esa revelación.

 El psicoanálisis dice, como dice el marxismo, que la verdad se produce por interpretación, por lo tanto toda verdad puede ser interpretada. Toda verdad es texto y todo texto puede ser interpretado, ¿con qué? con otro texto, ¿y qué se produce? otro texto. Fíjate que distancia hay de eso a que la verdad se revela y ahí encontraste el camino de la luz. Se nos aparece muy religioso, poco científico, muy ideológico. 

Esto no quiere decir que Lacan no abra un panorama magnifico a la práctica teórica del psicoanálisis, pero esto también lo hace Althusser.

 De cualquier manera cuando leemos a Althusser estamos en desacuerdo con la filosofía que él propone, de la que pensamos que no es marxista, que es mucho más dogmática que la filosofía que propone Marx. Pero no estamos en desacuerdo con la producción teórica de Althusser, tampoco estamos en desacuerdo con la producción teórica de Lacan. La teoría del significante es la teoría del significante.

 Doy el peor ejemplo para que se den cuenta, ¿Cooper estaba totalmente equivocado? No. La experiencia maravillosa de la Villa 21 a él le fracasó, pero no quiere decir que estuviera equivocado. Lo de Lacan es grave porque le fracasó la escuela, los discípulos, fracasó todo. Encontré muchas cosas en él pero en la transmisión del psicoanálisis fracasó. No dejó discípulos, dejó repetidores, eso es muy grave, en la escuela lacaniana no hay ni un solo escritor, el escritor que tienen es Miller y no sé hasta dónde es todavía un discípulo de Lacan. Los escritores se fueron hace mucho tiempo y están en cosas muy freudianas, Laplanche, Pontalis; los que quedan no son escritores, eso quiere decir que no hay un solo discípulo. Los mismos lacanianos dicen que Lacan después del 66 se vuelve loco, en el sentido teórico, lo estudiaron hasta ese año, luego produce cosas inalcanzables también para ellos.

 Creo que habría que plantear una reivindicación, pero no solamente con Lacan, exigirle a la Escuela que haga un pasaje por Lacan y por Melanie Klein, ¿por qué? porque todos los psicoanalistas que encuentran por la calle son kleinianos más que freudianos. No sé cómo se podría hacer, si tienen que hacer un grupo aparte o de otra

manera, pero digo que tendría que poder ser, en el sentido de que cuando lean a Lacan y critiquen a Melanie Klein van a ver por qué la critican, y cuando él se parece a Melanie Klein entiendan por qué el desvío freudiano. Lo que no podemos discutir es que el descubrimiento está en Freud.

 Nosotros planteamos el psicoanálisis de los didactas, cosa que ninguna institución se plantea. Toda institución psicoanalítica que no se plantea el psicoanálisis del didacta funda el descubrimiento freudiano como erróneo, porque se supone que hay un tope, que el psicoanálisis del didacta es terminable. No tiene existente en la teoría freudiana, existente es sólo para la terapia. Lo que puede decir el psicoanálisis es “esta persona se curó”, pero “esta persona se terminó de psicoanalizar” no lo puede decir. El didacta de una institución psicoanalítica, que además está transmitiendo el psicoanálisis, no puede dejar de psicoanalizarse porque tiene el inconsciente a flor de piel, 50 a 60 relaciones, si se deja de psicoanalizar qué hace con todo eso.

 Ustedes tienen que saber que la única institución que se plantea el psicoanálisis de los didactas es la Escuela de Psicoanálisis Grupo Cero, las otras instituciones no pueden. La ventaja de la Escuela es que la fundó un grupo. En la pelea esa –tema que tendrían que estudiar y tendría que ser motivo de una exposición– grupo e institución, que nosotros tan claramente planteamos, como grupo fundamos la Escuela y los miembros fundadores se siguen creyendo un grupo y ya son una de las instituciones más importantes de Madrid. Están todos locos, pero no están todos locos, están haciendo una experiencia que no se había hecho. Por eso consiguen cosas que no se consiguen en otras experiencias y evidentemente situaciones que serían fáciles en otra institución, aquí son muy difíciles. Por eso estamos luchando también contra esas instituciones, contra el dogma de las instituciones psicoanalíticas. Ustedes o no son psicoanalistas, o de serlo tienen que ser los mejores psicoanalistas, sino la experiencia nuestra queda invalidada. Evidentemente va a haber una exigencia

mayor aquí que fuera de aquí, mayúscula, porque se está dando la pelea entre grupo e institución. Además esta institución particular, que se somete al procesamiento grupal, tiene que pelear y discutir a su vez con otras instituciones que son las que tienen el poder. No es solamente con la Internacional porque aquí no existe, aquí es el conductismo, algunos kleinianos sueltos, y los lacanianos que son todos de Buenos Aires.

 

 

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