V
Hoy quiero
hablar de la soberbia del indio americano.
Lágrima que para pedir piedad no ha sido
derramada.
Hoy quisiera ser yo que, al escribir, llore ese pedido,
cuando
los salvajes recuerdos de mi vida me detienen.
Cualquiera
de los jefes diría, sabiamente,
que si hay una lágrima todavía escondida,
una
lágrima guardada durante cinco siglos,
pequeña lágrima que, todavía, es nuestra.
Si esa
lágrima existe, debe quedarse donde está,
allí, guardada, escondida, esperando
el momento,
esperando los truenos, la expansión de la selva.
Esa perla del
alma, esa lágrima nuestra,
debe esperar
del alba, antes de derramarse,
los gritos enloquecidos de Dios arrepentido.
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