Poesía y Psicoanálisis (1971-1991) Miguel Oscar Menassa -1995

1991-MADRID

ESCUELA DE PSICOANÁLISIS GRUPO CERO
Anticipando la realidad

SI ES POSIBLE EL POEMA ES POSIBLE LA VIDA

POESÍA Y PSICOANÁLISIS
TERCER CONGRESO INTERNACIONAL
GRUPO CERO

Porque el inconsciente está estructurado como poesía

PONENCIA INAUGURAL: POESÍA y PSICOANÁLISIS,
ESE IMPOSIBLE

Estoy contento de haber conseguido tanto en, apenas, 30 años de trabajo y, espero, con entusiasmo, en los próximos 30 años de trabajo conseguir más.
      Y antes de comenzar verdaderamente para que no existan confusiones sobre a quién pertenecen mis versos, diré que de los 30 años de trabajo, 15 exactamente pertenecen a Buenos Aires y 15, exactamente, pertenecen a Madrid.
      Y voy a decirlo porque en su momento será importante saberlo, en este estado de equilibrio total tuve dudas de aceptar la propuesta de los organizadores del Tercer Congreso, que yo fuera, como en las dos ediciones anteriores el encargado de inaugurar el Congreso. Y esta vez como quiero dejar dicho, he dudado y esa duda me llevó a leer, con intensidad, antes de aceptar, mis dos intervenciones inaugurales, anteriores y, en verdad, mucho era lo que había podido decir en esas intervenciones, con lo cual se complicaba al máximo esta tercera oportunidad que se me ofrecía. Estuve a punto de decir que no, de enredar para que fuera otro el inaugurador. Llegué a pensar que la tercera vez era la peor, se alejaba de lo que ya no existía y se acercaba peligrosamente a la serie que, tarde o temprano cierra su operación con una muerte.
      Aunque en nuestro caso la sencillez de un punto escenifica con plenitud todo final, igual dudé. Llegué a preguntarme si después de veinte años llevando adelante el significante Grupo Cero, hasta transformarlo en Poesía y Psicoanálisis, apertura de un nuevo campo que abrirá en su apertura nuevos y portentosos caminos para el pensamiento actual, ¿qué era lo que yo esperaba, que me dieran una medalla acaso? y la verdad es que si eso era lo que quería porqué no darme cuenta que el homenaje era, precisamente, pedirme por tercera vez consecutiva inaugurar lo que todavía no fue. Vestido con esos razonamientos no podía rechazar como si fuera una obligación lo que pretendía, en realidad, ser una especie de homenaje, de premio.
      Así que acepté y aquí me tenéis inaugurando, pero no fue fácil esta realización que hoy me animaré a leerles.
      La primera vez que se me ocurrió pensar Poesía y Psicoanálisis como Ese Imposible fue en 1977, en un escrito así denominado y que dos años más tarde sería la introducción del libro GRUPO CERO ESE IMPOSIBLE Y PSICOANÁLISIS DEL LÍDER, publicado por Ed. Grupo Cero Madrid.
      POESÍA y PSICOANÁLISIS, ESE IMPOSIBLE: Giros de viento o, bien, ráfagas de pequeños corpúsculos acerados hacia la muerte, desviaron nuestro destino.
      Somos extranjeros a todo, fuimos perdiendo con el paso de los días la calidez de nuestra mirada, aquel calor, ardiente en nuestros ojos, cuando vivíamos en una tierra, cuyos olores, en plena primavera, olían el olor de nuestro cuerpo.
      Éramos, antes de la catástrofe, antes del estallido en mil fragmentos, personas normales. Médicos, amantes de la libertad, escritores amantes de la libertad, en fin, en general éramos, sórdidos amantes de la libertad. Padres e hijos de familia y teníamos un porvenir asegurado.
      Un poco de locura, nos decíamos, a nadie le hace mal y nos reíamos y buscábamos el sol entre las piernas de nuestras mujeres y éramos felices.
