Nada me espera en esta solemne tarde de fin de verano.
Nadie acoge en
su lecho a quien sabe que estamos condenados a vivir,
Aspiro el humo de
un cáncer mortal, y veo, es un decir poético,
nuestra sangre
fortaleciendo pequeñas palabras producidas por el azar de las
combinaciones. Reconozco: morir no quiero aunque esa sea la combinación
perfecta.
Reconozco: quiero vivir mejor, en ese mundo prometido de
hermanos donde mis brazos y mis palabras pertenezcan a un mismo cuerpo.
Reconozco el dolor, reconozco los sobresaltos.
Reconozco la impiedad de
la justicia. Sé que alguno de nosotros está muriendo cada día.
Reconozco vivir en un mundo donde habrá mierda para todos.
Reconozco no
saber claramente quienes son mis hermanos.
La nada atraviesa mi corazón.
Reconozco que mi paz es efímera, soy violentado permanentemente por un
vicio imperdonable: quiero ser escritor. Una combinación de
habladurías y desencantos, pero por favor no me maten, tratemos de
averiguar si sirvo para algo.
Lo escribiré todo porque lo
vi todo.
Reconozco que tengo una esperanza de
perdón.
Piedad para quien indefenso
frente a la catástrofe, sólo atinó a no cerrar los ojos.
Reconozco que
tengo una esperanza de gloria, Gloria para quien obnubilado por los
olores del hongo atómico, sobrevivió a la matanza.
Reconozco haber
sumergido mi alma en ciertas drogas del olvido.
Reconozco no haber sido
alterado jamás. Mi represión es sublime.
Soy un profesional del
alma. Intacto y frío paseo mi mirada por el horror.
Soy el desperdicio
de una sociedad en crecimiento.
Sabio de la nada.
Reconozco no saber
nada acerca de lo que escribo.
La violencia a la cual soy sometido debe
ser investigada.
Debe investigarse de que maldita perversión del Hombre
me quieren hacer responsable.
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