Él era como dios
pero decir que estaba en todas partes,
[era poco.
Con su corbata
negra, con su camisa de seda
[natural
parado
en plena
mar
en el centro del barco ballenero
él, era el mariscal del aire.
Del aire, os digo, por su elegancia al respirar el mar
al tenderse, al detener su cuerpo marino
como un alga o como una madrépora.
De una elegancia
de una deshonestidad
para guiar el barco ballenero.