      Y mientras éramos felices nos dimos cuenta que buscar el sol, era, para encontrarse, empecinadamente, con la noche.
      Amar el sol era, también, amar la terquedad de su dialéctica:
      Aparecer y desaparecer, encuentros luminosos, para después, sumergirse, cada vez, más profundamente, en el vacío de la noche.
      Alguna ausencia inesperada, algún cuerpo pudriéndose, repentinamente, bajo el sol, marcaban el paso de los años. Ser esclavos, quedaba claro, no era suficiente y, entonces, fue el temblor. Un temblor cósmico, más allá de nuestra razón, más allá de nuestra locura, más allá de todas las palabras pronunciadas y sin saber qué hacer, temblorosos entre los escombros nos tocó zarpar. Y zarpar fue, Poesía y Psicoanálisis y zarpar fue, estallar en mil fragmentos de oro líquido por el mundo, y zarpar fue, no poder volver nunca al mismo sitio, no poder volver nunca al mismo tiempo.
      Si algo buscamos, buscamos todo lo que nos falta, no sólo el inconsciente, no sólo los tibios perfumes de nuestra infancia, no sólo, el aleteo fugaz de un deseo perdido.
      Queremos tener entre nosotros, toda nuestra vida. Una palabra más cerca de la sangre que de las palabras. Entre nosotros queremos tener como la flor azteca creciendo en el desierto, como una incierta luz en plena oscuridad, algunos versos inolvidables.
      Sabemos, sin embargo, que vivir, siempre es un proyecto delirante. Todo está bien y todo está mal, la mujer, el hombre, debaten su ser entre las pocas palabras que conocen. Una especie de pequeña oración en medio del tumulto. Un pequeño Dios a punto de morir, contra la inmensidad de las partículas atómicas creciendo por doquier.
      El sangrante búfalo de plata a punto de extinguirse, última manada de luz al borde del fusilamiento, al borde propio de pronunciar sus primeras palabras:
Estamos, fuimos lo que muere del hombre, la soledad.
      Y un resumen es, también, un pacto con alguien. Una conciliación de la letra con la política.
      Yo es cero, no tiene explicación y no se puede reducir a nada que termine, tampoco al universo.
      Candado de apertura, yo es cero, es, puesta en escena de lo que recién comienza. Estamos en la época del temblor, el resto por ahora, psicoterapia para las almas inexpertas, para los que aún, sin quererlo, sostienen la ideología dominante, la gran ideología, la que viene impresa en las proteínas de la leche, la que regula el campo de nuestras relaciones sociales, donde ya dijimos, se desarrolla la ética de los poderosos.
      En cuanto al psicoanálisis, al marxismo, a la poesía, decimos que son sólo instrumentos de conocimiento. Entre nosotros no es preciso que se salve nadie. Los fusiles, la religiones, la pobreza, son patrimonio de una dialéctica asesina donde lo que se legaliza es la esclavitud y la pena de muerte y un amor, codificado en el terreno de la fidelidad y la seguridad, hablan claramente, de los efectos sobre el hombre de una dialéctica, que no acepta ni aún en sus transformaciones, la existencia de más de dos términos. Donde uno tiene el don y el otro el deseo. Una teoría construida por indígenas frente al descubrimiento de la posibilidad especular. Una religión construida sobre el miedo a la muerte, da como resultado una sociedad esclavista.
      Donde el goce tiene que ver siempre con la muerte. Porque el deseo lo tiene el que no sabe, el que no tiene, el que no duda, en fin el deseo lo tiene un perfecto idiota condenado a muerte.
