FREUD Y LACAN -hablados- 3 - Duelo y Melancolía

Miguel Oscar Menassa -2013

 

Claramente esta clase debería estar precedida, en el sentido de una más estricta formación, de una discusión teórico ideológica acerca de la neurosis y la psicosis, sus diferencias, sus similitudes, su modo de producción y a qué responden estas diferencias. Freud habla de los caracteres, la diferencia entre una esquizofrenia y un carácter esquizoide, un carácter histérico. Si entramos en este texto de Freud cuando hablamos del duelo y la melancolía, es el duelo como carácter y la melancolía como enfermedad. En tanto, podríamos decir que yo tengo un carácter esquizoide pero que llevo internados a varios psiquiatras, es decir, hay una diferencia entre el carácter esquizoide, la esquizoidia como modo y la esquizofrenia como enfermedad.

Con la histeria yo me animaría a graduarla más todavía, en tanto puede haber características aisladas de las formas histéricas formando parte del carácter o la personalidad, sin ser ésta histérica. Así una personalidad esquizoide puede instrumentar el mecanismo de seducción.

Después habría un carácter histérico en todos los exhibicionistas, artistas de teatro, cantores, psicólogos, psicoanalistas, que no sería enfermedad sino carácter histérico. La disociación instrumental, la represión de la sexualidad para poder hacer efectiva la instrumentación, la disociación y la dramatización, el espectáculo. La cosmética, el orden, características del carácter histérico.

Con orden me refiero al orden del cuerpo, pues nosotros sabemos que el orden de la mente corresponde al pensamiento obsesional al cual el hombre todavía no ha llegado, aunque yo mismo haya dicho que sí la clase pasada, que estábamos en el paranoico crítico, pero pensando bien un verdadero pensamiento racionalista no ha dominado todavía el mundo.

Si en una Escuela de Psicoanálisis hay gente que está aún en 1895, en el universo tenemos que pensar que hay gente que está todavía en el paleolítico. La diferencia entre la histeria y el carácter histérico es que este último a veces da de aquello que promete o, a veces da de aquello que muestra en la dramatización. El problema de la histeria no es tanto que el paciente no llegue a cumplir con la promesa, sino que una verdadera histérica no llega a formularla.

La formulación de la promesa, su cumplimiento o no, está dentro del campo de lo que podríamos llamar la mitomanía, aunque en verdad tiene características histéricas, podríamos hablar de que existe una diferenciación en la producción de los efectos mitómanos.

La tristeza es un sentimiento que de tan generalizado casi nunca se registra. Es el sentimiento correspondiente cuando un escritor dice: todo encuentro con la verdad es un encuentro con la muerte. Es decir: la tristeza tiene un sujeto cuando una interpretación lleva a conocimiento de su conciencia que la existencia material del hombre es finita.

Sentimiento del cual parten todos los caminos de la creación, se trate de cualquier creación, pictórica, escritural o psicótica.

Digo que “en ese instante de comprensión” –de ese momento donde la verdad nos anuncia el límite–, en casi ninguna circunstancia se llega a sentir. De sentirse ese verdadero sentimiento de tristeza es un instante que produce una transformación en el sujeto. Lo que se ve es la prolongación de variadas maneras de este instante hasta transformarlo en locura, en duelo o en melancolía.

No es otra cosa que mi propia muerte lo que se me anuncia en la muerte del otro, no es otra cosa que el límite material a mi materia lo que se me anuncia cuando pierdo una cosa o persona o una representación de persona o cosa.

Sin tristeza es imposible el amor, por lo tanto, las defensoras acérrimas del amor tendrán que plantearse qué están defendiendo.

Si la tristeza tiene el inconveniente de no dejarse sentir porque es necesaria para ser, no sabemos para quien, si para el sistema de la lengua, para el sistema del inconsciente o para el sistema social es necesario que el hombre y la mujer se sigan sintiendo inmortales.

