PEPE Y TANGO
A mí me
gustaba
llegar del trabajo,
ponerme en pelotas
y cantar un tango.
Un tango de
cosas
que no cantaba nadie,
porque yo mismo inventaba
por las tardes al llegar
casi muerto del laburo
y me ponía a cantar.
A mí me
gustaba
cantar por las tardes,
con la ventana abierta,
un tango sin par.
Hablaba del
hombre
cayendo y alzándose
y la mujer labriega
y la puta también.
Algunas
mujeres,
tal vez, indiferentes,
esperan que un hombre
les dé amor y pan.
No saben las
gilis
que el hombre ya ha muerto
haciendo la guerra,
matando al rival.
Así que ahora
te toca,
muchacha arrebolera,
levantarte la falda
y ponerte a trabajar.
Y si algún
hombre llega
triste y cabizbajo,
herido de guerra,
lo tendrás que cuidar.
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