      Donde el saber, tiene que ver con el poder, ya que el que puede, por poder no desea y sabe. Como vemos una teoría del dolor en todas direcciones.
      Nos oponemos a todo, la nada también queda cuestionada.
      Y de la sexualidad actual, pensamos que está organizada sobre los pilares de la oferta y la demanda. Heterosexualidad y homosexualidad son, claramente, formas de una dialéctica, donde lo femenino y lo masculino (en última instancia dos organizaciones sindicales) rigen el destino de la humanidad. El amor, como vemos, no existe, por ahora, sólo existen las reivindicaciones. Al hombre, a la mujer, aún, no le ocurre nada.
      Un mundo perverso, insistimos, donde todo tiene que ver con la muerte, por ahora, no quiero tomar ninguna decisión. Matar o morir, dos formas de vida que tampoco me interesan.
      Y pongo nuevamente mi vida en cuestión. ¿Cómo quiero vivir? ¿qué es vivir? y así voy por la vida sintiendo que no quiero ser un borracho y no quiero ser un drogadicto y no quiero ser un científico y no quiero ser un poeta y hombre o mujer, me parecen demasiado poco para el Hombre.
      En general no defiendo a nadie. La religión se hunde entre cuantiosas cifras. Las matemáticas desbordan su posibilidad de transformación de lo real, con el paso de los años serán un dogma. El sol se extingue. La energía atómica escapa a todos los controles. HIROSHIMA SE OLVIDA, Rusia retrocede y los famosos tigres de papel están a punto de comerse parte del arroz.
      La humanidad toma un rumbo desconcertante y eso me desborda.
      Querer, quisiera llevarme bien con alguien y, sin embargo, escribo, que el vaivén de la intersubjetividad es, demasiado, familiar para el gran mundo. Prefiero, entonces, confiar en mi fuerza de trabajo y, sin embargo, me doy cuenta, mi escritura es sanguínea, vital, difícil de vender.
      La literatura no me interesa y la vida, no se bien lo que es. A veces, pienso que la vida todavía no ha comenzado, ser una brisa o, bien, ser una ráfaga son, por ahora, las tan naturales ambiciones de cualquier pasión.
      El hombre se debate, quiere ser y no puede. Puede y cuando puede, ya no le interesa.
      Los ojos, la boca, el ano, un alma abierta o, bien, un corazón cerrado; son todavía, los límites de dicha imposibilidad. Agujeros demasiado pequeños para que el hombre caiga por ellos en el ser. Agujeros demasiado pequeños para que por ellos entre la humanidad en el hombre.
      Sangre y vergüenzas, leches marinas, pechos turbulentos para las bocas más sedientas, opulento semen ascendiendo por las nacaradas paredes de tu celda son, todavía, tan sólo, onomatopeyas de lo humano, un intento vano como otros de capturar con el nombre lo nombrado.
      Mi tiempo no responde a ninguna cronología. Mi tiempo más que transcurrir, estalla. Más que transcurrir lentamente, mostrándole al pequeño hombrecito que la vida pasa, el tiempo es un invento de la crueldad del hombre contra sus propios sueños.
      Un límite preciso, la noche. Un comienzo seguro, la mañana. Como si el tiempo fuera una figura que puede dividirse, una forma posible y no vendavales y nieves oscuras, hambre y cólera donde su existencia es siempre lo que fui. La realidad es sólo lo que digo y el tiempo una manera de seguir creyendo que la realidad, estaba allí, esperándome, precisamente, a mí, desde ayer.
      La imaginería del hombre no tiene límites, su locura infinita. Es capaz de creer que los secretos se guardan en el corazón. Es capaz de creer que la verdad es más de lo que es: Instante, sólo instante, en la producción de cualquier obra, de cualquier amor.