Este sentimiento, forjador de la dimensión del amor en tanto no podré dar lo que no tengo a quien no es, a menos que haya aceptado el límite que la muerte impone a mi existencia material, ya que el sentimiento de inmortalidad impide que alguien no tenga y, fundamentalmente impide que alguien no sea. Por lo tanto el sentimiento de inmortalidad al suprimir de la ecuación estos dos términos, impide a su vez el amor ya que no habrá quien no tenga para dar a quien no es, pues todos tendrán y todos serán.

La simpleza de escribir, por ejemplo, los signos de puntuación, ese punto final que da su sentido a toda la puntuación anterior: a las comas, a los puntos y comas, a los paréntesis, a los guiones, a los entreguiones, sólo cobran su sentido desde ese punto final. No hay sentido en una escritura sin punto final, porque sin él no hay abrochamiento de sentido. La escritura es la cristalización de la producción humana, por lo tanto no puede parecerse a ninguna otra cosa que a esa realización humana y esa realización humana tiene un límite y ese límite es material.

Una escritura sin doble espacio es una escritura que nos recuerda una vida en la que nada recuerda la muerte. Es una vida vacía de proyectos y, fundamentalmente sin sentido en tanto nadie puede abrochar un sentido humano sin aceptar el límite material impuesto a esta producción. El duelo y la melancolía nos plantean profundamente el proceso de la identificación. Veremos cómo no se trata de ninguna otra cosa que de un proceso de identificación tanto la restitución psicótica como el desencadenamiento de la psicosis, tanto la producción literaria como cualquier otro tipo de producción.

Proceso de identificación en el cual no hay humanidad y que antes de ser descripto producía los fenómenos de la sugestión y de la imitación.

Capítulo complejo que nos plantea realmente la diferencia entre psicosis y neurosis porque el duelo no es normal, es neurótico, es decir, si hay dolor por la muerte o la pérdida del otro quiere decir que hubo una transformación de mi yo debido al proceso de identificación y que una parte de mi yo ha quedado reducida como función a ser el otro. El duelo no es eterno. Ciertos sujetos pueden llegar a vivir, después del proceso de duelo de tal manera que, sin llegar a ningún estado melancólico, podemos llegar a reconocer un estado de permanente tristeza.

Quiere decir que el duelo no es normal, el duelo plantea le diferencia entre psicosis y neurosis pero no es normal ponerse a llorar por alguien que se muere. Está la elaboración maníaca del duelo que también es neurótica. Podríamos discutir si uno se puede salvar, como humano, de estos procesos; quizá no se puede salvar, pero uno ve que el humano sufre estos procesos si no hago una interpretación donde le muestre que él deseaba que se muriera el padre, está triste desde ahí hasta que se muere –recuerdo una persona que la llamábamos el triste–. El duelo es producto de deseos inconscientes no interpretados.

Cuando yo digo esta clase debería comenzar por una ubicación general ideológica acerca de la neurosis, la psicosis y acerca de la normalidad: ¿Tiene que hacer el amor o no tiene que hacer el amor una persona normal?; ¿Es neurótico no tener dinero para comprarse el pan?; ¿La eyaculación precoz es una enfermedad?; ¿La tristeza que me acompaña cuando me aumentan el sueldo es melancolía, es duelo?, ¿Por qué cuando me aumentan el sueldo y gano más que mi padre lo mato o es un sentimiento de culpa por algún crimen que cometí en mi infancia?

 

Duelo y Melancolía, lo que me propone al leer el título –en mi libro dice Aflicción y Melancolía–que me gusta más porque es Aflicción, Duelo y Melancolía en el castellano actual.

Duelo reservado a la muerte de personas y la aflicción reservada a la representación de la pérdida de personas y después, la melancolía que no se refiere a nada real, porque se puede desencadenar por la muerte de una persona querida o por la pérdida de un escapulario, o por un coito anal, tanto en mujeres como en hombres.

