SALTO MORTAL Miguel Oscar Menassa - 1977

 

12 de septiembre de 1976, Madrid.

Se abren y se cierran
las puertas que ocultan los más bellos tesoros.
Se abren y se cierran en vaivén.
Y sin embargo sé
                         que ni muerte, ni locura 
atraparán mis manos en ese sortilegio.

El poeta escribe, el poeta se desvive por escribir.


12 de septiembre de 1976, Madrid.

Hoy pensé en mis amigos, los fraguadores de almas, 
los modernos herreros del olvido.
                                                 Enredándolo todo,
envenenando todos los sentidos.
Imagino sus escupitajos sobre la cara de los muertos 
y la poesía templando el universo.

¡Oh! los exagerados vínculos de amor y la realidad
superando siempre la fantasía.

anémona o nube, la libertad no existe.


12 de septiembre de 1976, Madrid.

Detenido
en la blanca nube de los idiotas profundos.
ella me recuerda las magnolias.
ella me recuerda que frente a la carne,
que frente a la inmolación de la carne,
                                                        La palabra no basta.

Alegría no tengo.
Una especie de desolada paz,
                                            infinita,
                                                      abierta
eso,
      una paz abierta.
Cualquier destino posible en medio de esa paz.
Y sin embargo,
prefiero esta ventana a otras ventanas,
este cielo gris,
esta lluvia no demasiado poderosa.

Prefiero escribir lentamente.

La quietud del papel,
la quietud de esta tarde lluviosa.
Estamos todos muertos.
                                   Esto no es una ciudad,
es un cementerio.
Escribo lentamente alguna palabrita, alguna tontería para mí,
alguna lejana ironía.


12 de septiembre de 1976, Madrid.

Alocado, furioso,
cegado por el resplandor de las luces nocturnas
                                                                       escribo.
Tal vez motivos banales bañan mi cuerpo, ahora, en cálidas 
y verdes aguas marítimas.

Madrid es pequeña y compleja de recorrer, 
como una mujer.
                        Me quedaré en Madrid, entonces.
Hasta su intimidad, hasta padecer lo más superfluo de sus mecanismos.

Tender las redes en una ciudad desconocida lleva su tiempo.
Será necesario envejecer.


12 de septiembre de 1976, Madrid.

Escribo con la ilusión de escribir.
                                                No envejezco.

Mi rostro en el espejo se ve igual a días anteriores.

Y si esto que me pasa es la locura,
                                                    que sea.
La llevaré conmigo a todas partes.
No faltará quien diga que ella es mi querida.
No faltará quien diga querella será mi destrucción. 
Y sin embargo,
mirarme en el espejo me hace bien, 
en ese gesto canta mi soledad.

Soy en verdad
                      entre toda esta gente
                                                    el que se me parece.

Soy un escritor y me alegra saberlo. 
Tengo la obligación, 
tengo el derecho,
                         de decirlo todo.

 

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