      Tiempo de locos este tiempo donde ni yo existo.
      Álgebra marina, álgebras y vientos del mar y pequeñas historias; pequeñas y misteriosas historias entre las que se oculta la cifra secreta de mi ser. Poesía y Psicoanálisis.
      Mientras escribo siempre me acosa la misma preocupación, escribir algo que se entienda. Me miro y se me nota, soy exactamente un tironeamiento visceral contra otro tironeamiento visceral. Una encrucijada, en la misma mirada dos odios, dos amores. En el mismo fuego, dos llamaradas, dos cenizas.
      Cuando la sangre acontecía, era contra la propia sangre, tan roja una como otra. Turbulentas manos, con un esfuerzo comparable a morir, desarticulan el mecanismo: El número dos no existe es, siempre, un desdoblamiento de la imagen.
      Escribir me pregunto, es parte de la farsa, o escribir es mi superioridad, mi hombría. Al borde del descuartizamiento un hombre debería gritar, pidiendo socorro, un hombre debería gritar, pidiendo, un hombre debería gritar, un hombre debería, un hombre es, también, una caída estrepitosa, un amante de su propia masacre, un exquisito recuerdo de sus desgarramientos. Una historia que se viene repitiendo desde siglos.
      El cuerpo y la palabra, así escritos, son, debemos saber, bordes de una dialéctica. y en esa endemoniada lucha entre la existencia y la esencia, siempre triunfa la realidad, la verdad, el síntoma.
      Hombres, mujeres, encaprichados en las famosas y viejas relaciones, entre libres y esclavos, a mí me gustaría comenzar todo de cero. Poesía y Psicoanálisis, ese imposible y frente a ese vacío, frente a esa imposibilidad, humos y barbarie y una lenta tarde donde todo transcurra como si fuera poco, como si fuera lejano su transcurrir.
       Brisa marina, arcángel de la noche, toco tu boca, perfume y violencia entre las tinieblas, desencadeno en mi ser los ritos del amor. Vendimia seca, florezco entre tus jugos, entretejo mi vida entre tus helechos, ancla y mar, tus olores, tus peces abiertos y desordenados. Ojos de bestia, vaca, vaca de la soledad.
       A veces, pienso que lo mejor es beberse salvajemente los néctares. A veces, pienso que lo mejor es comerse salvajemente los frutos. Tengo conmigo y lo sé, frutos y néctares, para comerme y beberme salvajemente y, sin embargo, escribir, siempre, es una alegría para el corazón. Emerger de las sombras, emerger de las sombras del mar. Canguro acuático, horas de una vida siempre desesperada y viva donde pequeñas palabras irán haciendo el mundo.
       Entre bellezas marinas rasgo tu piel, escenifico mi vida en los contornos de tu ritmo, te detecto imprecisa entre las leves hojas de papel. Al viento. Al tiempo. A la poesía.
       Tenaz entre tus muertos, loca y viva, iridiscente ojo molecular, llama de amor, la poesía, tenaz, álgebra purificadora, ardiente antiséptico, contra los pequeños animalitos del bosque. Nervio nocturno y luz, músculo y masacre, carnes, vendimias de la carne, la poesía, tenaz, en el futuro, contra lo que pueda oler a podrido. Al viento. Al tiempo. A la poesía.
       El resto, es fácil deducirlo, fui creciendo deforme, tratando de encontrar algún equilibrio para mis cuestiones, y no sólo las palabras se caían de la página, transformando para siempre mi poesía, en otra cosa, sino que también las mujeres, se caían de la página, para transformar los amores en EL AMOR:

