FREUD Y LACAN -hablados- 5

Miguel Oscar Menassa -2014

 

 
MÁS ALLÁ DEL PRINCIPIO DEL PLACER

I

Lo que interrumpe el placer, la quietud, la tranquilidad, es la sexualidad, porque la sexualidad siempre es un encuentro que no se realiza, siempre es un encuentro a medias, como la verdad, es un encuentro que falla.

La pulsión, sería para Freud, el montaje mediante el cual la sexualidad interviene en la vida psíquica. Es decir que la pulsión como tal, para intervenir en la vida psíquica tiene que someterse a la estructuración inconsciente, es decir, a las leyes del significante.

Hoy tendríamos que entrar en “Más allá del principio del Placer”. Este texto trata de producir teóricamente la pulsión de muerte, es decir, trata de dar una inscripción teórica al límite o a la “debilidad” que padece el hombre, por lo menos frente a los dioses, en el sentido de ser mortal.

Es un texto todavía polémico en tanto presenta el interés de intentar discriminar lo que es el instinto de lo que es la pulsión, también se desprende el principio de Nirvana, la compulsión a la repetición y la dialéctica pulsional, en tanto Freud, en este texto, modifica en parte esa dialéctica.

La primera teoría pulsional de Freud era aquella que oponía los instintos sexuales a los instintos de conservación, del Yo.

En este texto, la dialéctica pulsional va a quedar formalizada por el encuentro de dos tendencias: una tendencia a la separación y a la quietud y una tendencia a la unión y al movimiento. La tendencia a la separación y a la quietud será el instinto de muerte, y la tendencia a la unión y al movimiento será Eros, el instinto de vida.

Aunque no estoy muy de acuerdo que para hablar de lo humano se busquen ejemplos en los animales, de todas maneras, el desarrollo freudiano en este capítulo sobre las células, muestra claramente que los mandatos del instinto son la prehistoria del sujeto.

Los peces que viven en el Cañón del Colorado desovan a 300 Km. de dónde viven, se dice que ahí donde desovan era donde vivían aquellos peces en el pasado.

Es decir, que todo saber pulsional, fue práctica real de vida en generaciones anteriores.

El instinto de muerte sería el intento de reproducir lo que fui en mi anterior existencia, y lo que fui en mi anterior existencia es materia inerte.

El instinto de muerte puede darse bajo una forma velada y biológica como, por ejemplo, la decisión de no tener hijos. Eso puede leerse como instinto de muerte en tanto no se puede aceptar la reproducción, es decir, eso no es posible en la unión y el movimiento.

En “Más allá del principio del placer”, uno puede deducir toda la experiencia del psicoanálisis como el sujeto máquina o el sujeto maquinal, en tanto la vida sería el error que cada vez compulsivamente repetimos, el error que cometemos al querer llegar al nivel cero, o principio de Nirvana, porque eso es la muerte.

Es decir, que la mínima diferencia, el sesgo asintótico de la realización del deseo, la distancia existente entre lo que debería realizarse y lo que se realiza, esa es la vida. En tanto, la tendencia del deseo es a reproducir sus formas anteriores, tratándose de la materia viva, producir la materia inerte. Ese error es por el cual vivimos, en tanto la realización del deseo produce la detención del aparato, de la máquina deseante.

¿Alguna pregunta hasta aquí? Es muy importante que hayan entendido esto.

Es, en apariencia, la dialéctica instintual, una dialéctica de dos términos, pero no son pares antitéticos y además, parte de la dialéctica, exige que se combinen. No que tengan relación, como, por ejemplo, la burguesía y el proletariado, sino que se combinen.

No se puede saber cómo va a ser la vida de un hombre, se puede saber cómo fue la vida de un hombre. Pero cómo fue la vida de un hombre, no depende de cómo fue, sino de las circunstancias especiales en que este hombre decide construir esa vida vivida, que va a ser diferente a la vida que va a construir en el momento en que va construyendo su vida.

La organización del sujeto psíquico se da en el complejo de Edipo, y sólo en el complejo de Edipo se pueden leer las formaciones pre-edípicas. Porque no es que el paciente se relaciona con una teta, sino que en la relación con el psicoanalista, por las palabras que dice, el psicoanalista le interpreta que se relaciona con la teta.

