INTRODUCCIÓN
TERCERA, O COMPLEJO DE CASTRACIÓN
EN EL HOMBRE FEMENINO
Cerca del
invierno frente al mar, inevitablemente nos olvidamos de
los pequeños y absurdos pensamientos acerca de la liberación.
Frente al mar ordeno la vida de los hombres.
Yo, soy el amo del amor.
Pequeños pingüinos reciben alborozados la idea de la esclavitud,
abandonan el mar y se pasean por las calles de la ciudad, altivamente.
El mar, ahora, ilumina los ojos de los pescadores. Los turistas están
interesados en tener más clara la mirada.
Imploran: un brillo metálico para sus ojos.
Trato de pensar deliberadamente en alguno de ustedes. La libertad
no existe. Extiendo los brazos hacia los rostros que aparecen
y desaparecen. Mi mujer duerme tranquilamente frente al mar. Sigo
extendiendo mis brazos sin alcanzar la velocidad necesaria. Vuestros
rostros han desaparecido definitivamente.
Nombrarlos sería nombrar lo que no puede acontecer.
Veo sin embargo vuestros cuerpos desnudos correr alegremente sobre
el rostro de mi mujer mirando el mar.
Pienso que tanta libertad no es patrimonio de quien piensa seguir
defendiendo sus orígenes, de quien todavía no entendió que la
abolición
de la esclavitud trajo graves problemas para el amor.
¿Podemos amar definitivamente el cuerpo de una mujer que no nos
pertenezca hasta la tercera generación?
Ella frente al mar, ahora, aprieta su sexo contra mi sexo. Huyen los
turistas y comentan entre ellos la exagerada alegría de su rostro.
El mar murmura el
movimiento de su cuerpo. Suspende la alegría.
Ama de ella los pequeños gritos de goce y de dolor.
mis ojos duermen, ahora, frente al mar.
El mar baña de savia, de sal, de aguas marinas, mi cuerpo,
arrojado por ella, descuidadamente en sus orillas.
|