Vientre de pantera, destrozado.
Mis dientes.
Tus garras hechas cenizas en mi rostro.
Tu ferocidad perfecta detenida en mi belleza perfecta.
Recuerdo el agudo violín entre tus piernas,
sexo desesperado,
intentando los sonidos del cielo,
tensando, infinitamente, hasta no poder más,
tu cuerpo en el espacio, para alcanzar,
los bordes de mi voz.

Yo cantaba como si fuera natural en el hombre cantar.

Registrar lo sublime,
                              decías
y tu música,
alta como las cumbres
que nacen por encima de las cumbres,
nieve dolorosa y eterna,
                                   tu música,
se detenía para caer,
                               sinfonía final,
descuartizada bruscamente, tragada,
por el temblor oscuro de mi canto.

Yo tocaba el tambor y la volvía loca.

Cuando se volvía loca
y no le importaba ya la música,
se perfumaba para mí y conversábamos
de lo difícil que es cantar.

Bebíamos alcoholes,
bebíamos alcoholes y fumábamos,
lentamente, nuestras miserias.

Ella me decía y yo le decía:
Quiero inundar con mi locura el universo.
Y, más allá, qué harás, después del universo.

Ella se quedaba en silencio y yo le decía:

Esta mañana te hizo mal jugar,
a ver quién llegaba más alto con su canto.
Le acaricio la frente y le digo,
ni te llegué a ganar,
dejaste de jugar a lo sublime, asustada
por el temblor de esos tambores de la selva,
sonando en pleno cielo.

Ella hacía una mueca y yo me quedaba en silencio.

El viento rozaba levemente nuestros cabellos,
ninguno de los dos, conocía el desenlace.

Cuando no sabíamos qué hacer, fumábamos
y era divertido cuando fumábamos,
ver como el humo formaba a su alrededor,
delgadas columnas de cristal,
varas finísimas de mimbre y de marfil,
para que su cuerpo
tuviera esa presencia iluminada y cantarina
y, a la vez, esa lejanía.

Ella me decía y yo fumaba,
para que no faltase el humo en la construcción de su grandeza.

Cuando fumamos te pones como un idiota,
no haces otra cosa que mirarme y me avergüenzo
y deseo escuchar el estallido de tu deseo
y te veo ahí,
tan callado en tus ojos
                                  y soy atrapada,
por el leve murmullo de tus versos,
como cuando jugábamos esta mañana a lo sublime
y no lo puedo creer.

Dime ¿quién eres?
la calma del mimbre o la belleza del marfil,
orangután sin voz
o cristalino canto inolvidable.

Y se agarraba la cabeza con las dos manos
y se zambullía en mí como en el mar,
gritando,
almeja delirante,
no puedo más.

Se retorcía en mi vientre, 
buscando pez compañero, divinidad marítima
que le mostrara los secretos del mar.
Se alimentaba con mi semen y, a ratos,
levantaba la cabeza para decir:
todo es hermoso, gracias.

Yo
iba saliendo de mi sopor como podía.
Ella
acurrucada pequeña,
grandiosa en mi vientre.

Su belleza perfecta detenida en mi ferocidad perfecta.
Yo le decía mientras ella agonizaba:
ahora que estás muerta,
quiero que bailes como bailan los peces en el mar,
las noches que lo poético invade sus entrañas.
Ahora que estás muerta,
quiero que bailes para mí una danza de amor.
Y nada de vuelos nocturnos,
hoy nos quedaremos a dormir en casa.

La sacudo para que abra sus ojos,
la levanto en mis brazos
y la tiro contra el techo de la habitación
y ella,
cae, varias veces, pesadamente, al suelo.
Se terminó el juego me digo:
ella está muerta.

Y comienzo a buscar con mi boca en su cuerpo
el diamante perdido.
Y sus movimientos vuelven a ser como de camelias.
Frente a mi sorpresa aúlla
y en ese aullido toca los confines del cielo
y, esta vez, lo sé, no habrá poema,
que contenga ese grito.
Cuando volvía
despeinada y maltrecha, me decía:
eres un tonto, me veías volar
y ni siquiera intentabas alcanzarme.
Así cualquiera vuela alto.
Cuando volaba,
te veía sobre la cama esperando
y, cada vez, más alto, me volvía más loca.
Inmensidad, cerca del cielo, en esa soledad,
más que gozar,
el espanto se anudaba en mis ojos
y aterricé lo más rápidamente
y, ahora, te prometo, volar siempre contigo
y, en ese gesto,
                       una vez más,
                                          moría.

