SALTO MORTAL Miguel Oscar Menassa - 1977

 

4 de Enero de 1977, Madrid.

adiós breve locura, adiós

¡Oh tiempo de los reyes!
Cuarenta barriles del vino donde ella
abre la boca para siempre,
                                       muere de sed.
Oculto malestar el de las noches,
oculto torbellino donde la rueda loca agita mi pecho sin cesar. 
Descubro entre mis recuerdos tu perfume, 
tu aire de varón,
tus palabras desenmascarando los artificios.

El paranoico ama la ley. Escribir,
debería ser su máxima pasión.
El paranoico teme las posibles fisuras de la ley. Escribir,
debería ser su máxima pasión.
El paranoico ama de lo formal el contenido, lo que las formas denuncian.
Escribir
           debería ser su máxima pasión. 
Recuerdo las tardes de los estertores, 
recuerdo tu mirada, abierta, límpida, 
al borde de la nada,
                             siempre,
                                         al borde del amor.
Romántico incurable. Te recuerdo.
Porque hubiera querido,
que ellas,
              en medio de la lluvia,
                                             reventaran tu ser.
Y ellas,
entontecidas por el amor
                                     te dejaron partir.

Y ellas,
las locas amantes de la quietud necesitaban,
un profundo estallido en sus cabezas.

Las diferencias entre lo masculino y lo femenino no alcanzaban,
para explicar,
                    tanta terquedad.

Sospechar del amor el nuevo entretenimiento. 
Era grande,
                 matar,
                          abandonarlo todo, 
me pareció una tontería.
Deje pasar,
deje que pasara el tiempo necesario. 
Lo callé todo siempre,
                                 fui un testigo honesto.
Mentí en todas las ocasiones.

Abrumadora sed la del que sabe
                                               que el sol no llegará.
Te amo
porque la belleza ama la belleza. 
Te amo 
porque los árabes amamos a los hombres. 
Te amo
porque sabemos juntos
que la verdadera mutación:
                                       amarlas 
con el amor de los planes hasta morir, 
más allá de las mezquinas,
                                       tontas pasiones.

Arrastrarlas por el mundo de los cabellos, 
someterlas a la desconfianza perpetua, 
grabar en sus cuerpos ensangrentados, 
exactamente en el centro de las diferencias, 
la duda,
la posibilidad de la incertidumbre.

Que puedan decir que aman a la muchedumbre, 
sin haber antes tocado a la muchedumbre. 
Que puedan tocarla, si eso está bien, 
sin necesidad,
                    de decir,
                                 absolutamente nada.

Sus indecisiones terminarán con ella.
A medio camino de todo,
                                     siempre le falta algo.
Gozar,
gozo todo lo que quiero,
porque gozar me entretiene.
No padezco de insomnio. Ni de remordimientos.
Mi cura fue total.
Sé que desear,
                     desea lo imposible
                                                y sin embargo, 
no me preocupan mis deseos,
                                            confío,
me dejo llevar,
                      no pierdo tiempo.

Lo único definitivo es el cuerpo, vayamos tras él.

 
Inicio Anterior Siguiente

Entrada