La Patria del Poeta Miguel Oscar Menassa-1991

 

IV

 

                                  No espero casi nada.
                                  El mundo es infinito y la vida,
                                 -para muchos-
                                  una tortuga inalcanzable.

A ciertas horas, en la noche,
mi deseo de escribir es más que mi poder.
Insistir, a estas horas,
es cosa de tontos o locos y, sin embargo,
la tenue esperanza de producir felices combinaciones,
me sobrecoge.

Lo sé, mientras estoy sentado, escribiendo,
tal vez, como un estúpido,
usted, está durmiendo,
bailando, seguramente,
a estas horas de la noche, soñando,
haciendo el amor con su propia madre.

Lo veo feliz entre mis letras,
feliz entre mi sangre.
Usted y su moderno goce,
sol y nieves eternas sobre su rostro.

Lo veo a usted morir, 
sin dejar rastros, feliz.

Y si yo no escribo su epitafio,
otro poeta lo hará por mí y en paz.

Suburbios, pegajosas leches,
haber hecho el amor hasta reventar,
eso es lo que amo.

Nube y tinieblas,
obrero de la noche, insolente,
construyo figuras donde vivir no cuesta nada.

Soy encarcelado por las noches varias veces. 
Varias veces me arrastro, entre las piedras, 
pidiendo clemencia.
Soy fusilado varias veces
y me retuerzo
y muero con el corazón destrozado.
Pienso en la libertad y me llamo a sosiego. 
Torrente volcánico para morir de sed,
toco mi sexo entre las sombras.

Loco, sangriento, desesperado,
me vanaglorio, por la mañana,
-cuando usted despierta de su largo sueño- 
de haber ya vivido y bebo mi café
y sostengo, tranquilamente, su mirada.

 

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