Y, así, después de masticar palabras y mujeres durante 30 años,
tendré hoy, la valentía de daros una conclusión.
      Navegar por navegar no es mi oficio.
Mi oficio es arrancar trozos de la nada y unirlos en conjuro
ese es mi oficio silencioso y tenaz como de versos,
mi oficio no se puede aprender, no sabe, es ciego.

Soy sin más, la carne de dos sueños. Freud y Lacan, ambicionaron un
 poeta, ahí, en su lugar, contestando a las preguntas que les planteaba el
 deseo de transmitir el psicoanálisis a mujeres.
      Y os digo, para que mi valentía arranque una sonrisa de vuestros
 labios que yo, soy ese poeta, ahí, y, algo, voy a contestar.

Hablaba siempre en silencio sin decirle nada.
Ella pensaba en el futuro.

Estábamos así,
sentados, uno frente al otro, desde hacía siglos.

Mi voz sonaba hueca
entre los perfumes violentos de sus nalgas,
abiertas como manantiales,
como vertientes cristalinas de rocío,
abriéndose al pequeño sol de la mañana.

Mi voz se perdía entre la acústica marea.

Sigilosos movimientos de su cuerpo,
vulva enamorada,
vulva de miel, diamante enfurecido,
espesa vulva azucarada,
sella, en mis labios, el silencio.

Más que escuchar mi voz, Ella,
seguía pensando en el futuro.
Cabalgando feroz en su locura, yo,
soy ese pequeño sol de la mañana.

Rómpete,
como se rompe el cristal haciendo música
y, Ella, se rompía sin escucharme.

Bailábamos.

Éramos como un hombre y una mujer bailando.
Ella me besaba las mejillas
y, en ese ardor, yo le decía que la amaba.
Después, éramos capaces de detener la música
para mirarnos, francamente, a los ojos.

En silencio nos sabíamos famosos,
reyes del gesto,
opíparos comensales del amor,
                                              mirarnos,
era como morir.

Después, aún,
seguíamos danzando levemente.
Instante de las formas,
caídos, uno sobre el otro, yo no decía nada.

Ella, era el futuro.
Escribiré en silencio -me digo-
y la poesía,
alforja delirante,
silencio perenne que necesita mi voz para vivir,
llena mi vida de sorpresas.

Hiriente,
jactándose de su momentáneo poder
sobre mis nervios, habla para mí.
Yo soy Ella y Ella es la Poesía,
juntas,
como si nos hubiesen arrancado a la tierra,
de la misma raíz, ocupamos,
un solo espacio en tu corazón.
Somos el mismo tiempo.

Ella y la Poesía aman vestirse con las mejores sedas.

Joya marina, flor, diadema de locura,

brillos serpenteantes y topacios,
embravecidos de tanta luz,
para tu cuerpo momificado,
siempre igual, cada vez,
siempre diferente.

Nutren sus cuerpos manjares únicos.
Devorar limpiamente el universo y hacer el amor,
las enloquece.
Cuando cierran la boca para morir,
en silencio,
desean conocer de los sabores, uno diferente.

Siempre ambicionan estar en otros brazos
y, una vez más, doliente mueca sin sonido,
comienza a latir.
Abre sus ojos y pregunta,
¿es el atardecer o la mañana?
Me desplomo a su lado,
para no perturbar el curso de sus sueños.
En silencio dejo de vivir,
                                    Ella sueña
y la noche se puebla de sonidos,
misterios, ardores de su cuerpo y la música.

Sus ronquidos son el bravío mar
y la torpeza de sus dientes,
entrechocándose en las sombras,
cataratas volcánicas de lejanía y nube.
Ruidos ardientes
anuncian el final de la ternura.
Trenes ensangrentados en la guerra,
chirriando, a veces, porque el dolor
es inalcanzable.
Su piel,
           brutal enredadera,
                                      trepa desordenada,
                                                                   bramido sideral,
hacia las concavidades más remotas,
hacia los más altos vericuetos,
amianto vespertino, crece,
en el tumulto de los cielos,
hacia un destino en llamaradas.