Estoy triste por lo que pasa en El Líbano, ¿qué tristeza es esa?, ¿o es una tristeza ideológica burguesa que impide sentir lo que se tiene que sentir frente a una matanza, frente a un agravio humano, frente a una explotación desmedida? Digo desmedida porque que haya explotación ya lo estamos aceptando, pero hablo de una explotación desmedida, una matanza extrema. Tal vez esa tristeza por el mundo que se pudre es donde oculto mi miseria, mi mezquindad, mi individualidad.

Después de tres años le digo al paciente que no por primera vez, después que hizo lo que quería: “¿Me da un cigarrillo?”, le digo que no, evidentemente al paciente lo invade un sentimiento que si lo evaluamos con la ideología corriente podrá hacer trastabillar la interpretación, en tanto por el mismo motivo que llora el paciente que le dije que no, yo pienso que el llanto es una cosa que adviene porque algo malo se le ha hecho. En ese sentido hay metáfora, conjunción de pensamiento: él llora, pero yo creo que está mal haberlo hecho llorar. Fíjense como se plantea en ese primer no la relación entre la madre –diciéndole al niño que no se la puede follar porque ella es de papá– y el niño. En el sentido de que “no” desencadena en el otro una tristeza, un duelo, una melancolía.

Para no verte llorar porque tu llanto me recuerda, en todos los casos la muerte, te he comprado este ramo de flores. Es decir: para no verte llorar porque tu llanto me recuerda mi propia muerte –que es donde verdaderamente ese límite material reconocido nos separará, hijo mío–, haz lo que quieras, trasgrede la ley del incesto para que yo pueda seguir creyendo que soy inmortal.

Primero de todo habrá que sentir alguna diferencia en nuestra vida entre una tristeza improductiva y una tristeza creativa y, después, sumergirnos como con un instrumento de precisión, no dentro de las relaciones o las reacciones de lo que se supone triste, sino de nuestras propias reacciones frente a la tristeza porque ahí es donde se ejerce la represión.

La risa que elabora un chiste no es todavía una represión aunque sí, claramente, una sustitución, pero el oído que juzga la risa, ese oído puede reprimir.

Yo les propongo –le pido permiso a los coordinadores, al director, al vicedirector de la Escuela– el martes próximo nos reunimos y trabajamos tres horas en grupo para que ustedes hablen sobre este tema porque es fundamental que la Escuela sepa qué piensan ustedes de la tristeza, de los duelos, de la muerte, de la vida, del sexo.

Hacemos un grupo que yo coordinaré y veremos quién lo observa, quién se anima a colaborar conmigo en esa tarea. Hacemos un cierre con el tema de duelo y melancolía de esa manera. Los textos y clases que se recomiendan son:

Duelo y Melancolía.

Mas allá del principio del placer.

El yo y el ello.

El narcisismo.

Psicología de las masas.

Pregunta: Tu decías que sin tristeza es imposible el amor, otros autores llegan a la misma conclusión entendiendo la tristeza como un mecanismo de defensa a través del cual llora la pérdida del objeto y así mañana podré no acordarme de esa pérdida y podré amar, ser feliz.

Respuesta: Ese es un repudio al objeto, no hay tristeza. Para que haya tristeza tiene que haber aceptación de la pérdida futura, el futuro se precipita sobre mí en la tristeza: tiempo futuro anterior.

Me doy cuenta que mi existencia material es finita, tengo que aceptar que el objeto se perdió, pero para darme cuenta –ahí todavía no terminó el duelo– si no me planteo mi propia muerte no hay tristeza, hay duelo, hay melancolía.

Estoy hablando de la palabra tristeza, pienso en los grandes poetas de la historia de la poesía y esa palabra tristeza no se puede asemejar ni a duelo ni a melancolía.

Es interesante rescatarla en psicoanálisis porque Freud la rescata. En Freud se lee que hay un momento de verdad donde cae sobre nosotros el futuro para anunciarnos que nuestra vida tiene un límite.