Para que el psicoanalista le pueda interpretar que se relaciona con una teta el paciente tiene que hablar. Es decir, que si habla, está sometido a las leyes del significante, y, por lo tanto, su situación, aunque parezca pre-edípica, es edípica. Porque pre-edípico, no he visto nunca a nadie, y además, sería un monstruo, no podría hablar, no tendría proceso simbólico, no sería un hombre, no sería un ser humano. En cambio, los locos son seres humanos porque hablan, están sometidos a la realidad del significante.

Y cuando nos animamos a decir que las enfermedades psicosomáticas no son edípicas, es porque no hablan. En cambio, un loco habla, asocia libremente.

Entonces, lo que antes era instinto sexual e instinto de conservación del Yo, quedan englobados en Eros. El Eros de Platón, llega a decir Freud, ese Eros transformador de la realidad.

Los fundamentos de la muerte o la inscripción de la Pulsión de muerte, en “Más allá del Principio del placer”, instalan un tipo de dialéctica insoportable. En el sentido de que si de desear se tratara y nos dejaran, sólo desearíamos la muerte. Toda interrupción de nuestro deseo es vida. Después de entender el movimiento dialéctico de estos dos instintos y las consecuencias psíquicas de este movimiento, Freud funda en el aparato psíquico el punto de vista económico. Y no es casualidad que lo económico entre por la muerte.

Todavía Freud sigue trabajando el capítulo de “La Interpretación de los sueños”, donde dice que va a plantear una segunda tesis para ver cuál es la dinámica del aparato y cuál es la economía del aparato. Está en 1920, y aún sigue reformulándose aquel capítulo.

Toda pasividad debe ser investigada como crueldad. En todo tipo de pasividad, antes de decretar masoquismo o depresión, habría que investigar, acechar a la pasividad con el punto de mira de la crueldad. Es decir, el silencio de toda apatía bien puede ser la elaboración del instinto de destrucción.

Toda actividad, aún la psicopática, antes de decretarse como manía, eyaculación precoz o cualquier tontería, hay que investigarla, como una producción erótica desde un intento normalizado o desesperado, de unión, de movimiento.

El que habla, aunque diga tonterías, para el psicoanálisis no dice tonterías, porque al psicoanálisis no le interesa si se dicen o no tonterías, sino cómo se dicen, cómo se puntúan, cómo se sistematizan esas palabras.

Está claro que podemos desprender, no con facilidad, que un psicoanálisis donde el paciente hable poco, está gobernado por el instinto de muerte.

Cuando la batalla que se establece en cualquier actividad humana, también en el psicoanálisis, entre los instintos, el que gana es el instinto de muerte, se genera la reacción terapéutica negativa, que todos ustedes conocen tan bien.

En cuanto a la frase que dice: “lo viviente muere por fundamentos internos”, la transformación del Grupo Cero es imposible, en el sentido que los factores internos al ser humano son el deseo. Por lo tanto, es verdad que, una vez rota la determinación familiar y social, se muere por los deseos de las personas que nos rodean.

Lo que pasa es que para dejarse matar por las personas que nos rodean, que nos hablan, que nos aman y que nos desean, nos tenemos que salvar de la muerte que ya anticipadamente tiene marcada para nosotros la familia y el Estado, es decir, la sociedad de clases.

Si nos salvamos de esa muerte, morimos en manos de nuestros seres queridos.

Principio de vida o muerte, dialéctica, entrecruzamiento, compulsión a la repetición, principio de Nirvana. Cada vez que se repita, morirá, pero comete un error, y ese error es la vida.

Corriendo delante de todo está la muerte, atrás está la materia inerte, que es el detalle de esta muerte futura.

La tendencia vital del instinto es transformarse en lo que fue. Toda la complicación humana, del hombre, es para no morir en el momento de nacer. Tánatos gobierna esa inscripción del recién nacido, en tanto es incapaz de dirigir su estructura mediante el destino de Eros, porque no puede juntar y no puede moverse. Por lo tanto, sólo puede ser registrado por el instinto de muerte, tal es así que sin la complicada experiencia del niño con la madre, el niño moriría. Y sin la intervención, sin el error, sin el vacío, sin la interrupción que se genera, advendría la muerte.

 

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