Poesía de fuego,
ardiente vulva desgarrada,
Ella es la poesía, dragón enamorado,
bocanada febril, humo y ceniza.
Mujer de fuego, poesía de fuego,
consumen voraz mente hacia los espacios infinitos,
el cuerpo del amor.

El mito de Narciso queda roto y los encuentros ya no son amorosos sino más bien, histórico-sociales. El cuerpo es un grupo, una alucinación sin precedentes.
No tiene miedo de crecer, de ser universal, atlético. No tiene miedo de la noche, ni tiene miedo que irrumpan en su alma, bruscos, incontenibles sentimientos. En general el cuerpo grupal no tiene miedo de pecar.
      Y esta especie de pequeño paréntesis es para decir que me he dado cuenta
que venimos alardeando de manejar en el nuevo campo los más preciosos instrumentos de conocimiento, pero nunca hemos dicho claramente y eso es lo que quisiera hoy: que sin el instrumento grupal no hubiera habido Poesía y Psicoanálisis. Que sin la producción de un cuerpo grupal no hubiera habido cuerpo para tanto símbolo, para tanta novedad.

EL HOMBRE VUELA, SE HACE NOSTALGIA, VUELA

No vengo yo a escribirlo si soy el Otro.
Vengo a vivir agazapado esperando el sonido.
La aparición brusca de una huella dejada de lado.
Vengo transparente, con el deseo de ser atravesado.

Me dejo estar, dejo que la sed avance hasta el delirio.
Cuando la boca seca, cuando el desierto, cuando mi padre,
cuando la triste muerte compañera deja de aullar,
tiendo, tranquilamente, mi mirada por todo lo imposible.

Y no es que comience el verso o intente escribirlo.
Hay algo que me pasa que no registro, un fuego sin luz, 
un alboroto interior, un algo más que mis palabras.

Y así, sin escribirlos, escribo versos.
Hay de golpe, cosas en mis manos, que no son yo.
Hay de golpe, cosas en el mundo, que no son mi vida.

La vida vive en mis palabras, el goce en mi voz
y vosotros, tendréis que resolver el acertijo.
Son una herida abierta que sólo se repite sin dolor.
Soy una pulsación sin ritmo, ni latidos.

Algo del ser que ya no fue sino representado.
Un hilo de luz en la montaña abierta y desolada,
pero sin que hubiera de haber desolación,
ni montaña, ni hilo, ni tan siquiera luz.

No soy el humo que parte de la llama y se disipa, 
ni el grito que se arranca de la garganta para ser, 
ni el perfume que escapa de la piel del deseo.

Soy algo del humo, algo de la llama que perdura,
lo que el grito no pudo asesinar de la garganta, 
olor vacío de perfumes, agujero de piel, poesía.

Antes de terminar y en el intento premeditado de irme por las ramas, para ver si es posible alcanzar las caricias más alejadas, quiero agradecer con mis palabras más bellas a todos los que aceptaron participar en la producción de esta energía liberadora, incendio de palabras donde las llamas más diferentes no dejarán de pertenecer al fuego.
      Os aseguro que vuestra aceptación a participar ha generado en gran parte mi valentía. y si sólo se tratara de la libertad de palabra, ya podría ir diciéndolo: soy, un hombre libre.
      Una cadena rota antes de su fortalecimiento como cadena. Poesía y Psicoanálisis, joya descuartizada para que a todos tocara su milagro. Palabra rota. Nota fuera del alcance de la imagen. Mujer. Poesía y Psicoanálisis.
      Os espero compañeros en este campo fértil y al anunciar para todos nosotros una siembra esperanzada doy por abierto el TERCER CONGRESO INTERNACIONAL GRUPO CERO DE POESÍA Y PSICOANÁLISIS. Gracias.

 

Índice Anterior