En las especulaciones, no es ningún chiste cuando yo le digo a mis amigos que ya somos inmortales, después hay que ver si podemos vivir algunos años más.

Son dos campos diferentes, qué duda tengo yo de que mis libros se van a leer recién el siglo que viene si los alumnos de la Escuela no los han podido leer aún.

Si hacer el amor es normal, el tiempo de esa existencia material será diferente a si hacer el amor es anormal.

La máquina humana se desgasta igual que cualquier máquina y por el mismo mecanismo cuando produce una energía mayor que la necesaria para realizar el movimiento que realiza. Ese es el desgaste de la máquina, cuando se despliega, se genera una energía mayor que la necesaria para realizar el movimiento del cual se trata.

Si la energía que desarrollo es para hacer el amor con varias personas y termino masturbándome en el baño, hay desgaste de la máquina; no hay desgaste de la máquina cuando la energía que produzco es para masturbarme en el baño.

Cuando me siento a comer y pienso que me voy a comer un cerdo entero y apenas alcanzo a comerme la patita hay desgaste de la máquina. Engordo cuando me siento a comer la patita y me como todo el cerdo. Cuando me siento a comer el cerdo no engordo aunque me lo coma. Estas ideas provienen de casos clínicos, no puedo partir de estas premisas a las cuales llegué después de una producción de sentido.

Yo pienso, tanto los alumnos, como los profesores, como los coordinadores están generando una energía superior al movimiento que están generando, por lo tanto la máquina grupal de la Escuela se está desgastando.

Cuando indico que hagamos todos juntos un grupo sobre Duelo y Melancolía lo hago en el sentido de que nos tenemos que poner de acuerdo en que la existencia material del hombre es finita y quiero que nos pongamos de acuerdo en esto.

Exijo grupo operativo hasta final de año sobre Duelo y Melancolía y nuestra versión particular de cada uno sobre la tristeza.

Nos ponemos de acuerdo en que la existencia material del curso es finita, es decir, la existencia material del hombre es finito.

Todo tiene un final, todo termina. Esto llevado a las consecuencias lógicas de la razón y los consejeros espirituales, sacerdotes y psicoanalistas pobres de espíritu, lleva a que las personas se separen sin entender que todo tiene un final, todo termina.

Si entiendo que es así no tengo ninguna necesidad de separarme de nadie porque si todo tiene un final y todo termina, lo que él o ella era para mí en eso que termina, también termina. Por lo tanto aunque sigamos siendo los mismos es absolutamente imposible que viva aquello que fuimos.

La próxima clase, dentro del tema vamos a trabajar sin inhibiciones, yo como sigo trabajando el tema durante la semana si se me ocurren tres o cuatro páginas, vengo y lo digo. Si a ustedes les pasa lo mismo cuando nos encontremos una manera de abrir el grupo es que alguno de ustedes diga lo que se le ocurra sobre el tema, si no será psicoanalizada la falta de pertinencia. La pertenencia no hace falta psicoanalizarla porque eso se psicoanaliza al final, cuando ya no se pertenece. Cuando haya otros en nosotros podremos hablar de pertenencia.

La cooperación sabemos que no existe porque lo que existe, por ahora, es la envidia, la competencia, entonces no podemos psicoanalizar la cooperación. Lo que podemos psicoanalizar son los obstáculos que impiden una posible cooperación de nuestros pensamientos. Vamos a interpretar la impertinencia para aprender lo que es impertinente.

Tenemos que ir aceptando una complejidad diferente a la complejidad de la vida cotidiana. Por ejemplo, el rojo, ese color que en la realidad se diferencia tanto de los otros colores, el rojo para el psicoanálisis casi nunca lo es del todo y se puede llegar a confundir hasta con el negro.

Gracias, hasta la próxima reunión.

Primeras aproximaciones IV   (1/1)

 

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