COMUNICADO
NUMERO DOS
Quiero morir; es
decir, quiero matar a alguien; espero no equivocarme.
La literatura me da asco. Es decir, me dan asco todos aquellos que creen
que lo que yo escribo es literatura.
Escribo, escribo para no morir y sin embargo muero en cada palabra;
muero de la peor manera cuando llega el silencio. Silencio del que no
puede decir su sangre diluyendo su fuerza y su color.
Vivir es necesario. La guerra me da asco. Es decir, me dan asco los amos
y los esclavos; los poseedores y los que quieren poseer; los que saben y
los que nunca tendrán su posibilidad. Me doy asco.
Quiero para mí un hombre mejor.
Odio con fe esas pequeñas anomalías de vuestros cuerpos.
Hasta un animal feroz cedería frente al milagro de mi cuerpo.
Pero qué decir de los tristes gusanos o de las pálidas serpientes sin
furia.
Sólo habla el olvido en vuestros cuerpos.
Ha llegado el momento. Comencemos las ceremonias.
El que se ate para siempre a mi vergüenza, será mi dios.
El que me
traicione, si el pago no es la muerte, será mi aprendizaje.
Loas para quien
me domine totalmente,
para quien ni un solo resquicio de mi alma sea una opacidad.
El que reviente sin contemplaciones mi cuerpo, será mi deseo.
El que consiga
que algún producto químico altere para siempre mi razón,
será mi médico.
Médico del horror.
El que descubra
mis deseos, no pierda tiempo, pueden agotarse.
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