Salomón, hijo de David, ejecutivo poderoso en su época, conocedor de las lenguas
de todos los animales de la tierra y del cielo.
Posó, un día, en la palma de su mano derecha una pequeña hormiga y le preguntó:
¿Quién es el más grande de la tierra? La hormiga, que todavía era totalmente
derecha
sin cortes en su cuerpo, pidió a Salomón que levantara su mano un poco más
arriba, un
poco más. Cuando la mano de Salomón estaba por arriba de su cabeza, la hormiga
le
dijo: Tú eres verdaderamente grande, pero yo lo soy más, porque estoy por encima
de
tu cabeza.
Sin sonrisas, Salomón sacudió la mano, y la hormiga cayó sin mayor ruido a la
tierra, y
maldijo Salomón a la pícara hormiga, condenándola a vivir casi partida por
la mitad.
Moraleja: Un ejecutivo es siempre un ejecutivo.
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